Opinión
Se veían venir las consecuencias del 10-N
Joaquín Leguina
Si ante la amenaza de cualquier calamidad se interrogara hoy al oráculo de Delfos, para acertar de lleno le bastaría con estas tres palabras: se veía venir.
Se trata del pronóstico más científico que pueda hacerse sobre el futuro.
(Manuel Vicent)
Antes de analizar los resultados electorales del domingo 10 de noviembre de 2019, parece conveniente comenzar por constatar cómo han caído los tres partidos siguientes: PSOE, 760.000 votos menos que en las elecciones de abril. Ciudadanos 2.500.000 votos menos. Y esa mezcla llamada Podemos ha perdido respecto a abril 530.000 votos. Por lo tanto, la primera exigencia dentro de la lógica democrática es que Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias hagan mutis por el foro, abandonen la esfera pública y se vayan a su trabajo privado.
Albert Rivera lo hizo el mismo lunes, pero de la dimisión de los otros dos no se sabe nada (ni se va a saber, me temo).
La primera dificultad para que esos dos líderes dimitan es tener que contestar a la siguiente pregunta: ¿tienen en dónde trabajar? Me temo que no y por lo tanto habrá que buscarles alguna forma de sustento antes de pedirles que se vayan. Yo propongo que don Amancio Ortega financie la hipoteca del casoplón de Galapagar propiedad de Iglesias, además de pasarle un viático de 4.000 euros mensuales. En cuanto a Sánchez, se le podría subvencionar mediante una derrama entre los afiliados del PSOE que tanto le debemos.
La militancia calla ante la deriva del PSOE, cuya consecuencia es llevar la ruina al país
Tengo para mí que hay multitud de argumentos que avalan pedirles la renuncia como pago de este desaguisado político al que ellos nos han empujado. Primero nos llevaron a unas nuevas elecciones que jamás debieron convocarse y luego vinieron unos resultados catastróficos que hacen hoy impensable que en las Cortes se produzca el entendimiento, la generosidad y la defensa de los intereses generales. Porque –estará usted de acuerdo conmigo, amable lector- estos señores no han hecho otra cosa en política que defender sus intereses personales, no sólo en contra de los intereses colectivos, también en contra los intereses de su propia formación política.
Sánchez, por comenzar por el más responsable de los dos, ha destruido su propio partido marginando a todos aquellos que no comulgábamos con sus ambiciones, con sus amistades políticas (empezando por ese peligro público apellidado Iceta) ni con su oportunismo ilimitado.
Y ahora me temo lo peor pues, tras conocerse el preacuerdo con Podemos, Sánchez volverá, como la burra al trigo, es decir, a intentar una investidura con apoyos incompatibles con la Constitución, separatistas de diverso pelaje incluidos. ¿Cómo cohonestar el europeísmo y la vigencia de nuestra Constitución con Esquerra Republicana y con el chavismo de Iglesias o de Errejón? Y de esa investidura saldrá un Gobierno con Podemos. Un Gobierno con el bicho dentro que difícilmente podrá sacar unos Presupuestos Generales que tengan el visto bueno de la Unión Europea, para no hablar de las pensiones o de abordar con mano firma el merdé catalán.
Y ante esta perspectiva de auténtica y peligrosa ingobernabilidad, los "militantes" del PSOE callan y no se oye ahí dentro ni una sola voz que proteste ante una deriva que puede llevar a la ruina al país entero.