Motor

Verstappen: "en un coche de calle o de carreras, me acerco el volante tanto como puedo"


Miguel García

El video que no puede perderse ningún aficionado a los coches, sin persecuciones, sin choques, sin derrapajes, pero con moralejas para quien las ande buscando.

Estamos en agosto. Tiempo de poder distraernos con veinte minutos con TikTok y no recordar nada de lo que hemos visto. O podemos poner en el buscador "Ford Performance y Max Verstappen". Y comprender mejor lo que vemos en televisión si somos de los que seguimos la Fórmula 1. Si eres fan de Verstappen, engrandecerá el mito. Y si piensas que este piloto holandés es un saco de soberbia que desprecia la vida de sus rivales llevándolos a situaciones límite, quizá comiences a comprender mejor su actitud de "si no quieres competir, aquí no pintas nada".

Justo cuando el tricampeón del mundo de F1 anunciaba su continuidad en Red Bull, se liberaba un vídeo que demostraba que la decisión estaba tomada hacía tiempo: Verstappen se subía a un Ford, futuro suministrador de motores para su equipo. Una de esas obligaciones por contrato.

Como en un circo, en el vídeo aparece el payaso tonto (que nunca lo es y acaba saliéndose con la suya) y el payaso listo. Este último es Chris Harris, periodista de motor de amplia trayectoria, con talento para transmitir al espectador la esencia de cualquier deportivo en carretera o circuito. Harris recoge a Verstappen al volante de un Ford RS200, icono de los rallies de los 80 y base de los monstruos del Grupo B (tan impresionantes y peligrosos que los prohibieron).

El piloto Verstappen, de pasajero en el Ford RS200 del mundial de rally, bromeando sobre si este coche de los 80 iba a ser su próximo "coche de servicio"

El coche es una pieza de museo, pero Verstappen no se impresiona lo más mínimo. Es tan joven que no conoce nada de aquello. Plas, primera bofetada del "tonto": a él le preocupa competir, el misticismo queda para quienes miramos desde fuera. Harris le explica con un diagrama la complejidad del coche, y se pregunta en voz alta por qué lo habrán hecho tan complejo. Quiere ser una pregunta trampa, pero el "tonto" está acostumbrado a tener mil ingenieros pendientes de cada palabra suya. Segunda bofetada, porque antes de terminar su pregunta-reflexión, ya le ha dado la respuesta correcta.

Clase magistral de Verstappen

Harris ofrece con la boca pequeña el volante del RS200 a Verstappen, rumbo a un circuito en la Provenza francesa, cerca de Aix. Al holandés no le importa que conduzca otro, pero solo en carretera, incluso cuando el conductor intenta lucirse. Y a Harris se le ve disfrutar como un niño al volante de una joya de museo. Tampoco puede ocultar su entusiasmo por su pasajero, que está un nivel por encima de ser una leyenda del volante viva. La cascada de preguntas -muy pertinentes- revelan sus propias aspiraciones como piloto frustrado, las que querría hacer cualquier joven piloto si pudiera…

Mustang GTD y RS200, 40 años separan a dos bestias de competición. El segundo tuvo que esperar años antes de que naciera el campeón de F1 Max Verstappen

Por fin llega el momento esperado, el circuito y Verstappen a los mandos, pero lo curioso es que no habrás sentido ganas de saltarse nada del video. No conducirá el RS200, sino el Mustang GTD, el último Ford matriculable apto para circuito. Parece encantado con lo que ve, un coche de carreras matriculable, un "muscle car" americano del siglo XXI, con 825 caballos, frenos carbocerámicos y suspensión Multimatic, la misma que montaron algunos Red Bull campeones del mundo y los coches de Le Mans. "¿Tendré uno de estos para Mónaco?", pregunta con media sonrisa. Era otra confirmación de su continuidad en Red Bull: quería ese Mustang en su garaje.

Siempre hay alguien grabando todo lo que dice. Incluso todo lo que hace. Un ingeniero mete la cabeza en el coche y pide casi suplicando que comprueben que la luz verde de telemetría está encendida antes de salir a pista: "los datos que podamos obtener hoy van a ser muy valiosos". No lo saben bien.

Tampoco Harris. Los pilotos –y aspirantes a serlo– son inmodestos por naturaleza. En su fuero interno creen que con el mismo coche podrían hacerlo igual de bien que cualquiera. Decía un antiguo campeón del mundo de Fórmula 1 que cuando circulaba deprisa por carretera lo hacía aumentando el ritmo poco a poco para que los pasajeros no se enteraran. Verstappen, sin pretenderlo, le aplicó el mejor antídoto para recobrar la humildad: "Max Attack".

El ejemplo visual de que un piloto no arriesga buscando sus límites, sino los del coche que lleva.

Humillado, sorprendido, Harris balbucea: "¿pero tú no das una vuelta para reconocer y aprender el circuito?". Trata de mantener la compostura, la cabeza, el casco que se cae hacia delante en cada frenada. Cuántas veces Harris se habrá sonreído atemorizando a algún pasajero con su virtuosismo. Subirse al lado de Harris en modo ataque no debe de ser bueno para el corazón. Pero el de Harris ahora parece que se va a salir, con Verstappen buscando los límites nada más empezar a rodar. Mientras, el piloto con cara de no haber roto un plato, concentrado, pero sin reflejar tensión y aprovechando los tramos rectos para mirar a Harris y bromear.

Lo inesperado para uno, el ritmo de una oficina (y relajada) para otro. El piloto-periodista Chris Harris encontrando su horma.

"Mi padre me lo pedía desde el karting: no sabes cuánto tiempo tendrás para entrenar, así que desde el principio empujando", vino a explicar el holandés. Y entonces cobra sentido lo que le había contado cuando iba de copiloto: cómo aprovechar donde el coche tenía ventaja e intentar perder poco tiempo en las partes no propicias, cómo rascar media décima en detalles que otros no aprovechan. Esas cosas que lo convierten en un villano para algunos y otros encuentran en Verstappen la competitividad máxima, y la razón de la considerada competición automovilística máxima.

Entre curva y curva, tiempo para preocuparse por el acompañante… Verstappen también supo recibir lecciones de humildad cuando aprendió a hacer drifting

Tras un número indeterminado de vueltas intensas, se termina la sesión. El coche parece estar a la altura de lo prometido al desvelarlo oficialmente. Y Verstappen, por segunda vez, pide tener uno en su casa de Mónaco. Quedaba claro que había que añadir un fleco más al contrato, por cerrado que estuviera y quizá no tenga un Ford GT como con el que se ha visto a Alonso, también en Monaco.

Se despide del periodista dentro del coche. Parece tener prisa. "Hasta otra". Los contratos millonarios hacen que estas figuras pasen más tiempo en eventos de marca que al volante. Pero esta fue una excepción: hoy ha estado todo el tiempo en un coche y se ha soltado con su humor sarcástico. Ha sonreído y no solo mientras conducía.

"Normalmente, todas estas cosas con los medios no me gustan, pero me lo he pasado bien", dijo con una sonrisa, y dejó plantado a Harris, amarrado con los arneses. Y a nosotros. Miras el reloj y el tiempo ha pasado volando. Pero no importa. Estamos en agosto. Y así pude ver el GP de Hungría con ojos nuevos, comprendiendo algo más. No fue nada triunfal para Verstappen, pero siempre en modo Max Attack.