Opinión
Hablemos de otra cosa
Joaquín Leguina
No todo va a ser pensar en el virus chino y los desastres que él y los descuidos políticos nos vienen produciendo, así que hoy, amable lector, escribiré del agua, concretamente del río Duero, y lo haré de la mano de un ingeniero y gran escritor llamado Juan Benet.
El paisaje de la meseta norte castellana no es muy pródigo en corrientes de agua. Se puede recorrer de norte a sur, entre Guardo (provincia de Palencia) y Piedrahita (provincia de Ávila), con un itinerario de más de 300 kilómetros atravesando tan sólo un río de considerable magnitud.
El Duero nace en Duruelo, en la sierra de Urbión, en la laguna de ese nombre de insondable profundidad y con una trayectoria inicial en dirección sureste. En Soria inicia su gran carrera lírica (Colinas plateadas/grises alcores, cárdenas roquedas/por donde traza el Duero/su curva de ballesta), la amplia curva de ballesta que lo conducirá a Almazán, donde, como dijo el geógrafo, "marcha luego a pasar por el puente de Ullán", donde adquiere su inequívoca dirección hacia Occidente que sin vacilación y ligeros cambios de rumbo lo llevará a desembocar en el Atlántico en la villa de Oporto, que da a Portugal la mitad de su nombre.
No todo tiene que ser pensar en el virus chino y los descuidos políticos que se producen
Entre el Duero y el Esla hay dos comarcas (Aliste y Sayago) conocidas como las Tierras del Pan y del Vino, zonas pobres donde la pluviometría suele ser la mitad que en los cercanos campos góticos, además de estar sostenidas sobre una capa granítica que no permite otro cultivo que unas no muy esponjadas gramíneas.
Las aguas que recoge el Duero proceden en su mayoría de las sierras del Sistema Central (Guadarrama, Gredos y la Peña de Francia) y a través de sus propios afluentes: el Duratón (que no lejos de Sepúlveda talla su famosa hoz), el Cega, el Eresma, el Adaja, el Huebra y el Águeda, que forma frontera con Portugal. Pero el afluente más importante es el Tormes, del que bien puede decirse que es el río más literario de España. Y no sólo por haber dado nombre a un personaje universal sino porque en sus ribazos y sobre sus terrazas, en la mística Flecha, ha meditado la mitad de la cultura española. Hoy se halla poco menos que sepultado por el gran embalse de Almendra, el segundo por su capacidad de la península.
Salamanca goza de una situación muy particular en la meseta, a medio camino entre la Sierra de Gredos y el cauce del río Duero, en el curso medio de un Tormes con clara orientación portuguesa. Pero el islote miocénico sobre el que se asienta, y por el que se asemeja al resto de las ciudades castellanas, queda confinado por el gran escudo granítico de Ledesma, donde desaparecen las llanuras cerealistas para que surjan esos terrenos más movidos, salpicados de lanchas.
Carrión es la gran fortaleza proyectada para el emplazamiento de una artillería que nunca hizo fuego. Valdenebro, un gigante solitario, refugio de cornejas. La Mota, el más bello homenaje de toda la meseta. Coca, la fuerza convertida en filigrana de ladrillo. Cuéllar, Sepúlveda, Turégano… para concluir junto a Portugal en el moderno bastión de Ciudad Rodrigo, en las márgenes del Águeda.