Lagarde: la misión "salvar el euro" aún continúa
Philippe Waechter
Mario Draghi cede el testigo del BCE a Christine Lagarde siendo reconocido universalmente como el "salvador del euro". Draghi marcó ciertamente un punto de inflexión en la crisis económica de la eurozona con su famoso Whatever it takes pronunciado en Londres el 26 de julio de 2012. La vocación del BCE cambió a partir de aquel momento, en el que Draghi envió dos claros mensajes: en primer lugar, que la zona euro es, por encima de todo, una construcción política levantada por personas que quieren vivir juntas y, en segundo lugar, que el euro es solo un instrumento al servicio de dicha construcción política. El BCE debe asegurarse de que ese instrumento funciona adecuadamente y tomar las medidas necesarias para que sea así. Hoy la popularidad del euro está fuera de toda duda entre las 19 naciones que comparten la moneda única, aunque haya sido al coste de inundar la eurozona de deuda con tipos negativos y engrosar el balance del BCE de 3,1 billones de euros que registraba en aquel momento a los 4,7 billones de la actualidad. Sin embargo, la misión del salvar el euro continúa, ha entrado en una nueva fase, y será tarea de Lagarde asumir este reto.
El desafío está en conseguir que la eurozona sea políticamente más responable
No está en nuestro escenario base una recesión, pero la debilidad económica de Europa es patente. Los indicadores de actividad ponen de manifiesto cómo la crisis manufacturera en Alemania se está contagiando a otros países como Italia y Francia. El pesimismo de los empresarios alemanes no tiene visos de estabilizarse a corto plazo y la previsión es que 2020 sea un año de clara debilidad para la eurozona. El BCE llega a esta crisis habiendo desplegado ya todo su arsenal. La evidencia más cercana de esto es el último paquete de estímulos anunciado en septiembre, en el que el volumen de compra de activos anunciados (20.000 millones de euros al mes) es sustancialmente inferior a la QE1. Ese es el escenario en el que tendrá que manejarse Largarde, un entorno en el que cualquier medida será cuestionada y su impacto será inferior al que tuvieron en el pasado medidas similares.
En definitiva, la política monetaria será ya extremadamente acomodaticia y seguirá siendo así durante mucho tiempo. Pero, al mismo tiempo, hay algo que es evidente y que será, de forma simultánea el punto débil y la principal arma para Lagarde: la política monetaria por sí sola es insuficiente para impulsar el crecimiento de la eurozona. Es misión de Lagarde poner blanco sobre negro para los Gobiernos de la UE está cruda realidad.
La conversión del BCE en prestamista de último recurso es la red que permite seguir creyendo en el proyecto del euro. Pero hace mucho tiempo que es evidente que el impulso decisivo debe llegar ahora por el lado fiscal. A pesar de la política de tipos cero y la clara visibilidad de que estos tipos cero continuará durante un largo plazo de tiempo, no vemos ni sorpresas económicas positivas (al contrario de lo que ocurre en otras áreas como EEUU), ni tampoco presiones inflacionarias. En buena medida, esta falta de inflación es consecuencia de esa ausencia de política fiscal integrada. Ninguno de los Gobiernos se ha movido, ni siquiera se han aprovechado las tasas de interés negativas para establecer un programa de transición energética que satisfaga los desafíos que Europa tendrá que afrontar.
El BCE ha ayudado a estabilizar todas las políticas fiscales de la región, pero la política económica de la eurozona seguirá siendo durante mucho tiempo una política coja, con una sola pierna. La incapacidad (o falta de voluntad) de los Gobiernos de hacerse cargo de la eurozona, ha obligado al BCE a ir tan lejos que ahora Lagarde tendrá que dedicar buena parte de su mandato a cerrar las brechas abiertas en el Consejo de la política monetaria, especialmente a raíz del último y cuestionado paquete de estímulos anunciado por Draghi.
El presidente saliente del BCE ha cumplido con creces su mandato, pero la lucha continúa, ahora en un escenario en el que el equilibrio entre política y economía será diferente al que ha tenido lugar durante la era Draghi. Lagarde es conocida por su habilidad para desenvolverse en las arenas de alta política comunitaria, unas dotes que serán particularmente útiles ahora que el desafío está en conseguir que la eurozona sea políticamente más responsable.