Opinión
Noticias sobre el gran cambio
Juan Velarde Fuertes
Una intervención del profesor Emilio Lamo de Espinosa, pronunciada en la Real Sociedad Geográfica, exige una glosa de modo obligado. Basta observar su título: Nueva imagen del mundo: geografía, historia, sociedad. Efectivamente, nos encontramos con la necesidad de tomar conciencia del cambio profundísimo que afecta a la Humanidad, debido a la unión de lo que los cambios iniciados en el siglo XIX supusieron para ella. Se mueven éstos obligadamente hacia situaciones radicalmente diferentes de las que existían hace no demasiado tiempo.
No es la primera vez que esto ha ocurrido. Pensemos en esa alteración que efectuó el Homo sapiens para crear la civilización del Neolítico, la cual, si la observamos un poco a fondo, generó las civilizaciones que, en gran medida, surgieron en torno al Mediterráneo y que de allí se extendieron por el mundo. Esa civilización se proyectó hacia la generación de bienes con actividades industriales que hoy llamamos artesanales, y con servicios minúsculos, como la aparición de la moneda, el inicio de anotaciones contables, o la puesta en marcha de vías de comunicación. Todo ese conjunto del servicio de transporte y de la agricultura, más la industria artesanal, constituyeron una realidad cristalizada que convivió, por ejemplo en España, hasta el siglo XVIII. Y todo eso se había mantenido durante siglos, y el inicio de su superación se creaba en el Hemisferio Norte, pues en el Hemisferio Sur, en América, en zonas del Pacífico y en África, ese impacto hacia novedades no surgía.
De pronto, todo lo que estaba sucediendo y sus perspectivas se transformaron, debido a una triple influencia que nace en el siglo XVIII. Se trata de un colosal avance científico del que se derivan realidades de bienes y servicios que antes no se sospechaban, como enormes novedades tecnológicas. Se crea esta realidad en Europa, aunque no en todas las regiones europeas y ese avance científico creó la base tecnológica de la Revolución Industrial.
El impulso productivo no puede prolongarse indefinidamente por el cambio climático
Pero a más de estas dos apariciones, la científica y la de avances extraordinarios en el suministro de bienes y servicios, surgió el avance de una serie de proposiciones efectuadas por intelectuales, quienes señalan, con ampliaciones extraordinarias sociales del ambiente, la aparición del liberalismo, su proyección hacia la política -la Democracia- y también hacia la sociedad, con realidades de justificación incluso del llamado libertinaje. Y también el marco público nuevo se consolida, en primer lugar en Inglaterra, tras la Revolución Puritana que triunfa con el impulso de Cromwell; y en el continente, con la Revolución Francesa; y ampliándose en el hemisferio norte con la independencia de EEUU y también en Rusia.
Pero a todo este conjunto de cambios se une otro como consecuencia de la aparición de la Escuela Clásica de la Economía, a partir del mensaje de Smith y David Ricardo de 1790, del que se deriva toda una serie de economistas. Efectivamente, de esas ideas iniciales, como en 1936 acertaría a señalar Keynes, se derivan ideas que "para bien o para mal", generan también una nueva realidad en el mundo. La economía que hace irrupción se encuentra en el Hemisferio Norte. No la vemos ni en Latinoaméica, ni en África, ni en las islas del Pacífico, regiones donde no surge nada parecido.
Se intentó más de una vez alterar todo esto. Baste citar el gran impacto derivado de Carlos Marx, con el fin de cambiar radicalmente el panorama. Recordemos el famoso Manifiesto de 1848, que pasó a tener en el ámbito productor de bienes y servicios creado por las fuerzas anteriores, un efecto a veces extraordinario. Hoy, y casi simultáneamente, se observa, a pesar de las tonterías planteadas con el nombre del "68" y sus derivados, una especie de disolución que, concretamente, se observa también en el Hemisferio Norte, con el paso de la Unión Soviética -que vuelve a ser Rusia- y todo otro conjunto de países independientes; o en China con la evolución de Mao a Deng Tsiao Ping.
Estas novedades del Norte se imitan con dificultad en el resto del planeta, y no tienen ningún peso. Me lo ha confirmado la aportación de un ensayo aparecido recientemente en la revista Procesos de Mercado, en un artículo preparado por varios economistas argentinos y titulado Argentina y África, donde analizan las realidades de Argentina, Egipto, Marruecos, Túnez y Sudáfrica, para demostrar que en ese conjunto existe algo que lo diferencia respecto a otros países, y concretamente a los del Hemisferio Norte.
Y esta realidad existente en el Septentrión, crea actualmente ventajas evidentes que en más de una ocasión se refuerzan a través de uniones políticas, de alguna manera, recordando aquello que hizo Roma. Hoy tienen un riesgo considerable que no se debería ignorar: Perpiñá Grau lo señaló después de haber asistido a una reunión en Roma, tras el impacto del famoso choque petrolífero de 1973. Se trataba de la creencia de que las bases para el desarrollo económico fortísimo que había existido hasta entonces en el Hemisferio Norte, estaban amenazadas por una forzosa escasez de materias primas para abastecer las necesidades de su expansión productiva. Apoyándose en el modelo imput-output, esta amenaza preocupó muchísimo, pero se comenzó a derrumbar con rapidez gracias a un excelente trabajo de la Royal Geographical Society que mostró, gracias a trabajos inteligentísimos, que esa amenaza no existía. Ese problema parece estar disuelto.
Pero ha aparecido otro que se contiene en un libro recientemente preparado en España por el Club de la Energía, donde se encuentran una serie de aportaciones que señalan de qué manera el impulso productivo debido a la libertad económica y a los progresos científicos que tuvieron lugar, no puede prolongarse indefinidamente, porque generaría un problema de enlace de la energía que acompaña a esa realidad con un calentamiento que, forzosamente, provocaría toda clase de ruinas, y por ello ahora obliga a tomar decisiones coactivas y de ámbito incluso supranacional. En estos momentos, esa es una cuestión nueva, cuya proyección en la realidad política, social y económica no se puede conocer exactamente, mas precisamente quienes parece que se niegan a admitir esas coacciones para disolver el dilema incremento productivo-cambio climático son Estados Unidos y China, concretamente también en el Hemisferio Norte.
Es un momento de alteraciones radicales en geografía, historia y sociedad
Todo lo señalado es una especie de ratificación de los puntos de vista expuestos por Emilio Lamo de Espinosa, y muestra algo de lo que tiene que tener en cuenta, forzosamente, España: la comprensión de que su política económica tiene que aceptar todo este planteamiento industrial, dado que, desde el Plan de Estabilización de 1959, ha optado nuestra nación por la Globalización Económica, y además, porque geográficamente, se encuentra en el Hemisferio Norte. La cercanía a África por ejemplo, frena y no impulsa nuestra actividad, y también ciertos sueños, como los culturalmente obligados, respecto a Iberoamérica, que en lo económico no pueden tener prioridad, aunque sí un segundo lugar muy interesante. Y también es preciso tener en cuenta en España cambios espectaculares que surgen en esta parte del globo. Concretamente, -confieso que me llamó la atención un artículo recientemente publicado en Futuribles- a causa de que el calentamiento genera un inicio que puede licuar los hielos del Océano Glacial Ártico, con lo que los enlaces del Hemisferio Norte, y por lo tanto, sus fronteras, dejarán de utilizar partes meridionales del mundo septentrional, para verificarse mucho más hacia el Polo, con beneficio evidente, tanto para Rusia como para el conjunto de Canadá y Estados Unidos y los países del Báltico, con enlaces hacia el Atlántico Norte en general. Para emplear el léxico de Espinosa, estamos al lado de alteraciones radicales en la geografía, en la historia y en la sociedad.