Opinión

Julio Anguita, el último marxista económico

    Julio Anguita. Imagen: EFE

    Javier Santacruz Cano

    La muerte de Julio Anguita supone la desaparición del que quizá sea el último marxista económico en nuestro país con relevancia pública, no solo en las ideas sino también en su proceder durante más de tres décadas de actividad política. Pocas personas como Anguita podían discutir con una metodología definida, unos argumentos claros y un razonamiento teórico llevado hasta sus últimas consecuencias, respaldado en multitud de lecturas que iban desde la tradición marxiana (es decir, desde la filosofía del primer socialismo) hasta el comunismo que rebrota en diferentes países, a pesar de la caída del Muro de Berlín. Así lo demostró durante más de una década en la columna que escribía en este periódico. A pesar de encontrarme en las antípodas de su pensamiento económico, siempre encontré en las líneas que escribía Anguita profundidad en el análisis y el intento de generar una discusión práctica, pero fundamentada en unas bases teóricas, algunas veces sólidas y otras veces más endebles. Cada vez es más difícil encontrar economistas, pensadores, filósofos o simplemente profesionales o académicos con los que poder confrontar argumentos en una atmósfera de cordialidad, sin tener que esperar del adversario ataques 'ad hominem' y donde cada debatiente debe tener valor que, como decía Unamuno en el epílogo a la "Vida y Escritos del Dr. José Rizal", 'tiene más de cerebral que de testicular'.

    La desaparición de Julio Anguita se ha producido justo de la manera contraria a la que exponía en su última columna del 6 de mayo, titulada Decía Gramsci: "un óbito sereno cual llamita que se extingue lánguidamente". Tras asegurar por enésima vez el fin del 'neoliberalismo', el ex coordinador general de Izquierda Unida pronosticaba que "el nuevo orden no vendrá cual Nacimiento de Venus del pintor Sandro Botticelli. Será -es- un parto con dolor, con ansiedades, contradicciones y también sufrimiento". Había llegado a la conclusión -al igual que hizo en la 'Gran Recesión' que comenzó en 2008- de que la crisis del 'coronavirus' es la antesala de un nuevo orden mundial post-capitalista.

    Este análisis es muy característico de los pensadores del primer socialismo y de sus sucesivas reencarnaciones a lo largo de los últimos 250 años. Cada vez que se produce una gran catástrofe como una pandemia, una guerra o una grave crisis económica, los marxistas clásicos salen rápidamente a predicar el fin de las democracias liberales. En el fondo, nunca entendieron que en la civilización humana se producen acontecimientos catastróficos, imprevisibles y de largo radio (con gran capacidad de permanencia de sus efectos a lo largo del tiempo) cada cierto tiempo que son capaces de llevarse por delante estructuras enteras políticas y económicas si éstas están apoyadas sobre pilares endebles.

    Llegó a la conclusión de que la crisis del coronavirus es la antesala de un nuevo orden mundial

    Cuando Anguita habla de cómo el 'neoliberalismo globalizado' se está muriendo (el término despectivo para denominar a las políticas liberales a partir de finales de los setenta), parte de la caracterización del capitalismo como un sistema impuesto sobre la sociedad, frágil y dañino. Sin embargo, el llamado 'capitalismo' no ha sido algo creado 'top-down' sino 'bottom-up', es decir, una creación del individuo que en su impulso natural para relacionarse con el resto de seres humanos fue tejiendo una serie de costumbres, normas y reglas de conducta fundamentadas en la moral (pensar rectamente), la ética (discernir entre lo que es 'bueno' y lo que es 'malo') y la cultura. Todo ello ha ido entremezclándose a lo largo de los siglos hasta llegar al momento actual: una sociedad bajo el imperio de la Ley en una economía de mercado.

    En este sentido, como bien subrayaba cada vez que tenía ocasión Anguita en sus escritos, el ser humano siempre está necesitado de cambios, de sustituir lo que no funciona y de actuar siempre con transparencia y honradez intelectual. Otra cosa es que sea un acierto o una equivocación y que posteriormente cualquiera de los dos escenarios pueda ser juzgado críticamente. A pesar de venir de una corriente ideológica contraria, el antiguo alcalde de Córdoba siempre fue defensor del 'nuevo mundo' frente al 'viejo', de enterrar aquello que no funciona y dar lugar a un futuro esperanzador. El problema siempre está cuando lo 'viejo' no termina de morir y lo 'nuevo' no termina de nacer.

    Algo parecido le ocurrió a él personalmente, cuando a finales de los noventa renunció a seguir dando la batalla frente al socialismo reinante para sustituirlo y decidió colocarse extramuros del constitucionalismo del 78. Aquella decisión que hoy, 20 años después ha cristalizado en el actual Gobierno de coalición, no será juzgada en las próximas décadas como acto de mala fe de Anguita, sino como una decisión errónea nacida del conflicto continuo entre el idealismo hegeliano y la 'dictadura de la realidad', pero que solo con las personas honradas, aunque equivocadas, merece la pena discutir.