Opinión

Salvad al soldado España

    La política debe preocuparse de salvar a España y no al presidente

    José María Triper

    Mientras el Gobierno acreciente medida a medida, compra a compra y fase a fase su indecisión, su desconcierto y su torpeza en la gestión sanitaria del Covid 19, la economía española empieza a destapar los síntomas del colapso inducido por el confinamiento y la sucesión de prórrogas de un estado de alarma que, como denuncian expertos juristas y catedráticos de Derecho Constitucional se corresponde más a un estado de excepción por la grave supresión de las libertades individuales.

    Estado de excepción al que también se somete a la economía y a las empresas, y que ha provocado una caída del PIB del 5,2 por ciento en el primer trimestre que nos coloca al borde de la recesión. El mayor descenso de la serie histórica cuya consecuencia son los peores datos de empleo desde 2013 entre enero y marzo. Periodo en el que sólo se recogen mínimamente los estragos del confinamiento y que eleva ya a nueve millones, más del 40 por ciento de la población activa, la cifra de españoles en situación de desempleo incluyendo a los autónomos y los afectados por los ERTE.

    Salvar a España debe estar muy por encima de salvar políticamente la cabeza del presidente y al resto de su Gobierno

    A este descalabro al que hay que sumar la caída del 14,3 por ciento en las ventas del comercio minorista, la mayor también de la serie histórica, o la contracción del 22 por ciento -2.000 millones de euros en las ampliaciones de capital durante los tres primeros meses que revela el Gabinete de Estudios Económicos de Axesor. Y eso por citar sólo indicadores más recientes.

    Con este escenario, Sánchez, presionado por la UE y no por propia voluntad, según confirman dirigentes socialistas, nos anuncia un plan de desconfinamiento, confuso, sin refrendar por el Congreso, sin consensuar con las comunidades autónomas ni escuchar a los agentes sociales y que al ser asimétrico vulnera el artículo 14 de la Constitución que garantiza la igualdad de los españoles ante ley, "sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social".

    Casado está ahora ante la encrucijada de demostrar si es un líder sólido y presidenciable o sólo un dirigente de transición al estilo de lo que fuera Hernández Mancha

    Un esbozo de desescalada, como él gusta de llamarlo, que aprovecha para anunciar también una nueva prórroga del estado de alarma, del que se han desmarcado ya muchos de sus socios de investidura y cuya aprobación queda ahora en manos de un Partido Popular al que Sánchez ningunea, desprecia y agrede verbalmente mientras le insta a apoyarle incondicionalmente en la reconstrucción. Apoyo que necesita también para ser creíble en sus peticiones de ayudas a la UE y que coloca a Pablo Casado en la encrucijada de demostrar si es un líder sólido y presidenciable o sólo un dirigente de transición al estilo de lo que fuera Hernández Mancha.

    Si Sánchez quiere prorrogar la alarma y un pacto de reconstrucción Casado debe exigir como condición inexcusable el compromiso firme y por escrito de volver a la normalidad legislativa, la renuncia a seguir gobernando por decreto, consensuar todas las nuevas actuaciones y acabar con el secuestro de la libertad de expresión. Eso y ofrecer una alternativa de gobierno creíble para la mayoría de españoles. O eso, o nada.

    Nadie duda que el virus sigue ahí, que hay que actuar con la máxima prudencia. Pero el paro y la pobreza también matan. Y como decía, y decía bien, el presidente socialista de Aragón, Javier Lambán, ante el Parlamento regional, "salvar la vida de los aragoneses está para mí muy por encima de salvar políticamente al presidente del Gobierno". Palabras que no suponen traición o deslealtad, al contrario, y que deberían asumir la totalidad de la clase política y de las instituciones españolas. Porque para la oposición, y también para el PSOE, salvar a España y a los españoles debe estar, también en estas circunstancias, muy por encima de salvar políticamente la cabeza del presidente y al Gobierno entero.