La descarbonización que la UE necesita
Guntram B. Wolff
Las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero siguen aumentando. Como resultado del aumento de las temperaturas mundiales, también ha aumentado la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos. Los científicos han demostrado que es imperativo llegar a cero emisiones para 2050 o antes si se quiere limitar el aumento de la temperatura global por debajo de 1,5 grados centígrados y este se ha convertido en el objetivo clave del Acuerdo de París. El fracaso de este objetivo tendría consecuencias dramáticas para la humanidad, incluidas las poblaciones de Europa. Para alcanzar los objetivos de París, habrá que redoblar los esfuerzos a nivel mundial.
Los ciudadanos de la UE quieren ver progresos en la lucha contra el cambio climático. Especialmente la generación joven ha sido muy activa y ya ha dado forma a las elecciones con sus demandas climáticas. Por lo tanto, la UE debería desempeñar un papel central en los esfuerzos mundiales para reducir las emisiones de carbono. Es cierto que Europa sólo produce el 16 por ciento de las emisiones mundiales y la UE sólo el 10. Pero si la UE no descarboniza, a las partes menos desarrolladas del mundo les resultará aún más difícil convencer a su población de que lo haga. Una estrategia de descarbonización exitosa en la UE también podría convertirse en una oportunidad de negocio en la que la UE podría exportar tecnología, por ejemplo a África o a la India, dos regiones en las que las emisiones aumentarán sustancialmente en las próximas décadas a medida que se desarrollen. A su vez, el hecho de no abordar el reto no sólo sería considerado inaceptable por los ciudadanos, sino que podría significar que la UE perdería los principales avances tecnológicos que conformarán el futuro. Por ejemplo, es posible que la UE ya se esté quedando rezagada en cuanto a la movilidad eléctrica.
Europa debería aprovechar la lucha por reducir emisiones para exportar tecnología
Sin embargo, la UE está muy lejos de sus propios objetivos de descarbonización. Mientras que la cuota de energía renovable en el consumo de energía final bruta de la UE aumentó del 10,6 por ciento en 2007 al 17,5 por ciento en 2017, esta cifra también significa que más del 80 por ciento del consumo de energía todavía no es renovable. Además, a medida que el PIB sigue creciendo, las emisiones globales están disminuyendo con bastante lentitud e incluso han aumentado en 2017. Algunos sectores, como el transporte, se han quedado rezagados en sus esfuerzos por reducir sus emisiones y la retirada progresiva del carbón es demasiado lenta en varios países, entre ellos Alemania y Polonia.
Por último, Europa consume más gases de efecto invernadero de los que produce. De hecho, el consumo representa el 18 por ciento del consumo mundial; en otras palabras, las importaciones de Europa son mucho más intensivas en carbono que sus exportaciones. Para tener éxito con la descarbonización, la UE tendrá que cambiar de marcha y perseguir tres prioridades.
Solo una acción coordinada podrá evitar una catástrofe climática mundial
En primer lugar, debe poner precio a las emisiones de gases de efecto invernadero en todos los sectores. El actual régimen de comercio de derechos de emisión sólo cubre alrededor del 50 por ciento de las emisiones. Además, el precio de los certificados de emisión es demasiado bajo para ofrecer un incentivo suficiente para descarbonizar. El régimen de comercio de derechos de emisión debe abarcar todos los sectores o complementarse con un impuesto sobre las emisiones que no estén cubiertos por el régimen. Una vez que se establezca un impuesto global y costoso sobre las emisiones, la señal del precio debería impulsar la innovación significativa, así como los esfuerzos individuales para reducir las emisiones de carbono. Pero para evitar que haya aún más fugas de carbono que en la actualidad, trasladando la producción a países que tienen impuestos más bajos sobre las emisiones, la UE necesita establecer también un arancel sobre las importaciones de productos intensivos en carbono. Este paso sería compatible con la OMC y también es solicitado por un grupo de economistas estadounidenses. Dado el tamaño del mercado de la UE, también supondría un incentivo para que los terceros países ajustaran sus procesos de producción.
En segundo lugar, la política industrial puede ser útil para apoyar la descarbonización. Por ejemplo, el Estado necesita establecer estándares que faciliten el cambio de la actual movilidad intensiva en carbono hacia la movilidad eléctrica. La UE también debería apoyar la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías. El Gobierno también necesita desempeñar un papel en la construcción de la infraestructura necesaria para la energía eléctrica limpia. La financiación pública de la innovación ayudará a reducir el coste de la energía limpia.
En tercer lugar, una acción climática seria será enormemente transformadora para todo el sistema económico y social. Tocará intereses creados y tendrá consecuencias sociales, como el movimiento de los chalecos amarillos francés. La reducción del coste de la transformación es tanto más importante cuanto que las industrias clave dependen del acceso a una energía asequible. Por lo tanto, la UE debería seguir adelante con un importante programa de inversión pública. Además, los ingresos del impuesto al carbono deberían redistribuirse para reducir la carga de los hogares de bajos ingresos. Sólo una acción audaz bastará para evitar una catástrofe climática mundial. La UE debe estar a la altura del reto.