Opinión

Sensatez, valentía y proyecto (I): los pirómanos del artículo 155 y de la independencia en Cataluña

    Para Anguita, el problema de Cataluña no se soluciona con el 155

    Julio Anguita

    Según la RAE, el vocablo sensatez es sinónimo de sabiduría, juicio, lógica, reflexión, madurez, etc. Asimismo, algunos sinónimos de valentía son esfuerzo, ánimo, temple, laboriosidad, tesón, firmeza, etc. la combinación de ambas series conduce a una virtud fundamental e imprescindible en la acción política: la prudencia. La prudencia política es la capacidad de pensar ante ciertos acontecimientos, o actividades sobre los riesgos posibles que éstos conllevan y adecuar o modificar la conducta para no recibir o producir perjuicios innecesarios, difícilmente reparables o irreparables del todo. En esta hora de España y Cataluña, solamente la sensatez y la valentía, al servicio ambas de un proyecto de convivencia (que no de simple coexistencia), son la garantía de que podamos evitar, en primer lugar, la repetición de hechos históricos sangrientos y además sentar las bases de un nuevo marco constitucional para toda España.

    El conflicto catalán no puede ser abordado por pirómanos del 155 o de la declaración de independencia

    Necesitamos, pues, políticos sensatos, valientes, con propuestas superadoras del conflicto y - si no es mucho pedir - con algunas nociones de la llamada Historia de España. Desde mi condena a la violencia gratuita, salvaje y además inútil, no se puede considerar la de estos últimos días como algo inusitado o novedoso. A lo largo de la historia de Cataluña, y especialmente de Barcelona, han ido sucediéndose hechos violentos, con decenas de muertos y centenares de edificios destruidos. Una breve e incompleta reseña de los mismos se hace imprescindible para situarnos en una correcta evaluación de la realidad presente.

    Desde el Corpus de Sangre de 1640 hasta el período 1917- 1923, protagonizado por los enfrentamientos entre los pistoleros de la patronal conjuntados con los del gobernador militar y civil, el general Martínez Anido, contra los de la CNT, pasando por los enfrentamientos y represión inmediata de Felipe V en Barcelona, la insurrección contra el Gobierno del Regente, el general Espartero, y el subsiguiente bombardeo de la ciudad desde Montjuic en 1843, por el general Van Halen, hasta la Se-mana Trágica de Barcelona en 1909, la historia de la Ciudad Condal es pródiga en tumultos, insurrecciones y demás acontecimientos violentos. Cataluña, patria y referencia del seny (sentido común), también ha mostrado frecuentemente, con razón o sin ella, su otra cara de la rauxa (arrebato).

    También en el estricto campo de la política institucional, partidaria o cultural, Cataluña y Barcelona han estado muy presentes en el terreno de las tensiones y conflictos con los sucesivos Gobiernos de España. Las Bases de Manresa en 1892, que constituyen el proyecto político- institucional del catalanismo, contemplan una concepción de Cataluña en algunos casos y competencias, digna antecesora de los mayores hitos del autogobierno.

    La constitución de la Mancomunitat de Catalunya, aprobada en 1914, después de la autorización del Congreso de los Diputados en 1912, contempló la desaparición de las cuatro diputaciones provinciales. en aras de esta nueva entidad, antecedente claro de la actual Comunidad Autónoma; fue disuelta en 1923 por la dictadura del General Primo de Rivera.

    Durante el período de la II República (1931-1936), ha habido dos proclamaciones unilaterales de la República Catalana. La primera fue en 1931 y fue encabezada por Maciá; la segunda por Lluis Companys en 1934. En ambos casos, la proclamada República se consideraba parte integrante del Estado Español Federal y en consecuencia no rompía con él. En el primer caso, la mediación de Alcalá Zamora, presidente de la II República Española, paralizó el proceso con la promesa de un futuro Estatuto de Autonomía que se aprobó en 1932. En el segundo caso, el Gobierno español, presidido por Alejandro Lerroux, declaró el Estado de Guerra.

    La intervención del ejército a las órdenes del general Batet puso fin al proyecto encabezado por el president Companys; el cual con otros dirigentes de la Generalitat fueron detenidos, juzgados por rebelión y sentenciados a 30 años de prisión. 46 muertos, 38 civiles y 8 militares fueron el precio en vidas de aquellas jornadas.

    Si a la brevísima e incompleta crónica anterior, añadimos las numerosas huelgas y estallidos sociales (también con amplio saldo de víctimas mortales) sacaremos la conclusión de que el conflicto en Cataluña viene de lejos y que, salvo en breves momentos, nunca se ha intentado abordar en profundidad.

    Es un conflicto político, que -velando otro de carácter social- no puede ser abordado por pirómanos del 155, del Estado de Excepción o de la unilateral declaración de independencia de Cataluña.