Opinión

Una Unión en el alambre

    La respuesta de la UE debe estar a la altura de la crisis que la pandemia provoca

    Juan Carlos De Margarida

    La crisis generada por el COVID-19 sigue arrasando todo a su paso. Conforme pasan los días las noticias son cada vez más estremecedoras. Un ingente número de fallecidos copa las portadas de los medios de comunicación, que también se hacen eco de las terribles consecuencias económicas, sociales y políticas.

    Mientras la actividad cotidiana continua en stand by, arrinconada por una pesadilla hecha realidad, los ciudadanos de a pie estamos en manos de unos dirigentes a los que parecemos no importarles. Líderes enrocados en su sillón que salvan su puesto a costa de una dudosa integridad moral, ocupados en encontrar a vencedores y vencidos en un problema que afecta a los cinco continentes.

    Es necesario un plan de choque para recuperar la confianza de los ciudadanos

    La Unión Europea nace con el anhelo de acabar con los enfrentamientos entre europeos, proyectando un futuro unido al amparo de una única patria. Pero se nos escapaba la letra pequeña, esa en la que dice que no todos somos iguales.

    A finales de marzo, Alemania, castigada como culpable en las dos guerras mundiales, parecía tomarse una revancha que ya caducó. No parecía darse cuenta la canciller, Angela Merkel, de que esta no era una nueva batalla en la que los suyos fueran a ser espectadores. Lo mismo que su "colega" Wopke Hoekstra.

    El ministro holandés de finanzas acusaba directamente a varios países de la eurozona por no tener suficientes ahorros para plantar cara a la epidemia, pese a haber contado con el crecimiento económico de la Unión Europea.

    La soluciones dadas por Europa hasta ahora son parches en una crisis sin precedentes

    Antonio Costa, primer ministro portugués, no se amedrentaba ante la fortaleza de la zona norte del continente, y tildaba la intervención de Hoekstra como repugnante. Costa defendió a sus vecinos italianos y españoles que parecen cargar con la culpabilidad de ser los responsables de una crisis de la que son los principales afectados.

    Es innegable que el Gobierno actuó tarde en la reacción contra la pandemia, pero no es menos cierto que Pedro Sánchez y Giuseppe Conte han tomado la bandera de la solidaridad y se la están pasando por la cara a los principales líderes europeos.

    España e Italia hablaban de Eurobonos, deuda mutualizada de la Unión, y no aceptaban el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) si este incluía condiciones como exigía Holanda.

    Un mes después, la acción de la Unión Europea sigue sin convencer. Las soluciones existentes, a fecha de hoy, tanto en materia económica como sanitaria son parches en una crisis sin precedentes. A esta Unión en el alambre le resta cada vez menos tiempo para tomar medidas en aras de la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad y los derechos humanos, principales valores sobre los que se cimentó la alianza europea.

    Es necesario, por tanto, planificar un plan de choque para iniciar y reactivar la confianza de los ciudadanos, pensando ya no solo en el objetivo de salir progresivamente de la crisis sanitaria, sino también de la económica.

    Mientras tanto, nos seguimos preparando para recibir nuevas noticias sobre el enemigo en común, el que se lleva a nuestros seres queridos, el COVID-19.