Opinión

¿Es sostenible la deuda externa española?

    España, segundo país con mayor endeudamiento externo neto del mundo

    Alberto Nadal

    Para una economía como la española, aún más importante que la sostenibilidad de la deuda pública, es la sostenibilidad de la deuda externa.

    El endeudamiento exterior se mide a través de la posición de inversión internacional neta, que refleja la diferencia entre los activos financieros que un país posee frente al exterior y los pasivos que debe a inversores extranjeros. Básicamente, si la posición de inversión internacional es positiva significa que nos deben más de lo que debemos, es decir somos acreedores netos. Y, si es negativa, lo contrario, es decir somos deudores frente al exterior.

    Esta posición acreedora o deudora es consecuencia de la acumulación de nuestros saldos exteriores. En líneas generales, cuando tenemos déficit por cuenta corriente, eso significa que compramos de fuera más de lo que vendemos, y que la diferencia se financia con deuda externa que vamos acumulando. Por el contrario, cuando tenemos superávit, nuestras exportaciones de bienes y servicios superan a las importaciones, y la diferencia nos da un activo frente al exterior, es decir, somos acreedores por esa cuantía.

    Así, si un país presenta un alto endeudamiento externo es porque ha acumulado muchos déficits por cuenta corriente, de igual forma que si un Estado tiene una alta deuda pública, es porque ha acumulado un elevado número de déficits públicos. Y, tanto la deuda externa como la deuda pública, cuando son elevadas, deben refinanciarse y su refinanciación depende de la percepción que los compradores tienen de la calidad de esa deuda, es decir, de su sostenibilidad. Por ello, solo van a volver a prestar su dinero si tienen la seguridad de que éste va a ser devuelto. Además, cuanto mas improbable crean que es esta devolución, mayor será el interés que exijan por la deuda.

    La deuda pública es más sostenible cuanto menor sea el nivel de endeudamiento, más bajos estén los tipos de interés, mayor sea el crecimiento económico y menor sea el déficit público. De forma paralela, la deuda externa externa es más sostenible cuanto menor sean los tipos de interés, menor el endeudamiento externo y el déficit exterior, y cuanto mayor sea el crecimiento económico.

    Solo EEUU nos supera en el mundo en cuanto al volumen de su pasivo neto

    ¿Y cómo está el endeudamiento externo de la economía española? ¿Cómo es de sostenible? Las malas noticias son que España es, en términos absolutos, el segundo país con mayor endeudamiento externo neto del mundo después de Estados Unidos. Y en relación al PIB, su deuda externa se encuentra entre las más altas de Europa. Los datos de Eurostat para 2018 sitúan la posición de inversión neta de España en una posición deudora equivalente al 80 por ciento del PIB, sólo superada por Grecia (143 por ciento), Chipre (121 por ciento), Portugal (106 por ciento), e Irlanda (165 por ciento). Esto contrasta claramente con la posición acreedora que tienen países como Alemania (60 por ciento del PIB), Países Bajos (70 por ciento), o Dinamarca (48 por ciento).

    Las buenas noticias son que el endeudamiento externo de la economía española en 2014 alcanzaba el 96 por ciento del PIB, es decir, en cuatro años ha descendido 16 puntos. La cifra actual, aún siendo muy alta en comparación con la mayoría de los países, es sostenible, porque al contrario que la deuda pública, la deuda externa está disminuyendo muy deprisa.

    El endeudamiento externo creció fundamentalmente durante los exorbitantes años de la burbuja financiera e inmobiliaria. En el año 2000, cuando el euro echa a andar, el endeudamiento exterior de España estaba en el 35 por ciento del PIB. La cifra no era para tirar cohetes, pero era manejable. Sin embargo, en el año 2009, la deuda alcanzaba la astronómica cifra del 98 por ciento del PIB. Esto se debió a que, a partir de la incorporación de la economía española a la eurozona, se fueron deteriorando poco a poco nuestra competitividad y nuestros saldos exteriores, deterioro que fue especialmente acusado en la segunda mitad de la década pasada. El deficit por cuenta corriente español batió récords, y, en 2007, se situó entre los más altos del mundo, por encima del 9 por ciento del PIB, una cifra realmente insostenible.

    La corrección, esta vez sin devaluación, del deficit exterior sumió a la economía española en la mayor y más prolongada recesión de su historia. Para el año 2012 se logró equilibrar el deficit exterior y, a partir de esa fecha, se alcanzan superávits continuados de nuestras cuentas exteriores, algo que no había ocurrido nunca en nuestra historia. Sólo en ese momento se empieza a recuperar la confianza de los inversores en la sostenibilidad de la deuda externa, lo que ha sido, sin duda alguna, uno de los factores fundamentales que han impulsado el crecimiento económico y la creación de empleo de los últimos años.

    La economía española debe mantener su superávit exterior y seguir reduciendo la deuda externa a la mayor velocidad posible. Hasta ahora, el alto endeudamiento externo se está compensando con nuestro superávit por cuenta corriente que, sin embargo, está disminuyendo. Pero un deterioro de la competitividad que nos volviera a situar en déficit exterior puede debilitar muy rápidamente la confianza de que España pueda devolver todo lo que aún debe a sus acreedores externos. Y ya conocemos cuáles son las consecuencias de esto último.