Empleo: prosigue la tendencia negativa
Carlos Martínez
Parece que ni el Black Friday, ni el Cyber Monday, con el tirón del consumo que suponen, han sido capaces de atenuar la ralentización que está sufriendo nuestro mercado de trabajo. Si octubre de 2018 (a pesar del tirón del gasto público) fue un auténtico desastre, este año vemos un panorama aún peor que marca una tendencia realmente preocupante.
Según los datos proporcionados por el Ministerio, el paro en el mes de octubre ha aumentado en 20.525 personas (presentando el peor dato desde noviembre de 2016), dejando en 3.198.184 el número de desempleados inscritos en las oficinas del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE). Además, como dato más importante, hemos perdido 53.114 cotizantes a la Seguridad Social, dejando el número de afiliados por encima de los 19.378.870.
Si analizamos por sectores, la agricultura y la industria han arrojado datos positivos, mientras que la cruz de la moneda la hemos tenido con la construcción (que parece que empieza a notar la ralentización del mercado inmobiliario) y, como suele ser habitual, el sector servicios, que ha destruido mas de 23.000 puestos de trabajo.
La economía española, como podemos observar a tenor de estos datos, continúa sumida en una aguda ralentización desde mediados de 2017. Por aquel entonces, nuestra economía creció inter-trimestralmente el doble que en 2019, lo que, sin duda, acredita un menor ritmo de crecimiento que afecta al empleo de forma considerable.
El problema que tenemos actualmente es que el escaso crecimiento que estamos viviendo en 2019 se ha producido, fundamentalmente, por un enorme consumo público por un lado (producido en distintos periodos electorales que tenían como finalidad tener contento al electorado) y por un moderado crecimiento en exportaciones por el otro, que, de momento, han mantenido el tipo y han tapado de forma importante la falta de dinamismo de nuestro mercado interno.
Y ¿por qué decimos que esto es un problema? Porque son factores de crecimiento que están condenados a desaparecer por distintos motivos. El consumo público bajará de manera importante, ya que el aumento del déficit que hemos vivido no va a dejar mucho margen de movimiento al futuro gobierno; y en lo relativo a las exportaciones, la guerra comercial que estamos viviendo en el contexto internacional, sin duda pasará factura a nuestros datos y Europa será uno de los grandes damnificados. Probablemente, los efectos reales de esa pugna entre Estados Unidos y China empezarán a verse con más fuerza en este último trimestre de 2019 y en el primer semestre de 2020. Si a todo lo anterior sumamos que el consumo privado y las inversiones tampoco van a mejorar sustancialmente, podemos estar ante unas perspectivas realmente desoladoras.
La construcción empieza a notar la ralentización del mercado inmobiliario
Como sabemos, la relación entre el crecimiento de la economía y la reducción del desempleo está estrechamente relacionada en general, especialmente en el caso de España, debido a la estructura regulatoria de nuestro mercado de trabajo (a pesar de la reforma laboral) que impide que, en tiempos de ralentización o incluso de recesión, nuestras empresas puedan ajustar (lo que en muchos casos es su mayor coste) los salarios o reducir las horas de trabajo, haciendo que la destrucción de empleo sea inminente y masiva.
De esta manera,y teniendo un desempleo de más del 14 por ciento (duplicando la media europea y multiplicando por 4 a países con EEUU o el Reino Unido), el nuevo gobierno (a pesar de lo que hayan dicho en campaña electoral, de sus mantras y de sus prejuicios) debería, por el bien del país, apostar por flexibilizar el mercado de trabajo de manera que se permita a las empresas, como decíamos anteriormente, ajustar salarios o reducir horas de trabajo en función de sus resultados económicos, lo cual reduciría los episodios de despidos masivos que ya vivimos en la anterior crisis.
La reforma de 2012 ayudó a esta liberalización, pero quienes se vieron especialmente favorecidas fueron las grandes empresas. Debemos pensar que todavía tenemos una gran asignatura pendiente con las pymes, pues debemos dotarlas de los instrumentos legales necesarios para realizar los ajustes oportunos se aseguren su viabilidad.
Se debe dotar a las pymes de los instrumentos para que puedan realizan ajustes laborales
Como ya hemos dicho en otras ocasiones, si nuestros políticos no pueden hacer gran cosa para evitar la ralentización (causada fundamentalmente por factores externos), sí pueden tomar las medidas presupuestarias, fiscales y laborales para que este bache que estamos sufriendo no se convierta en un profundo socavón.