Kintsugi: una fórmula magistral de creatividad convertida en filosofía de vida
- Un objeto puede ser más bello después de romperse: sellar sus cicatrices con oro le añade valor
- El reciclaje creativo se abre paso como filosofía de vida
Mabel Figueruelo
Las cosas que se rompen se pueden arreglar, o reutilizar, para darle un uso diferente, funcional o artístico. Se llama suprarreciclaje -o upcycling para los amantes de los anglicismos a la moda-, y es una de las nuevas tendencias que van ganando terreno en una sociedad dominada, por un lado, por el hiperconsumo y la obsolescencia programada, y por otro -y cada vez más-, por el consumo responsable, el reciclaje y la necesidad de reducir al máximo la generación de residuos.
Pero en realidad no es tan nuevo, hace cinco siglos los japoneses acuñaron un término: kintsugi, literalmente "parche de oro", y es una apreciada técnica artesanal que consiste en recomponer los pedazos rotos de un objeto de cerámica y cubrir las "costuras" con polvo de oro o plata.
El resultado trasciende la reutilización del objeto, y una pieza kintsugi puede ser más valiosa y apreciada que antes de romperse. Las "cicatrices" de la pieza, lejos de esconderse, disimularse u ocultarse, se exhiben realzadas y transforman su esencia estética resaltando el valor de la imperfección: la historia deja huella en un objeto, y esa huella lo enriquece, lo convierte en único.
La simplicidad aparente de esta técnica trasciende el utilitarismo para convertirse en una filosofía de vida, una potente metáfora del arte de la resiliencia, de la necesidad de no camuflar las "cicatrices", de la reivindicación de la imperfección como valor. La escritora francesa Céline Santini explica en su último libro, "Kintsugi. El arte de la resiliencia", cómo proyectar esta filosofía oriental a la vida personal. La belleza de las heridas, de las grietas, como metáfora del valor de la huella que deja el paso del tiempo, como esencia de la vida misma.
El kintsugi encaja como un guante en nuestra sociedad actual. Tiene mucho de superación frente a una adversidad, de necesidad de reutilizar, de no consumir y tirar. También del gusto por los trabajos caseros de bricolaje o artesanía -eso que ahora llaman DIY, "do it youself", y que también es tendencia- y del gusto por la creatividad, que permite dar un toque personal a las cosas y brindarles una nueva vida, o simplemente repararlas y seguir utilizándolas, en vez de sustituirlas.
Es una técnica sencilla y hay infinidad de tutoriales en internet para ponerla en práctica.
La singular belleza de los platos rotos
También es una fórmula magistral de creatividad que ha creado escuela. Hoy son legión los diseñadores, artistas y firmas que sacan partido a la singular belleza de los "platos rotos". Las últimas colecciones de vajillas de la firma italiana Seletti, Kintsugi e Hybrid son un buen ejemplo. Las "grietas" de la vajilla Kintsusi están cubiertas de oro de 24 quilates. El resultado es sofisticado, pero también aporta un punto de ironía, un toque de humor. Con Hybrid da una vuelta de tuerca, "pegando" elementos de loza dispares, incluso de tamaño.
Es la misma idea plasmada por la firma británica Mineheart, que comercializa sus propios platos kintsugi. Y de la firma londinense Reiko Kaneko, con su vajilla de porcelana Crack of Thunder, que ofrece, además, el servicio de reparación kintsugi en su taller de Stoke-on-Trent, en Inglaterra.
La compañía holandesa Humade está especializada en diseño de productos sostenibles y soluciones creativas inspiradas en el kintsugi y comercializan un kit de reparación kintsugi para su aplicación a todo tipo de materiales (loza, cristal, madera, mármol, plástico duro). También comercializa un kit para aplicar la técnica a elementos textiles, y personalizar desde un mantel a unos zapatos, o una prenda de vestir.
La firma española de moda masculina Dos Studio, del diseñador Moisés Nieto y el arquitecto Valerio Canals, ha lanzado una serie de complementos para su última colección otoño-invierno (bufandas, cojines, mantas) de producción sostenible, utilizando telas excedentes de colecciones anteriores, reinterpretando la técnica del patchwork, y una colección de platos decorativos, piezas únicas, inspiradas en el kintsugi, recomponiendo trozos de platos cerámicos diferentes unidos con filamentos de resina epoxi de color azul índigo.
Otra firma española, Vajillas de Ultramar, que diseña y produce vajillas en porcelana de Limoges "con un acabado deliberadamente imperfecto", acaba de lanzar su serie Kintsugi hecha y pintada a mano. Además es solidaria, forma parte de un proyecto a beneficio de la Fundación Cadete, de ayuda a niños con discapacidad.
Un filón de creatividad
En el ámbito del arte, el kintsugi se ha convertido en fuente de inspiración. El trabajo de artistas como Alison Hunter, Livia Marin, Tamomi Kamoshita, Paul Scott o Yee Sookyung reinterpreta -con técnicas, materiales y enfoques muy dispares- esta técnica centenaria para crear piezas únicas.
También en el interiorismo. El mejor ejemplo es la intervención de Maud Bury en el restaurante Anahi, en París. Inaugurado en 2017, bajo la dirección del empresario gastronómico Riccardo Giraudi, se estableció en un antiguo local -en otro tiempo carnicería y tienda de ultramarinos- en el que se conservaron sus azulejos blancos llenos de "cicatrices" fruto de las reformas y del paso del tiempo, y se realzaron hasta convertirlas en seña de identidad del establecimiento: las líneas doradas que embellecen las grietas de las paredes se han utilizado como recurso para la imagen corporativa del establecimiento. Un ejemplo de ingenio, economía de recursos y refinamiento. Un filón de creatividad.