Opinión

El derecho y el terror

    Los despidos cerca de la jubilación suponen una odisea

    Antonio Méndez Baiges

    Les voy a contar una historia que no sucedió, pero que perfectamente podría haber sucedido. Es cuestión pacífica y universalmente aceptada que en nuestro Derecho Laboral, fuera del caso de la jubilación forzosa establecida en convenio colectivo -y aún esto solo desde hace poco tiempo-, la jubilación es un derecho del trabajador, no una obligación.

    Siendo la mayoría de los contratos de los trabajadores que alcanzan la edad de jubilación indefinidos, y no de duración determinada, al trabajador que no desea abandonar la empresa no hay otro remedio, como a cualquier otro, que efectuarle un despido, ya sea improcedente o, si se dan las circunstancias, objetivo, para prescindir de él.

    Sobre la base de lo anterior, el Viejo Profesor, antiguo profesor de Fiscalidad en cursos de máster y de Derecho Laboral en la Universidad, hizo una propuesta a la que quería proceder a la amortización de los puestos de algunos trabajadores en edades próximas a la jubilación. Dado que se daban las circunstancias para ello, podía efectuarles un despido objetivo y, como medida no traumática y en atención a una adecuada política social, satisfacerles la indemnización en forma de una prima única de un seguro de rentas inmediatas contratado por la empresa, a percibir desde el cese hasta la jubilación. La empresa quiso contrastar la propuesta, como ha-cía siempre, con el Despacho Grande, el cual, para su consternación, le indicó que esto no podía hacerse así, porque la Autoridad Tributaria denegaría la exención de las indemnizaciones arguyendo que se trataba de despidos pactados.

    Tuvo lugar una reunión a tres bandas entre representantes de la empresa, del despacho y del Viejo Profesor. Unos Jóvenes Atildados del despacho expusieron cómo la Autoridad Tributaria trataba estos casos, disponiendo de sentencias favorables. El profesor replicó que una del Supremo y unas pocas de otros tribunales, la última, de julio, de la Audiencia Nacional (no jurisprudencia), aireadas, generalizadas e interpretadas extensivamente por la Autoridad Tributaria, pese a que eran para casos con unas circunstancias muy concretas y específicas, y no justificativas de su actuación con el persistente ánimo de reducir en la práctica los beneficios fiscales e incrementar la recaudación a cualquier precio.

    Los despidos de empleados cercanos a la jubilación suponen una odisea

    Los Jóvenes replicaron que, en caso de llevarse a cabo el propósito de contratar el seguro, no debía dejarse el menor rastro documental o de otro tipo que demostrara la existencia de conversaciones en este sentido entre la em-presa y el trabajador, previamente a acudir al SMAC. A esto, el Viejo Profesor contestó que, sin problemas con la exención, más del noventa por ciento de los despidos que se llevan al SMAC, cualquiera que sea la edad del despedido y la proximidad o no de la misma a la edad de jubilación, son objeto de conversaciones previas por parte de la empresa y el trabajador, los cuales, a fin de ahorrar a ambas partes un pleito, no pactan ni mucho menos la simulación del despido, sino que "modalizan" las condiciones de dicho despido en cuanto al módulo de cálculo de la indemnización, consideración o no de salarios de tramitación, forma de pago de la indemnización, etc.

    Sobre esta base, la voluntad de la Autoridad Tributaria de indagar cualquier intento de entendimiento previo al SMAC entre la empresa y los empleados precisamente próximos a la jubilación en el modo apuntado por los Jóvenes Atildados era sencillamente, según el Profesor, terrorífica e inquisitorial, y sus criterios en todo caso recurribles.

    A esto, los Jóvenes Atildados respondieron que eso ya no era cuestión suya, sino de los de la planta de arriba, los fiscalistas, pues ellos solo eran expertos en Derecho Laboral y hablaban únicamente desde esta perspectiva.Finalmente, la Megaempresa no se atrevió a desoír la opinión del prestigioso Despacho ni correr riesgo alguno.

    El Despacho pasó una buena factura de honorarios por decir a la empresa lo que no podía hacer. Los Jóvenes fueron felicitados por los socios del despacho. Y el Viejo Profesor, con la cabeza enfrascada en sus libros de leyes, se preguntó si había llegado la hora de probar suerte en la horticultura o la jardinería y olvidarse del viejo y arruinado Derecho.