Opinión
Los venezolanos merecen el apoyo de los españoles
Víctor Arribas
El presidente encargado de Venezuela está en España este fin de semana, pese al desplante que ha sufrido por parte del Gobierno español. Lo normal es que esta autoridad de la nación caribeña, a la que tantos lazos nos unen, hubiera pasado de largo en su periplo por diversos países europeos, en vista del nulo interés, más incluso, el evidente desprecio al que le está sometiendo el presidente Pedro Sánchez.
Pero una cosa es el Gobierno español, y otra el pueblo español, ha debido pensar Juan Guaidó, que va a reunirse con autoridades de otras administraciones y quiere agradecer en un acto público su apoyo al pueblo de Madrid, que es el español en su conjunto, el que siempre ha estado al lado de los venezolanos que sufren un terrible régimen dictatorial, con represión en las calles, desabastecimiento en los comercios y presos políticos torturados o asesinados. Según el Foro Penal, medio centenar de opositores fueron asesinados y más de dos mil encarcelados en el año que acaba de terminar.
La decisión de no recibir a Guaidó forma parte de un cambio de rumbo en la política internacional, como el que se está produciendo en el resto de resortes de la vida pública, que el gobierno de coalición progresista está cambiando uno por uno según su modelo social e ideológico. O según sean las facturas que el presidente tiene que pagar con sus socios, indeseados hasta hace dos meses y ahora hermanos intelectuales y en plena camaradería.
Si este país conserva aún un ápice de sensibilidad alejada de partidismos, debería conmoverse al ver que el socialismo español abandona a los venezolanos a la tiranía, e incluso convierte a Felipe González en un peligroso radical
Lo peor de esta situación relacionada con el trato que España está dando a la Venezuela asfixiada por el usurpador, sería concluir que Sánchez lo hace por convicción personal y no por las deudas que tiene con Podemos, cuyos votos le han vuelto a aupar al poder. Sería tan negativo como lo ha sido comprobar que el expresidente Zapatero, que ya no necesita pagar factura alguna ni a la ultraizquierda ni a los independentistas, considera que es Guaidó el usurpador del poder y que se le debe dar la espalda por los gobiernos democráticos europeos, como ha dicho en las últimas horas. Si este país conserva aún un ápice de sensibilidad alejada de partidismos, debería conmoverse al ver que el socialismo español abandona a los venezolanos a la tiranía, e incluso convierte a Felipe González en un peligroso radical, por pronunciarse contra el más lamentable representante bolivariano que ha dado el cono sur.
Un ministro del Gobierno, José Luis Ábalos, sí que ha tenido la delicadeza diplomática de atender a alguien que ha llegado desde Venezuela, aunque fuera en una escala vertiginosa en el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid. Se reunió con Delcy Rodríguez, considerada por la Unión Europea como la responsable de las torturas de presos políticos, según el informe de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet. La llegada a suelo español de Delcy supone la violación por parte del Gobierno de las sanciones impuestas por la UE, de la que aún formamos parte, al régimen dictatorial de Nicolás Maduro. Ábalos reaccionó en un primer momento con el increíble argumento de que acudió al aeropuerto para reunirse con el ministro de Turismo, que es su amigo personal, y por casualidad en el mismo avión viajaba la vicepresidenta y mano derecha del dictador venezolano. Como si la reunión con Félix Plasencia no fuera en sí misma igual de inmoral. Y horas más tarde se burlaba de que le preguntaran si se ha reunido furtivamente "con uno de Venezuela o no", alegando que hay cosas más importantes en la agenda que, por supuesto, es él quien debe decidir.
El desprecio a la Venezuela democrática y sufriente no ha terminado ahí. El vicepresidente que trabajó para el Gobierno socialista de Chávez con jugosos beneficios en los meses en que se gestaba su incipiente formación política, ha rebajado a Guaidó a un papel de mero opositor, contradiciendo el reconocimiento que el mismo Gobierno hizo del presidente encargado, que lo es no por ningún golpe de Estado, sino por designio de la Constitución venezolana en su artículo 233. De todas las disrupciones que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias están llevando a cabo, primero en los años en los que han asentado sus liderazgos y ahora desde el poder, hay una que jamás habríamos podido imaginar: la mentira ya no es un elemento que pueda penalizar en la política española.