Impuestos y comida 'basura'
Francisco de la Torre Díaz
La denominada comida "basura" no engorda... engordas tú. Pero para cambiar los malos hábitos alimenticios quizás no sea una buena idea la dieta de freír esta comida a impuestos. Porque los impuestos a la comida "basura" no los paga la comida, los pagas tú. Y lo peor de todo es que resulta complicado que la vía fiscal conduzca a una dieta más sana.
Empecemos por lo obvio, la venta de alimentos y bebidas está sujeta al IVA. Como regla general, la entrega de comidas y bebidas para la alimentación humana está sujeta al tipo reducido del IVA, actualmente el 10%. Hay una serie de alimentos y bebidas que se benefician del IVA superreducido del 4%. Ahora bien, estamos ante una lista cerrada, y teóricamente transitoria, negociada por España en su adhesión a la Unión Europea.
Los tributos sirven para recuadar pero no tienen utilidad a la hora de cambiar hábitos de consumo
Supuestamente los alimentos de primera necesidad son los que tributan al 4%. Ahora bien, la distinción es a veces caprichosa. Por ejemplo, el queso tributa al tipo del 4%, mientras que el requesón lo hace al 10%. Otro ejemplo es que la leche desnatada tributa al 4%, mientras que la leche condensada lo hace al 10%. Podríamos seguir, pero lo relevante es que puede resultar muy complicado incluir nuevos productos en la lista del tipo superreducido. Por otra parte, el resto de la alimentación para consumo humano tributa al tipo reducido. Únicamente tributan a tipo general del IVA las bebidas alcohólicas, aunque tengan un nivel de alcohol extremadamente reducido, como la cerveza sin alcohol. ¿Usted sabía que la cerveza sin alcohol lleva más del doble de carga fiscal que un refresco? Si no lo sabía, y no conozco a nadie fuera del mundo de los impuestos o de las bebidas, que lo sepa, entonces la diferencia es casi inapreciable. Porque, por supuesto, todo el mundo tiene claro que una bebida de alta graduación, como el whisky o la ginebra, sí lleva muchos impuestos. Esto hace que las bebidas de alta graduación tenga un precio más elevado y se consuman menos.
Pero aquí no estamos hablando de productos perjudiciales para la salud en sí mismos, como podría ser el tabaco, sino de alimentos que una mayoría de la población, no todos, deberían consumir menos. Y esto es difícil de conseguir sólo con el IVA. Pensemos en una lata de refresco de 45 céntimos, que pague un IVA del 10% y se venda a 50 céntimos. Si subimos el IVA al 21%, la lata de refrescos pasaría a costar 55 céntimos, que sería el precio de una lata de cerveza sin alcohol del mismo precio después de impuestos. Si uno va al supermercado, puede observar que la lata de cerveza no es mucho más cara, precisamente porque el impuesto especial para las cervezas no es muy elevado. Obviamente, no conozco casos de personas que sustituyan cervezas por refresco por razón de precio, ni tampoco cervezas "con" por cervezas "sin", debido a su precio. Los que lo han hecho y han optado por cerveza sin alcohol ha sido por hacerle caso al médico o a la Dirección General de Tráfico.
La clave para mejorar la dieta de las personas está en el convencimiento y en la educación
En general, los impuestos sirven para recaudar y no tanto para cambiar hábitos de consumo. De hecho, si el establecimiento o la elevación de los impuestos reducen sustancialmente el consumo, entonces no se recauda. Aquí como hay tres tipos de IVA, la alimentación está en los dos más bajos, y al superreducido es muy complicado añadir más productos, casi todo el recorrido es al alza.
Por ejemplo, podríamos equipararnos con la mayoría de los países de Europa y que las bebidas azucaradas pagasen el IVA general y no el reducido. Esto permitiría unos ingresos adicionales por IVA del orden los 400 millones de euros, según calculé en 2017 cuando estuvo sobre la mesa la creación de un impuesto especial a las bebidas azucaradas, que preveía recaudar la mitad. Previamente, ese impuesto especial se había implantado en Cataluña, con unos resultados recaudatorios escasos. Pero, con independencia del impacto recaudatorio, no parece probable que se hayan alterado las pautas de consumo en Cataluña respecto del resto de España, en lo que se refiere a bebidas azucaradas.
Sigo pensando que implantar un impuesto especial, con el coste de burocracia, obligaciones formales y control, no tiene sentido si el producto sigue bonificado en el impuesto general sobre el consumo que es el IVA. En consecuencia, si se quiere aumentar la carga fiscal a parte de las bebidas o productos alimenticios, el primer paso sería que pasasen al tipo general del IVA. Pero esto plantea dos graves problemas, en primer lugar que es particularmente regresivo, estamos hablando de encarecer productos de alimentación que consumen en mayor medida las familias menos favorecidas. Pero, sobre todo, ¿cómo distinguimos objetivamente la "comida basura" de la "comida saludable"? Por ejemplo, ¿la carne de hamburguesas es comida basura pero no lo es, si es la misma carne para albóndigas?, o ¿hay que extender el impuesto a toda la carne de vacuno? Si ya hay problemas para definir qué "procesos bacterianos" sobre la leche, es decir quesos, llevan tipo reducido o superreducido, imaginemos lo que es considerar basura o no una comida, a efectos de IVA y luego de un impuesto especial.
Obviamente, y aunque España es el segundo país del mundo con mayor esperanza de vida, deberíamos mejorar nuestra dieta. Ahora bien, los impuestos indirectos son generales e indiscriminados, con lo que resultan unos aliados complicados en este objetivo. Especialmente, cuando el problema no es que un producto sea nocivo o perjudicial en sí mismo, sino su consumo excesivo. Como en tantas otras cuestiones, la clave está en el convencimiento y en la educación. Quizás se pueda adoptar alguna medida fiscal concreta, pero no deberíamos confiar fundamentalmente en los impuestos indirectos para una mejora sustancial de la dieta de los españoles.