Opinión

Las crisis venezolanas

    El presidente Nicolás Maduro trata de aprovechar en su beneficio la crisis del coronavirus

    Carlos Malamud

    El lunes pasado Venezuela tenía oficialmente 414 contagiados de coronavirus y 10 muertos, con una tasa de 0,4 muertos por millón de habitantes, mientras la tasa española era de 569 muertos por millón. Pero, la comparación es inútil al no aclarar lo que allí ocurre. Por eso es importante mirar alrededor, a Colombia (10.495 casos, 445 fallecidos y una tasa de 9 muertos por millón) y Guyana (97 casos, 10 fallecidos y 13 muertos por millón), pero no a Brasil y sus datos estratosféricos. Pese a ser países con contextos socio económicos y climáticos similares, las cifras transmiten mensajes diferentes, más allá de que en Caracas se haya instalado la milagrosa sensación de que el Covid-19 no los afecta.

    La idea de una cierta anomalía estadística la refuerza el estado de su sistema sanitario, con centros públicos carentes de medicamentos esenciales, sin casi tecnología hospitalaria (no hay dinero para importar siquiera los repuestos más antiguos), y falto del equipamiento básico de protección (incluyendo los EPI). Los médicos y enfermeras han sido afectados por el éxodo masivo, que incluye abundante personal cualificado.

    En tiempos de Chávez se prohibió a la prensa informar de los muertos que cada fin de semana se agolpaban en las morgues y en las urgencias hospitalarias. La mayoría asesinados en las grandes ciudades, especialmente Caracas. No se quería alarmar a la población, aunque las estadísticas de homicidios por 100.000 habitantes situaban recurrentemente a Venezuela a la cabeza de América Latina. En 2013 la tasa fue de 79 y 122 en Caracas; 81,4 en 2018 y 60,3 en 2019.

    Como buen populista, Maduro inenta rentabilizar políticamento al coronavirus

    Nicolás Maduro carece del negacionismo vírico de Daniel Ortega, aunque como buen covidpopulista intenta rentabilizar políticamente al coronavirus. Su combate le permite justificar ciertas medidas antipopulares en aras de la salud pública, o postergar sine die las elecciones parlamentarias programadas para fin de año. Si años atrás, inspirados en el bien mayor del bolivarianismo se ocultaba a los baleados y acuchillados, ¿sería descabellado que hoy se hiciera lo mismo con los contagiados de Covid-19?

    La vida cotidiana enfrenta otro gran obstáculo, la carencia de gasolina, algo otrora impensable en el país con las mayores reservas mundiales de hidrocarburos. La producción de petróleo bajó de 700.000 barriles diarios (un 20% menos que a principios de año) por las sanciones de EEUU, los bajos precios y los cortes de electricidad en todo el país. En 1998, un año antes de Chávez, PDVSA producía 3.120.000 barriles diarios. La poca gasolina disponible cubre los desplazamientos sanitarios y las necesidades gubernamentales y de las fuerzas armadas y de seguridad. Por eso, los venezolanos que quieren llenar sus depósitos deben armarse de paciencia con largas horas de cola.

    El régimen depende cada vez más del auxilio que le prestan Rusia, Cuba, Irán y China

    Como todo puede empeorar, la semana pasada se produjo un burdo intento de invasión militar, la Operación Gedeón, rápidamente sofocada y que no fue ninguna sorpresa: los estaban esperando. Los invasores tuvieron ocho muertos y más de 30 detenidos, incluidos dos mercenarios norteamericanos. Detrás de esta turbia maniobra se mezclan la compañía de "seguridad" Silvercop, dirigida por Jordan Goudreau, con algunas figuras controvertidas que orbitan en los márgenes de la constelación opositora, como el general Clíver Alcalá, acusado de narcotráfico por EEUU.

    Según Maduro, la Operación Militar Negro Primero, Aplastamiento del Enemigo fue un éxito total y Juan Guaidó y la Administración Trump, a través de la DEA, estuvieron implicados en esta intentona, cuyo principal fin era su captura y envío a Washington. La duda estriba en las fuentes que permitieron a la inteligencia chavista conjurar rápidamente el peligro. Las distintas teorías van desde la infiltración de los rebeldes, algo posible dado el estado poroso de la frontera colombiana, hasta la delación de Goudreau, descontento por no haber cobrado la millonaria cifra prometida.

    En su cruzada antiimperialista y de defensa de la soberanía nacional, Maduro apuntó nuevamente contra sus enemigos preferidos: Guaidó, Trump y Duque. Y disparó: "Mientras combatimos el Covid-19, Colombia y EEUU trabajan para atacar a Venezuela". Pero, más allá de su nacionalismo hay fuertes rumores de que convocó a algunos militares rusos asentados en su país para localizar a los invasores huidos. Dada su debilidad, el régimen depende cada vez más del auxilio que le puedan prestar Rusia, Cuba, Irán y China.

    De momento, el SARS-CoV-2 no ha facilitado el diálogo entre el régimen y la oposición, ni siquiera un simple acercamiento entre ellos: cada bando sigue encastillado en sus posiciones. Tampoco se puede relanzar la mediación internacional. Es como si las alas más radicales fueran ganando y se alejara una salida negociada. Hasta ayer parecía que la elección presidencial de EEUU podría iniciar una etapa diferente, pero ahora incluso esto resulta improbable.