Opinión

China, de nuevo el Reino del Centro

    La guerra comercial deja claro que China y EEUU son las únicas potencias que disputan la supremaciía mundial

    Eduardo Olier

    Occidente sitúa el Océano Atlántico en el centro del mapamundi. Ese mapa lo dominan Europa y América. China y Japón están en un extremo, muy a la derecha. Así ha sido desde 1500 hasta hoy, desde que Juan de la Cosa hiciera el primer mapamundi para los Reyes Católicos. Aún hoy, en el siglo XXI, los europeos siguen manteniendo ese mapa, creyendo ser el centro del mundo en base a una supuesta superioridad moral e histórica.

    China vivió miles de años fuera de la realidad occidental. En ese largo tiempo se sucedieron varios imperios, mientras los europeos llegaban allí a cuenta gotas. En tiempos de Marco Polo, en el último tercio del siglo XIII, bajo el dominio mongol, China tenía una extensión superior a los 30 millones de kilómetros cuadrados y una población de más de 100 millones de personas. Iba desde el Mar de la China hasta Basora, en el actual Irak; incluía Corea y sus fronteras alcanzaban el Danubio. Desde China llegaban al resto del mundo ingentes cantidades de plata, seda, y las inapreciables especias, con otros instrumentos tecnológicos, como la pólvora o el compás náutico.

    China lleva desde 1981 construyendo su poder como segunda potencia por detrás de EEUU

    El primer mapamundi realizado en China se debe al jesuita Mateo Ricci a mediados del siglo XVII. Ricci era entonces un importante funcionario en la corte de los Ming. Llamado "mapa de la mirada de países del mundo", el Kunyu Wanguo Quantu, situaba el centro del mundo en el Océano Pacífico con China bordeando sus aguas. Más tarde comenzó la decadencia de China con las invasiones de Japón y las Guerras del Opio. En 1912, el general Chiang Kai-shek fundó la República de China con Estados Unidos en la trastienda. Una nueva guerra con Japón, la Segunda Guerra Mundial y la guerra civil con los comunistas acabaron con China en manos de Mao Tse-Tung en 1949. Tras su muerte en 1976, su sucesor, Hua Goufend, no consiguió consolidar su poder y fue Deng Xiaoping quien dio paso a la nueva China en 1981. Desde entonces China ha ido construyendo su poder como segunda potencia del globo detrás de Estados Unidos.

    Deng Xiaoping desarrolló una estrategia muy definida: observar con calma; asegurar la posición; hacer frente a los asuntos calmadamente; esconder las capacidades; esperar el tiempo propicio; mantener un perfil bajo y nunca reclamar el liderazgo. Líneas que condensó en la famosa frase: no importa que el gato sea blanco o negro, lo que importa es que cace ratones. En lo económico, la era Deng no fue tan espectacular como puede pensarse. El PIB pasó de 178.000 a 347.000 millones de dólares, mientras que PIB per cápita se mantuvo en niveles precarios, pasando de 184 a 311 dólares. Hay que comprender, que se encontró con una población de mil millones de almas que, en 1989, eran ya mil doscientas. Lo importante de su mandato estuvo en la fundación de la poderosa China actual, con un despliegue diplomático en múltiples niveles, especialmente con Estados Unidos y con el Reino Unido, con quien acordó la transferencia de Hong Kong en 1997, que se llevó a cabo cinco meses después de su muerte. En su contra, sin embargo, está la masacre de la Plaza de Tiananmen, en julio de 1998, con miles de asesinados.

    Con Deng Xiaoping, China comenzó a ser la "fábrica del mundo", ayudada por la externalización de las cadenas de valor de muchas industrias occidentales en la búsqueda de precios de fabricación más competitivos. Un error que llevó a la deslocalización de muchas industrias. Una "trampa de la globalización", como definen algunos autores, donde las empresas occidentales han trasladado sus beneficios a China, a la vez que se han desindustrializado de manera letal. Una "trampa" de la que ahora es difícil escapar: China las tiene en sus manos.

    Muchos ven ahora la deslocalización de las industrias de Occidente como un grave error

    Con este proceso en marcha, vendría una corta etapa con Jiang Zeming, para llegar a Hu Jintao como presidente. Fueron otros diez años, de 2003 a 2013, cuando China se presentó en el mundo como la potencia que pretendía ser, siguiendo el desarrollo de un modelo que el nuevo presidente definía como la creación de una sociedad armoniosa. El crecimiento del PIB y del bienestar de la sociedad fueron sus objetivos primordiales. En ese tiempo, el PIB se multiplicó casi cinco veces, acercándose a los 10 billones de dólares. Y la renta per cápita, de unos 16.000 dólares en 2013, se multiplicó dos veces y media, con una población por encima de mil trescientos millones de personas. En agosto de 2008, se llevaban a cabo los Juegos Olímpicos en Pekín. China era ya una gran potencia. Su poder era evidente en el Consejo de Seguridad de la ONU, como en otros organismos internacionales. China expandía su dominio en África y en el Sudeste Asiático, y comenzaban sus movimientos en Sudamérica, Europa y Oriente Medio. Surgían los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) como una potencia económica enfrente de la OCDE. De nuevo, se percibía en el horizonte a China como un nuevo Reino del Centro, esta vez dirigido por un potente Partido Comunista en lugar de una dinastía de emperadores, aunque queda la duda de si se trata de una modernización del concepto, pues la antigua sociedad confuciana parece no haber desaparecido.

    Estamos hoy en la era de Xi Jinping. El presidente Xi se hizo con las riendas de China en 2013. Es hoy la persona con más poder en el país después de Mao Tse-Tung. Su nombre está ya inscrito en la Constitución de China desde 2017. Es presidente de la República Popular, Secretario General del Partido y presidente de la Comisión Militar Central: tiene todos los poderes en su mano. La China de Xi Jinping es la segunda economía del globo. No importa su enorme población: es una de sus fortalezas. A esto une su concepto de "nuevo capitalismo al estilo chino". Basta leer sus discursos para entender dónde quiere llevar a China. En un libro de 600 páginas, que condensa su pensamiento, está perfectamente explicita su estrategia, que denomina "socialismo con peculiaridades chinas", y que sintetiza en: "la unidad dialéctica de la lógica teórica del socialismo científico, que son la clave para edificar de forma integral una sociedad modestamente acomodada, aligerar el paso en el fomento de la modernización socialista y materializar la gran revitalización de la nación china". El presidente Xi entiende que sólo el socialismo puede salvar a China, si bien un socialismo "a la china", muy lejos del socialismo comunista más conocido que se impone previo empobrecimiento de la sociedad.

    Si al final de la Guerra Fría, con la desaparición de la URSS, era indiscutible la hegemonía americana, hoy no existe ninguna otra nación fuera de China que dispute ese lugar. De ahí la rivalidad entre ambas naciones: la guerra soterrada que mantienen desde hace bastantes años. Una circunstancia que ha desplazado de nuevo el centro de gravedad económico y político mundial al Océano Pacífico. Europa no es el centro del mundo; ese centro queda ahora en aguas del Pacífico de acuerdo con la disputa por la hegemonía global que mantienen Estados Unidos y China. Europa, por su parte, verá su decadencia al hilo de sus diferencias nacionales. Sólo el euro, mientras perviva, será el ancla de una Europa supuestamente unida. Si cae el euro, caerá Europa.

    La dos potencias que compiten en la guerra comercial evidencian dónde está ahora el centro del mundo

    En la lucha por la primacía global que mantienen Estados Unidos y China, no hay que despreciar las capacidades del país asiático. Es el segundo, detrás de Estados Unidos, en empresas cotizadas en el Índice Forbes 2000 de 2019, donde tiene cinco en el top 10 del índice; con el primero de la lista, el banco ICBC, que suma activos por valor de 4 billones de dólares. China tiene también dos de las cinco mayores empresas petroleras del globo, a lo que suma una poderosa capacidad militar en aguas del Sudeste Asiático. China domina el 85% del mercado global de tierras raras siendo el primer importador mundial; tiene una potencia civil y militar enorme en satélites espaciales, que añade a una economía sin deuda, con una capacidad de inversión sin igual. Y en este contexto, ha surgido la nueva "Gran Depresión" producida por el COVID-19 en el mundo occidental.

    No sabemos si algún día se conocerá el origen del maligno virus; si es de origen animal o manipulado en un laboratorio. Aun así, son conocidas las capacidades de China en la manipulación genética. Francia no es ajena a ese potencial, en tanto que fue clave, en tiempos de Jacques Chirac, en la puesta en marcha del laboratorio de nivel P4 en Wuhan. Hoy la geopolítica mundial es cosa de dos, como lo es la marcha de la economía mundial. El mundo se juega su futuro en el Pacífico, con Estados Unidos y China mirándose cara a cara. China, sin embargo, saldrá de la crisis del COVID-19 más fortalecida. Xi Jinping ha puesto en marcha la Gran China, el nuevo Reino del Centro que recuerda el antiguo mapa, el Kunyu Wanguo Quantu. Xi Jinping tiene definida la estrategia a largo plazo para que China domine el mundo en 2049, fecha del centenario de la fundación del Partido Comunista chino. Entre medias queda Taiwán, una pieza clave que se buscará incorporar a la nueva China. En 2049, Xi no estará en el poder, nació en 1953. Hasta entonces se darán muchos conflictos, unos cibernéticos y otros, quizás, en forma de nuevas pandemias. Sabemos, sin embargo, que la Unión Europea no es un jugador global. Y España, desgraciadamente, ha comenzado la travesía de un nuevo y largo desierto.