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Ona Carbonell: los otros triunfos de la nadadora con vocación de sirena
J. Moriarty
En 2012, después de los Juegos Olímpicos de Londres, donde ganó la medalla de bronce en equipos, Ona Carbonell se fue de viaje a la India con Pablo Ibáñez, su novio. No fue una luna de miel sino el compromiso social con la Fundación Vicente Ferrer, en la que ambos eran voluntarios.
Tres años después, en 2015, a Ona la relacionaron con Pau Gasol. Llegó a escribirse que entre ambos había un quelque chose y fue la nadadora la que salió a desmentirlo. Aclaró que ella y el baloncestista solo eran buenos amigos y que su novio desde que tenía 19 años (ahora tiene 29) era otro deportista, menos conocido, pero tremendamente importante en su vida, el gimnasta Pablo Ibáñez, de la selección española.
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Ona y Pablo han superado la década de relaciones. Se conocieron en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat. Pablo era gimnasta del equipo español; Ona, una nadadora en ciernes de sincronizada, a las órdenes de Anna Tarrés, la inflexible entrenadora que llevó a la cima a la sincro española y que hoy es diputada en el Parlament bajo el manto del fugado Puigdemont.
Cuando los caminos de la Ona y su novio se cruzaron, Pablo ya estaba en retirada y Ona en fase de crecimiento superlativo. A él no le importó convertirse en el novio de, siempre en segundo plano, mientras ella alcanzaba a base de mucho esfuerzo y sacrificio la cresta de la ola, donde hoy cabalga. En los recién terminados mundiales de Gwengju (Corea del Sur), Carbonell ha superado todos los récords habidos y por haber, incluidos los de Michael Phelps, al sumar 23 medallas en la historia de esta competición. Ganó la primera en 2007, un bronce en equipos. Después de aquélla, veintidós más.
Dijo una vez Gemma Mengual, su predecesora, que si Ona entrenase más alcanzaría cuantos objetivos se propusiera. Ella acababa de retirarse y pasó a formar parte del equipo técnico de la selección española de sincro, inmediatamente después de que la Federación despidiera a Tarrés, quien, finalmente, ganó el pleito a la RFEN por despido improcedente y fue indemnizada con más de 300.000 euros. Mientras Ucrania llegaba a la altura de España en los Juegos de Río, e incluso la superaba, de la mano de Anna Tarrés, Ona labraba su porvenir más allá de la piscina, espacio que nunca abandonó y que a sus 29 años la ha coronado en todo el mundo.
Carbonell, guapa, inteligente, preparada y atrevida, vio vida más allá del agua clorada y empezó a hacer pinitos en otras facetas muy dispares. Si a los diez años, cuando era solo una niña que practicaba gimnasia, descubrió que lo suyo era la natación sincronizada porque una noche soñó que quería ser sirena, con dos Olimpiadas a la espalda (Londres'2012 y Río'2016) avistó un horizonte más amplio en el que se manejaba con una soltura imperial en otras facetas. Copresentó con Jesús Álvarez la Gala Nacional del Deporte organizada por la Asociación Española de la Prensa Deportiva, frente a las cámaras de Teledeporte en directo.
Fue un punto de partida. Luego se inscribió en la tercera edición de Masterchef Celebrity y lo ganó. Mientras tanto escribió su primer libro de cuentos, "Elena Sirena", un reflejo suyo con el que pretende ayudar a todas esas niñas que quieren practicar natación sincronizada, pero temen al reto. "No estáis solas. El deporte no es fácil; pero es genial", así de sencillo y contundente es el mensaje que Ona transmite a todas sus lectoras, que muy pronto podrán adquirir un segundo libro de las aventuras de "Elena Sirena".
Ona es polifacética y quizá por tanto como abarca y toda la labor que despliega, a su amiga Gemma Mengual le costó trabajo admitir que si no se centraba exclusivamente en la sincro no superaría escollos que estaban a su alcance. No se le resistió Masterchef, ha conectado con el público cuando ha escrito y se ha convertido en la deportista de agua que más medallas ha sumado en los Campeonatos del Mundo de Natación. Cruzada la meta, aún piensa que vive en una burbuja (de felicidad) y no duda en conceder a Pablo Ibáñez, su novio, el valor que le corresponde en esta cima: "Es deportista, entiende lo que es una agenda de deportista de élite, y siempre está ahí, presente o mediante e-mail. Pablo me ayuda". Lo único que se le resiste, o, para ser exactos, la única que se le resiste es la medalla de oro cuando compite la rusa Svetlana Romashina, un muro infranqueable, la geometría de la sincronizada, la esencia de este deporte, la mujer que nada fuera del agua. Sí, eso también lo hace Ona cuando en solitario ocupa la piscina, cuando su apnea deja sin respiración al público o cuando ejecuta un "spagat" (las piernas abiertas en un ángulo de 180 grados, una frente a la otra, por encima de la superficie). La Romashina, como antaño las Anastasias (también rusas), es el obstáculo insalvable de la sincronizada española... Por ahora. Svetlana suma 20 medallas en los Mundiales, tres menos que Ona, pero todas son doradas.
La próxima gran cita de estas nadadoras, su próximo duelo en las alturas, será en los Juegos Olímpicos de Tokio'2020. Entonces Ona habrá cumplido 30 años y seguirá siendo la capitana de la selección española. Un día la preguntaron que si tuviera que elegir entre la selección española y la catalana para competir, que con cuál lo haría, se inclinó por la catalana, aunque no se considera independentista, pero nunca se ha negado a competir bajo el pabellón español. Al contrario, lo ha dado todo por esta bandera y en Japón lo seguirá haciendo. Ona Carbonell, la niña que nació con vocación de sirena, es una deportista de talla internacional
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