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Fairphone, el teléfono ético y sostenible que no está de oferta en el Black Friday

  • Se trata del primer móvil con diseño modular para cambiar piezas
  • La compañía pretende crear un menor impacto en el medio ambiente
  • Las condiciones de trabajo son revisadas en los países de producción
Modelo de Fairphone 2, lanzado en 2016.

Patricia C. Serrano

Cuenta con alrededor de 100.000 usuarios, y su objetivo, lejos de convertirse en superventas, consiste en demostrar que se puede fabricar un móvil que respete más a las personas y al medio ambiente y que sirva de inspiración a las grandes compañías electrónicas.

Fairphone nació en el año 2013 en Holanda, a raíz de una iniciativa social que se vio en la obligación de transformarse en empresa para ser coherente con su proyecto. Su fundador, Bas van Abel, desarrolló el teléfono con la ayuda del mallorquín Miquel Ballester, planteando cuatro cuestiones básicas que lo caracterizarían: un diseño modular que permite el recambio de piezas, la extracción de minerales y metales procedentes de comercio justo y sin financiar conflictos bélicos, la opción de la reparación del teléfono por parte de cualquier usuario y una vida circular que garantice el reciclaje completo del dispositivo.

Este móvil ha obtenido la máxima calificación de la guía anual que publica Greenpeace sobre Electrónica Verde, además de otros reconocimientos como el del gobierno alemán a su creador.

El objetivo de la compañía radica en oponerse al consumo salvaje en el que se ha consolidado el sector de la electrónica y las telecomunicaciones, con los móviles como máximo exponente del usar y tirar. Frente a la vida media de 18 meses de los smartphones actuales, Fairphone construye dispositivos preparados para durar cinco años, con un diseño por módulos sustituibles en el caso de cualquier problema por accidente o avería. Por ejemplo, es muy frecuente desechar teléfonos que han sufrido golpes o caídas que dan al traste con su pantalla. Sin embargo, este terminal ofrece la posibilidad de comprar únicamente la pantalla por 87 euros -es su pieza más cara- y sustituirla en menos de un minuto y sin herramientas por el propio usuario. Cámara (70 euros), batería (20 euros), auriculares (1,20), dispositivos de vibración (1,29) y hasta botones de volumen y de encendido (2,30 euros), todos estos componentes pueden adquirirse por separado y ser reemplazados por aquellos dañados con la idea de que el consumidor prolongue la vida del aparato. Y con ello, reduzca el impacto medioambiental: los fabricantes de Fairphone calculan que, en cinco años de uso del teléfono incluyendo reparaciones concretas, se reducirían en un 30% las emisiones de CO2 derivadas de la producción salvaje.

Mejor para el medio ambiente y para las personas

Más allá de meter un palo en la rueda de la cadena de consumo rápido, esta empresa social apuesta por producir un teléfono ético y sostenible con el medio ambiente y las personas. Aquí despliegan una doble estrategia con respecto a los materiales de fabricación y los trabajadores. Decenas de minerales y metales son necesarios para construir un teléfono móvil, y muchos de ellos se extraen en países sumidos en conflicto. El control de las minas en estas regiones es determinante para la financiación de las guerras locales, y la sociedad está cada vez más concienciada en la importancia de no colaborar a prolongar luchas sangrientas adquiriendo productos directamente relacionados con ellas. Frente a la estrategia de grandes compañías de abandonar el trabajo en países estigmatizados por la guerra, Fairphone opta por permanecer en regiones con necesidades urgentes para intentar cambiar las cosas desde allí, logrando establecer cadenas de suministro de comercio justo y procedentes de minas no vinculadas a conflictos armados. Por el momento, la firma ha logrado este objetivo con cuatro de los materiales más básicos y problemáticos para la construcción de los dispositivos: tantalio, tungsteno, oro y estaño.

En la vertiente relacionada con las condiciones de trabajo de los empleados, la compañía ha manifestado un compromiso firme por conseguir una representación más fuerte de los trabajadores -por ejemplo, en las fábricas chinas- y en mejorar la manera en la que desarrollan su labor. Su fundador asegura que no se trata de esquivar el problema de trabajar con determinados países como los africanos, donde los niños son empleados en las minas, sino de establecerse en estas zonas y mejorar la situación laboral ya existente efectuando pequeños pasos.

El reciclaje es otro de los pilares de Fairphone, totalmente involucrado con un sistema circular que no deseche los componentes que dieron vida al teléfono, ayudando así a disminuir la cantidad de basura electrónica generada -nos referimos a 65 millones de toneladas este año-. La empresa invierte en investigación para conocer la mejor manera de reutilizar los materiales de sus teléfonos y los procesos para hacerlo con menor impacto en el medio ambiente. En la actualidad, solamente se reciclan entre el 15 y el 20% de los dispositivos electrónicos, a pesar de que, por cada millón de teléfonos móviles reciclados se recuperan 34 kilos de oro, 350 kilos de plata y 16.000 kilos de cobre. "Los móviles tienen que durar más y utilizar menos recursos. Tenemos que asegurarnos de que los teléfonos no se queden en desuso y que alimenten un sistema circular", ha explicado Miquel Ballester en una reciente visita a España.

Beneficios para el medio ambiente, para los trabajadores, los consumidores y los países pobres o en vías de desarrollo y, sin embargo, el Fairphone no se encuentra en las listas de los artículos más demandados en hitos consumistas mundiales como el Black Friday. ¿Será porque no hay ofertas? Su precio de 529 euros de su último modelo, el Fairphone 2, tampoco parece un obstáculo, visto que los últimos iPhone y Samsung comercializados rondan el astronómico precio de mil euros, el sueldo medio de un trabajador español.

El apunte no parece afectar mucho al cofundador español de Fairphone, convencido de que esta empresa social tiene un objetivo inspirador para la industria. No importa la venta, sino "que nos copien". Asegura que el modelo de negocio de las grandes compañías tendrá que cambiar forzado por la reducción de la accesibilidad a los recursos naturales. Pero los consumidores también jugarán un papel clave como revulsivos del proceso, como ha sucedido con la comida ecológica, base de una reciente transformación en la encorsetada industria de la alimentación.