Opinión

Promotores del suicidio económico Catalán

    Manifestación en contra de la sentencia del procés

    Juan Velarde Fuertes

    Es obligado señalarlo. Cuando llegó la Revolución Industrial a España y se deshizo la proyección política que tenía en el conjunto mundial -especialmente en Europa y América- , surge otra España.

    Pero aparecieron una serie de problemas, al haberse decidido crear en el país una serie de distritos industriales protegidos frente a la competencia exterior, y que estuvieran ligados a Barcelona, a Bilbao, y a la Cuenca Minera Asturiana, con el complemento, entonces minúsculo en lo económico, de Madrid, a causa de su base política y de ser el centro de comunicaciones que se debía, sobre todo, al impulso creado a partir de Carlos III. Al ser el centro Madrid, de transportes y comunicaciones y político, automáticamente, como lo demostró todo lo derivado a partir del Banco de San Carlos, pasó a convertirse también la capital de España en un importante centro financiero.

    Naturalmente todo este proceso dio a lugar a multitud de marchas. A través de mil senderos, los españoles de algún peso social, trataron de acercarse a la nueva realidad universal. Para ello, tenían ventaja las mencionadas cuatro áreas en las cuales de desplegaron toda clase de argumentos radicalmente falsos. Y para lograr mayores ventajas, el mundo empresarial, aliándose a políticos, empleó toda clase de sofismas que, sin embargo, tenían un peso considerable en la opinión pública. Por poner un ejemplo, es significativo el texto que me encontré en el semanario católico y antiliberal de Barcelona, La Hormiga de Oro. En él se decía que los librecambistas políticos madrileños, ligados al sector comercial y financiero de la capital, todos ellos y junto a francmasones, se reunían en las cavernas construidas por Inglaterra para la defensa de Gibraltar con los economistas británicos seguidores de las tesis de David Ricardo, maquinando la conveniencia de eliminar los Aranceles al mismo tiempo que oficiando misas negras, a las que asistían demonios, todo ello con el fin de hundir los negocios textiles que alboreaban en aquellos momentos en manos católicas de Cataluña. Todo esto se vinculaba a la atención que existía en Cataluña favorable al carlismo, en pugna con el liberalismo de Isabel II, y no digamos con los que pasaron a gobernar en el periodo que trascurre de 1868 a 1874.

    El origen del movimiento secesionista data   de la Revolución Industrial

    El clero catalán se solidarizó con eso. Recordemos el manifiesto que se envió al Papa oponiéndose a que fuese el padrino, en el bautismo del futuro rey Alfonso XII, por considerar que se trataba de un heredero para consolidar el liberalismo anticristiano. Únase todo esto a la publicación del documento de Sardá y Salvany, titulado El Capitalismo es Pecado. Ese espíritu encajaba con la defensa de las actividades agrícolas e industriales catalanas, como por ejemplo, las que nos ha expuesto, en su magnífica obra Prim, el profesor Emilio de Diego. Y hay que señalar ahora todo esto, porque en esa especie de búsqueda de impulso cuando España se encontraba muy retrasada en lo económico, en el ámbito católico de Cataluña se consideró que todo ello exigía alteraciones fundamentales que pasaban a ligarse con recuerdos históricos y con la aparición simultánea del romanticismo. Este romanticismo amante de todo lo pasado, se unió en Cataluña con la búsqueda del mantenimiento de una lengua tradicional y ajena a la oficial impuesta por el mundo liberal. Y esta cuestión del idioma, muy unida por un lado al nacimiento del mundo intelectual en la región, por otro lado al clero sobre todo, en las regiones rurales y también, a intelectuales importantes españoles que contemplaron el auge idiomático que surgía en Cataluña más el añadido de toda una serie de acontecimientos culturales, como los llamados Jocs Florals, como fue el caso de Menéndez Pelayo. Indudablemente, no es posible dejar de señalar la riqueza lingüística que tiene el catalán, con cumbres como la de Eugenio d´Ors. Y yo mismo, como catedrático en la Universidad de Barcelona, comprendí que la riqueza idiomática del catalán era evidente. Pero esto no queda solo en el mundo de la estética. Gracias a las aportaciones de Max Weber se evidencia algo muy importante expuesto en su obra magna, Economía y Sociedad: "El ámbito de influencia de la dominación sobre las relaciones sociales y los fenómenos culturales, es mucho más amplio que lo que parece a primera vista. Por ejemplo, la dominación que se ejerce en la escuela es la que determina la forma de hablar y de escribir que se considera correcta. Los dialectos que funcionaban como lenguaje de Cancillería política autocéfala en las comunidades políticas, es decir, la de sus gobernantes, se convirtieron en forma de lenguaje y escritura correctas, generando separaciones políticas, como por ejemplo, la existente entre Holanda y Alemania". Por supuesto, a mí el catalán me parece una lengua preciosa; pero su difusión escolar creó lo de Holanda. Y, además, lo incrementó, al enlazarse con el romanticismo, con tesis del clero catalán, y con problemas derivados de la competencia económica internacional. Esto probaría en España la raíz de un movimiento separatista análogo al señalado por Max Weber.

    España debe levantarse y poner fin al drama social y económico que el 'procés' genera

    Y a todo esto se añadió en España un doble mensaje. En primer lugar, el de Cambó, después de los tremendos sucesos que surgieron en Barcelona por el auge, en el mundo obrero, de un movimiento revolucionario violentísimo, fundamentalmente de raíz anarcosindicalista, y que, de alguna manera, creía que era posible imitar lo que con raíz marxista había triunfado en Rusia. Pero este movimiento, surgido con fuerza en 1919, también se relacionaba con una crisis financiera, la que comenzó con la quiebra del Banco de Barcelona. Fue el momento en que se produjo un enlace, derivado del patriotismo de Maura, político que intentaba eliminar una realidad revolucionaria seria con la colaboración de un creciente catalanismo, basado en la confluencia de la búsqueda del proteccionismo. Esto fue lo que se encuentra detrás de la llegada de Cambó como Ministro de Hacienda en un Gobierno de Maura. Asumió este gobierno, nada menos que dos cosas. Por una parte, la consagración de un proteccionismo arancelario enorme, que sería calificado en la Sociedad de Naciones con el nombre de la muralla china arancelaria española y, por otra parte, una Ley de Ordenación Bancaria, para facilitar especialmente el desarrollo industrial español. Añádase, como una derivación inmediata para salvar del "banquillo" a buena parte del mundo financiero y político catalán implicado en la quiebra del Banco de Barcelona, merced a la aparición de la ley de Suspensión de Pagos, todo ello acompañado de la tesis de que el mundo bancario madrileño era el que había causado la ruina al abandonar el Banco de España una ayuda lógica al Banco de Barcelona.

    Los intentos de Madrid, ampliarían todo esto. Pensemos en el general Primo de Rivera y el golpe de Estado de 1923 a 1930 que, a más de liquidar el movimiento narcosindicalista que afectaba al mundo empresarial de Barcelona, organizó acontecimientos como la famosa Exposición Universal en la capital catalana.

    Todo lo señalado hasta ahora, interaccionándose, creó lo que en economía se llama un poderoso distrito industrial radicado centralmente en Barcelona, que al llegar la II Republica incrementó su autonomía progresivamente. Por supuesto que eso se unió a la difusión de lo que se podría calificar como un disparate científico sobre la realidad económica española. Concretamente, que el ahorro catalán, a través de la presencia de sucursales de bancos no catalanes en la región la abandonaba. Perpiñá Grau liquidó esto desde el punto de vista científico, pero no dejó de ser popular esa tesis. Y sucesivamente surgieron importantes intentos secesionistas, al observar el mundo catalanista más conservador que, tras la Gran Depresión y el auge del movimiento obrero revolucionario que culminaría en 1934, convendría otra situación sociopolítica e incluso independiente para Cataluña. Evidentemente esta raíz se encuentra en la ayuda posterior de Cambó acompañado de buena parte de la Lliga, al Bando Nacional a partir de 1936, pero tenía un precedente. Ante las conmociones previas existentes, surgieron planteamientos que yo he relatado en un artículo en Razón Española, sobre las maniobras de Beltran y Musitu para, en aquel momento de expansión imperialista de Mussolini, conseguir de éste que amparase la secesión de Cataluña con las Islas Baleares, logrando así una independencia aliada a Italia, dentro de las ideas expansionistas fascistas. Todo ello lo encontré en los documentos que se hicieron públicos en el famoso pleito de la Barcelona Traction, en el Tribunal de La Haya, que por cierto dio la razón a España, como sabemos.

    Esto muestra una búsqueda del separatismo para imponer una política económica española perjudicial para el conjunto nacional, pero considerando que eso tendría que mantenerse, de modo sistemático. Recuerdo, por ejemplo, la polémica que en la marcha hacia nuestra integración en la Europa comunitaria, supuso un choque del que fui testigo, del ministro Gual Villalbí con Manuel Varela, para frenar los avances de enlace con el Mercado Común. Gual Villalbí desarrollaba en ese sentido los planteamientos económicos tradicionales de defensa de altos aranceles como había señalado previamente en su libro Política de la Producción. Su salida del Gobierno en 1965, hizo más fácil el Acuerdo Preferencial de 1970.

    Posteriormente surgió, como argumento para señalar una especie de agresión del resto de España a Cataluña, la tesis de que el sistema fiscal cargaba la mano sobre los bolsillos catalanes para atender al gasto público de regiones variadas del resto de España. Todo esto dio lugar a una literatura, que aún permanece en el ambiente catalán, para considerarse castigado por el resto de España. Fue liquidado ese aserto, iniciado recientemente en unas publicaciones del Banco Urquijo, por el trabajo de estadísticos españoles importantes, pero aún permanece dentro de esa expresión muy difundida en Cataluña "España nos roba".

    Desde el punto de vista económico -por supuesto que desde otros puntos de vista la cuestión es más grave-, eso lleva a una auténtica catástrofe para Cataluña, si triunfase la tesis separatista. Cataluña quedaría fuera, automáticamente, y de la Unión Europea, porque España tiene en ella derecho de veto, y también fuera del área del euro, lo que motivaría que tendría que incluso retornar a una especie de herencia de la peseta -en este sentido, recuérdese que la anterior moneda española, recibió este nombre procedente de un diminutivo catalán derivado del peso-, y como consecuencia, surgiría en el Mediterráneo una especie de otra Albania, con una situación caótica en lo económico, en lo social y en lo político. Pero, de paso, a causa de la pérdida de ese desarrollo muy fuerte conseguido por Cataluña a través de la historia indicada, se dañaría al conjunto de España, como la dañó, en tiempo de Felipe IV, la independencia de Portugal. La ruptura de un mercado grande genera la ruina del conjunto para todos sus componentes, como ahora se señala en torno al Brexit, y lo contrario, incrementa el desarrollo, como probó Alemania con el famoso Pacto del Acero y el Centeno, entre Prusia y Renania, base fundamental del crecimiento germano en el siglo XIX.

    Todo lo dicho tiene mucho de dramático, y por eso creo que acierta The Economist del 19 de octubre pasado, cuando concluye su artículo sobre los sucesos que tenían lugar en Cataluña y escribe que deben enlazar con aquello que el príncipe Segismundo, según la pluma de Calderón de la Barca señaló diciendo que "el conjunto de la vida de uno, es un drama, pero los dramas no son sino representaciones teatrales".

    Así que, a levantarnos todos los españoles del asiento de esta actual creación teatral, porque debemos decidir, de una vez, que la representación del drama catalán ya ha concluido.