Opinión

Por una economía de impacto que impulse un futuro sostenible


    Isabelle Le Galo

    Cada vez en mayor medida, las organizaciones del sector filantrópico están incorporando la cuestión climática en sus hojas de ruta, misiones y modos de hacer. Sin embargo, los datos señalan que, pese a esa creciente concienciación, el ritmo de cambio no es aún suficiente, ya que las donaciones hechas de manera directa a causas medioambientales no superan el 3 % del total en el mundo.

    No cabe duda de que este reto, al ser transversal a todas nuestras actividades, debe ser abordado desde una pluralidad de enfoques, con un compromiso que, más que una serie de cambios de hábitos, implicaría la transición hacia un nuevo modelo de funcionamiento, como sociedad y como individuos.

    Si aspiramos a un futuro en el que el cambio climático haya sido frenado —recordemos que quedan menos de 10 años para llevar a cabo la transición hacia un sistema global capaz de limitar a 1,5ºC el incremento de las temperaturas— debemos actuar hoy, con un sentido de urgencia pero a la vez con la ilusión de estar construyendo el planeta que deseamos legar a las generaciones futuras.

    Las fundaciones tenemos la oportunidad y la responsabilidad de ser pioneras en este compromiso, ya que poseemos la experiencia de buscar soluciones a los retos contemporáneos y ocupamos una posición que puede inspirar a muchos otros actores del ámbito social y empresarial a unirse al camino que vamos trazando.

    Desde la Fundación Daniel y Nina Carasso, asumimos sin demora este papel activo, tanto en nuestras propias iniciativas como a la hora de promover, entre el resto de nuestro ecosistema, la ilusión por adquirir compromisos que favorezcan un verdadero cambio sistémico. Con el deseo de unir esfuerzos entre nuestro sector en materia de acción por el clima, desde la Fundación hemos impulsado el surgimiento de varias coaliciones filantrópicas a nivel nacional en España, europeo y global.

    Además, desde 2015 hemos desarrollado una serie de compromisos como la firma de la iniciativa DivestInvest, establecimos la responsabilidad social como condición mínima para todas las inversiones y nos fijamos un objetivo de un 15 % mínimo de inversiones de impacto. Invertir de manera sostenible es también uno de los pilares del pacto Fundaciones por el Clima, que lanzamos en 2019 junto a la Asociación Española de Fundaciones para unir al tercer sector en su transformación frente a la emergencia climática y de justicia social.

    La inversión de impacto es, sin duda, una herramienta clave y complementaria con la que las fundaciones podemos explorar maneras muy convenientes de apoyar proyectos transformadores sin renunciar a una rentabilidad económica. Desde la Fundación Daniel y Nina Carasso miramos con esperanza las posibilidades que este modelo puede ofrecer; en nuestro caso, para apoyar proyectos en nuestras dos grandes líneas de trabajo: la Alimentación Sostenible y el Arte Ciudadano. Tras un año de trabajo con varios expertos voluntarios, constatamos que el ecosistema español no es suficientemente fértil a la hora de dar vida a empresas sociales y proyectos de la economía social y solidaria en estas dos áreas de impacto. Para responder a esta situación, nos hemos aliado con Fundación Ship2B para poner en marcha Tiina, el primer programa de inversión de impacto cuyo objetivo es facilitar la emergencia de modelos económicamente sostenibles y comprometidos con la transformación social desde la alimentación sostenible y el arte ciudadano.

    Tiina consta de un programa de aceleración y un fondo de inversión de arranque. Está dotado con 600.000€ para invertir en tres años y tiene abierta la convocatoria para recibir proyectos hasta el día 1 de mayo. El programa, estructurado en dos fases, permitirá a los seleccionados concretar y mejorar sus propuestas, así como recibir un acompañamiento personalizado para maximizar su impacto social y medioambiental.

    Como fundación, creemos que es nuestro rol apostar y tomar riesgos, puesto que las fases iniciales de estos proyectos transformadores necesitan de muchísima implicación y tienen poco retorno asegurado. El compromiso del tercer sector a la hora de invertir en ellos es la clave para que, quienes no temen emprender caminos valientes hacia el cambio sistémico, vean viable realizar sus sueños, que también son los nuestros.

    Ahora miramos hacia el futuro más que nunca, pues queda poco tiempo y un largo camino que recorrer para frenar, e incluso revertir, las consecuencias del cambio climático. Urgencia e ilusión son los dos vectores imprescindibles para activar ese cambio sistémico que necesitamos para movilizar a distintos agentes y activar la mayor diversidad de palancas que lo hagan posible. Al apoyar proyectos ilusionantes, que constituyen miradas pioneras y esfuerzos coherentes desde el ámbito micro, seguimos sumando esfuerzos y alianzas para conseguir una transformación macro que nos llevará a un futuro mejor.