Opinión
Boris Johnson: la mejor opción para la economía británica
Matthew Lynn
El efecto Boris en la economía se puede ya dar por sentado. Después de meses de incertidumbre, con un Parlamento estancado, un sistema político caótico y un partido de oposición de extrema izquierda amenazando con una ola de nacionalizaciones, subidas de impuestos y confiscaciones a escala nunca vista fuera de Suramérica, a nadie sorprendió que la inversión se hubiera paralizado en Reino Unido. A veces todo lo que hace falta es claridad y decisión para revivir la confianza empresarial, y con un Gobierno conservador con una clara mayoría, el Reino Unido tendrá ahora abundancia de ambos factores.
Pero eso no significa que ni el primer ministro Johnson ni el ministro de Hacienda Sajid Javid puedan relajarse. El efecto Boris debe ser turboalimentado para sacar la economía del borde de la recesión y desbloquear todos los beneficios potenciales de la salida definitiva de la UE. ¿Cómo?: Necesitamos aprobar el Acuerdo de Retirada de la UE antes de Navidad y empezar a trabajar en nuevos acuerdos comerciales en enero; necesitamos un presupuesto inmediato a favor del crecimiento y de la empresa; y necesitamos establecer una visión de una economía liberal, abierta e hipercompetitiva después del Brexit, que sea la más favorable para las empresas y los consumidores en el mundo desarrollado.
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Si hacemos todo eso, el rebote se puede convertir en un salto: algo que te lleva a un nivel permanentemente más alto. Pero si no lo hacemos, será seguido de un descenso, como siempre lo son los rebotes.
Desde el momento en que las encuestas dejaron claro que el Partido Conservador se dirigía hacia una victoria decisiva, los mercados estaban de humor festivo. La libra subió a sus niveles más altos desde el referéndum de 2016. Ayer por la mañana, las acciones cotizaban al alza, sobre todo los valores de mediana y pequeña capitalización, que habrían sido los más perjudicados por un Gobierno de Corbyn. No fue una gran sorpresa. El manifiesto del Partido Laborista prometía infligir tantos daños a las empresas y a los creadores de riqueza que el levantamiento de esa amenaza solo podía ser motivo de alegría. Todo lo que prometió fueron meses de incertidumbre y división, seguidos de un segundo referéndum que simplemente habría profundizado las divisiones del país. De las opciones ofrecidas, una administración de Johnson con una mayoría decisiva era la única que ofrecía alguna perspectiva de retorno al crecimiento.
Sin embargo, evitar el desastre no es suficiente por sí solo. En los últimos meses, la economía se ha detenido. La inversión estaba en suspenso y la confianza de las empresas había disminuido. El crecimiento se ha ralentizado considerablemente en toda Europa y no seremos inmunes a ello. Hasta ahora hemos evitado una recesión, pero por muy poco. Incluso con un acuerdo de retirada en vigor, nuestra salida de la UE a finales del mes que viene todavía puede crear turbulencias. El crecimiento en 2020 no puede darse por sentado. Va a necesitar ayuda.
En primer lugar, y lo más evidente, que el Parlamento apruebe ese acuerdo de retirada lo antes posible. Ya es hora de que se cierre definitivamente cualquier debate sobre si nos vamos de la UE o no. Esa decisión ya está tomada. Al mismo tiempo, y antes de Navidad, el Gobierno debe establecer planes para alcanzar un rápido acuerdo de libre comercio con la UE. Ya poco importa que los partidarios de continuar en la UE vuelvan a agitar el miedo dentro de once meses, cuando se vislumbre el plazo para la fase de transición de nuestra salida. Las empresas están hartas de los ultimátums. Cerrar un acuerdo antes del verano para que podamos olvidarnos de todas esas tonterías sobre la escasez de alimentos, los camiones en Dover y los hospitales que se están quedando sin medicamentos. Las garantías son alcanzables mientras se tenga un plan y los votos en el Parlamento para llevarlo a cabo, y eso es lo que necesita la economía.
A continuación, Hacienda necesita entregar un presupuesto procrecimiento y proempresa a principios de enero. Si el Reino Unido ha tenido un Gobierno que funciona desde hace tres años, nadie lo ha notado. Con la ralentización de la demanda y con las finanzas públicas en equilibrio, la necesidad de un impulso fiscal para la economía es ahora incuestionable. Deberíamos gastar más en servicios públicos y recortar también los impuestos, especialmente para muchos de los trabajadores con salarios bajos que han votado por primera vez a los conservadores. Pero eso es solo el comienzo. No hemos tenido un ministro de Hacienda conservador de mentalidad reformista con los votos necesarios para respaldarlo desde que Nigel Lawson fue nombrado, tras la victoria igualmente contundente de Thatcher en 1983. Nuestro sistema fiscal debe simplificarse. El creciente contingente de trabajadores autónomos necesita un impulso. Hay que animar y proteger a los empresarios, y tenemos que seguir recortando Sociedades porque no hay forma más eficaz de persuadir a las multinacionales de que se establezcan aquí. Podemos permitírnoslo, y se pagará por sí mismo, así que no hay excusa para no seguir adelante.
Por último, el nuevo Gobierno debe establecer una visión convincente de una economía liberal y abierta, fuera del asfixiante abrazo de la UE. Hemos pasado tanto tiempo discutiendo sobre si realmente nos vamos a ir que nos hemos olvidado de hablar sobre lo que vamos a hacer cuando estemos fuera. ¿Cuál es la fórmula? Necesitamos altos niveles de inmigración, pero con un sistema de puntos que garantice que se trata de trabajadores cualificados y de alta productividad a los que animamos a trasladarse aquí. Deberíamos abandonar el proteccionismo de la UE en ámbitos como agricultura, y adoptar el libre comercio unilateral, e ignorar las quejas de lobbies proteccionistas. Y debemos adoptar una regulación flexible, que convierta al país en un banco de pruebas a escala global de tecnología, innovación y espíritu emprendedor.
La economía recibirá un impulso en breve tiempo. La certidumbre es siempre una ayuda, y la Navidad será mucho mejor para la mayoría de las firmas de lo que habría sido con un Parlamento bloqueado y un frágil Gobierno de coalición dirigido por Corbyn. Pero eso podría desaparecer durante el resto del invierno, a menos que la administración reelegida de Johnson sea lo suficientemente audaz como para darle un impulso decisivo.