Opinión

Hace quince años

    Las medida actuales que propone el PSOE pueden conducir a una crisis

    Juan Velarde Fuertes

    En 1994, en los Cursos de La Granda tuvo lugar uno titulado Situación de la economía española. La política económica que se había seguido, en aquel momento, era la de inspiración socialista del Gobierno de Felipe González. Ese largo Gobierno socialista supuso un claro intento de efectuar alteraciones importantes en nuestra economía como consecuencia de ser el primer Gobierno socialista desde la Transición. Siempre interesará comprobar si su puesta en marcha fue la oportuna, y también si se trata de un Gobierno cuyas medidas pueden orientar sucesivas administraciones con ese mensaje político. Por eso es interesante recordar la obra de Jorge Maluquer de Mo-tes, que permite analizar durante esa etapa cuáles fueron las "de peor trayectoria" a partir de 1850. Indica el profesor Maluquer de Motes que "la más negativa de la historia de la economía española, se reconoce en el tiempo actual, esto es de 2007 a 2014", y solo superior en su marcha negativa "contraria a la prosperidad general" durante "los trágicos años de la guerra". Esa última situación que se podría calificar como catastrófica, tenía pues, existencia con el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Sin embargo, ¿solo caben alabanzas por lo que se refiere a la Administración socialista que, en otras etapas no tuvo tan serios problemas como en ese período iniciado en el año 1982? Eso es lo que se analizó en 1994 respecto al Gobierno de González.

    El empleo solo podrá mejorar si se elimina el déficit estructural que existe en España

    Al revisar las aportaciones de los economistas de esas jornadas me encuentro con que plantean el modo de reaccionar, con una unanimidad notable ante la realidad que observan, porque en aquel momento el interés se derivaba porque se trataba de un desarrollo de política socialista a lo largo de varios años, que tenía lugar en España por primera vez. Dejemos a un lado lo sucedido en la etapa de la II República, porque tuvo lugar un planteamiento políticamente heterogéneo. Por si pudiera ser interesante esta novedad, en el momento en que se debate la posibilidad de la prórroga del actual Gobierno provisional de Sánchez, considero que, ahora, las tesis del economista Fuentes Quintana y de ese conjunto de economistas pudieron tener actualidad en cuanto a medidas precisas para recuperar la economía. Porque también hace quince años la situación coyuntural no era muy preocupante, y las polémicas despertadas, entonces y ahora, tienen abundantes semejanzas. Por un lado se encuentra la postura de que era posible salir de la crisis con una mayor redistribución de la renta por vía salarial, con el añadido de un aumento de las prestaciones sociales y con un impulso en favor de la creación de empresas públicas, al mismo tiempo que debe recalcarse que esto se iba a facilitar por la aparición de una menor distancia con las magnitudes de la UE. ¿Ahora, eso no nos suena a lo que se plantea desde una hipotética vinculación doctrinal con Podemos y ciertos partidos regionalistas? En realidad, con ello, entonces y ahora, se defendía también que no debían olvidarse ciertas ventajas que podrían derivarse del modelo económico precedente, intervencionista y proteccionista, que se enmarcaba en la línea que va de Cánovas del Castillo a Miguel Primo de Rivera, que culminó con la II República, y que desde luego produjo aquella condena fulminante formulada por Perpiñá Grau en su De economía hispana. Hace diecinueve años, a esta reposición de la postura de Perpiñá por Fuentes Quintana, replicó el secretario del sindicato USO en Gijón, quien ante los argumentos de Fuentes Quintana y sus colegas señaló que el mensaje posible de ellos procedía de "un catedrático de economía y estas personas suelen estar un poco por las nubes".

    Pasando ya a lo que efectivamente Fuentes Quintana y el grupo citado señalaron, incluso con mu-cho énfasis, fue que la recuperación "está ahí" y para eso no se necesitaba efectuar labores verdaderamente extraordinarias sino, de manera obligada, llevar adelante todo un conjunto de medidas adecuadas. Por consiguiente, se pueden rehuir grandes esfuerzos, pero no dejar de efectuar continuas labores, pero no erróneas. Estas medidas son precisamente las que en determinadas ocasiones habían generado, en España y en el extranjero, buenos resultados. Pero tales decisiones ¿obtienen un adecuado aplauso general? Es la actitud, de tener esto en cuenta, o no, lo que actualmente se observa en la política de Sánchez. Pero aquellos economistas de hace quince años señalaban que esas medidas no podían postergarse, porque si se hacía eso, la dureza de los remedios pasaría forzosamente a ser grande, y de ahí se derivarían resultados políticos muy negativos.

    Pero también se subrayó que, como el conjunto de la economía tras la crisis soportada mostraba evidentes muestras de cristalización de datos negativos si pasaba el tiempo sin remediarlos, se observaría que, entonces, una mejoría podría alcanzarse con mucha dificultad, porque el peligro también se había incrementado. Los economistas todos en esta reunión de La Granda estaban, además, de acuerdo con puntos de vista que procedían de maestros de esa ciencia. Concretamente, los que entonces se habían publicado, en una síntesis que se consideraba bien hecha en una revista entonces existente, Bolsa de Madrid, donde se había advertido que en España "la política de recuperación sostenida se está apoyando en elementos excesivamente precarios", porque los fundamentos de la economía española obligaban a radicalmente tomar nuevas medidas, diferentes de las practicadas hasta entonces, y que era preciso aplicar sin retraso alguno. Por ello, Fuentes Quintana había señalado, en relación con todo lo expuesto, que "hay indicios claros de una recuperación económica española, pero que, a su inicio está obligado eliminar las incertidumbres que se crean, si no se tiene noticia de la existencia de medidas serias en favor de una recuperación económica que nos permita hablar de un crecimiento intenso y extenso en el tiempo". Añadía que lo que hoy tenemos por delante, y que se intenta señalar como recuperación respecto a datos del año 1993, muestra un inicio positivo, pero solo en principio y con datos sobre el empleo, pero que no se garantiza que pueda eliminar, por ejemplo, el desempleo que se había creado, y por tanto que este, aunque no se había generalizado de manera considerable, sí se había afianzado, y no se veía modo de resolver el problema definitivamente con los medios que se estaban utilizando.

    Una cuidadosa vigilancia del gasto público es lo único que puede ayudar a la economía

    Por eso los remedios propuestos hace quince años en La Granda en aquella reunión de economistas pasan a tener algún sentido en estos momentos, en que los datos, muestran que la economía española continúa creciendo, pero que la liquidación de una altísima tasa de desempleo no se observa que vaya a generarse próximamente, después de la recuperación inmediata que tuvo lugar durante el Gobierno de Rajoy. Y en 1994, se señalaba que el problema era debido a la existencia de un déficit estructural, solo superable a partir de una política adecuada en cuatro aspectos. El primero, la asunción definitiva del juego del mercado libre, al que se consideraba como el mejor mecanismo para originar, del modo más eficaz imaginable, una mejoría. Los escasos recursos que tenía nuestra economía indicaban que era necesario además, como segundo procedimiento, la conveniencia de la asunción de que no cabía imaginar ninguna consolidación importante de nuestro desarrollo que fuese ajena a un proceso de industrialización abierta al exterior, y capaz de aceptar, de modo continuo, avances científico-tecnológicos. El tercero, la necesidad imperiosa de no interrumpir todo saneamiento imaginable para alcanzar la financiación de nuestro sector público eliminando, en ese proceso, la tentación de resolver la cuestión con un déficit en auge, pero también teniendo en cuenta que esa eliminación del déficit no podía hacerse aceptando la tentación de lograrlo con un aumento impositivo, porque el riesgo que se expone sencillamente con la curva de Laffer existe, por lo que la eliminación del déficit debería partir de una cuidadosa vigilancia del gasto público, y convertir, con los datos adecuados, los superávit en simples equilibrios, aceptando en ocasiones, no exclusivamente simples equilibrios, sino manejando los datos que muestran déficits probables en complicados manejos contables, para que al exponerlos, y el argumento entonces era de Barea, quien explicaba cómo la exposición, con alarma además, de datos que contablemente al leerse preocupasen, pero que realmente no fuesen excesivamente alarmantes, para de ahí deducir que la presión en favor del gasto se suavizase. Se comentaba que Barea había dado instrucciones a sus subordinados para que mostrasen situaciones deficitarias que en realidad no eran ciertas, porque así la presión del gasto por parte de los diversos ministros se reduciría totalmente; llegaba a decir que si se conocía la existencia de equilibrio o de superávit se corría el riesgo de contemplar cómo llegaban los diversos ministros a incluso quedarse con el propio edificio del Ministerio de Hacienda.

    La cuarta cuestión era la derivada del mercado laboral, a causa de la admisión, a partir de la liquidación del Acuerdo Nacional de Em-pleo por parte de González, con medidas que complacían al mundo sindical. Era preciso, se señalaba, acometer una reestructuración de nuestro estado de bienestar. En La Granda entonces se señaló el daño que se generaba, en lo que se refiere a nuestros intercambios con el exterior, con el abandono de medidas vinculadas a una racional actuación de flexibilidad laboral. Sobre esto existieron aportaciones muy valiosas de Victorio Valle.

    Y como culminación se defendió que no era posible avanzar con fuerza sin reducir el desempleo, pero eso era inimaginable sin las medidas señaladas para el mercado del trabajo. Se expuso que no era posible aumentar el empleo sin flexibilizar con claridad la realidad laboral. Las aportaciones en ese sentido de Milagros García Crespo fueron asumidas. La base de la recuperación del paro, que constituía el paso inicial para la recuperación económica, exigía tomar esos puntos de vista en el mercado laboral.

    Frente a todo ello se alzó, como respuesta, lo que, tomando la expresión del filósofo Gustavo Bueno denominada "el mito de la izquierda", título de un libro publicado en 2006, y en el que, con la comprobación de que se habían rechazado aquellos argumentos dados por los economistas hacía quince años, el Gobierno de Rodríguez Zapatero que eliminó radicalmente todo. Ello parece mostrar, lo señala Gustavo Bueno en la página 18 del citado libro: "El mito de la izquierda es oscurantista en cuanto oculta las diferencias e incompatibilidades existentes entre diferentes corrientes de izquierdas" y como consecuencia, la posibilidad de aceptar soluciones racionales en el terreno económico, y tener que compatibilizarlas con un conjunto erróneo de otras posiciones. Ello generaba, en el año 1959, la imposibilidad de aceptar las medidas propuestas por variados movimientos políticos. En las polémicas que ahora mismo existen entre, PSOE, Podemos e Izquierda Unida, ¿no encontramos una semejanza parecida, que puede ahora tener consecuencias políticas importantes al impedir, no solo una continuación del Gobierno, sino lo que es extraordinariamente importante para aceptar medidas racionales de política económica?