Opinión
Un listón muy alto
Julio Anguita
Cuando se redactan estas líneas, el candidato Pedro Sánchez ha sufrido una derrota parlamentaria sin paliativos. Se la ha ganado a pulso y con una constancia digna de mejor causa. Ha comparecido ante la Cámara con el discurso, la actitud y el talante propios de quien se presenta a la Investidura respaldado por una mayoría absoluta de su partido político. Pero lo más notable, lo que constituye la esencia del drama parlamentario que vivimos el otro día, radica en el desdén con que Sánchez trata a los que necesita y el desdén que sufre por parte de los que él prefiere desde los más recónditos repliegues de sus deseos.
La sesión de investidura tuvo un momento de parlamentarismo puro, en el sentido más profundo de la expresión: la intervención de Pablo Iglesias. El Portavoz de UP razonó de manera impecable, desarrolló con precisión histórica la secuencia de los hechos que habían conducido a la Moción de Censura del año pasado y rompió con abrumadora sinceridad el silencio palatino e institucional que acompaña con demasiada frecuencia a las negociaciones políticas. Pero, sobre todo, explicitó un relato que difícilmente puede ser adulterado, tergiversado o refutado.
Fue el relato de quién, cargado de razones, decide tirar por la calle de en medio y exponer ante el Congreso de los Diputados el despliegue de la lógica que subyace en la aspiración a participar en el Gobierno de la Nación. Tanta transparencia y sinceridad dejó al candidato frente al espejo de sus meses perdidos sin hacer nada, esperando a lo Rajoy, a que Ciudadanos o el PP le evitaran aceptar un matrimonio político con un futuro cónyuge al que odia.
Pero la pieza oratoria de Iglesias conllevaba una servidumbre inherente a la dignidad con que, tanto en el fondo como en la forma, fue desarrollada: poner el listón muy alto para seguir negociando. Iglesias, al igual que Ulises, se ató al timón de la nave, se taponó los oídos para no escuchar a las sirenas y marcó un rumbo que difícilmente puede cohonestarse con cesiones o pactos que rebajen el sentido y la esencia de su exposición. Sobre todo porque la misma fue también el resumen de una ejecutoria de cesiones y renuncias por mor de un Gobierno para favorecer a los más débiles que constituyen la mayoría social.
La posibilidad de una convocatoria electoral puede introducir en el ánimo de quienes han sabido desarrollar una propuesta de gobierno de coalición tan pegada a la realidad social, elementos de inquietud, desaliento o temor.
La intervención parlamentaria de Iglesias debe constituir el meollo del discurso electoral. Eso y la organización de la militancia de toda Unidas Podemos sin excepción, tibieza o inhibición. La hoja de ruta está marcada.