Bolsa, mercados y cotizaciones
Buffett actúa como los Rolling Stones
Arantxa Rubio
El primer fin de semana de mayo, la población de Omaha (434.000 personas), en Nebraska, aumentó en 44.000 personas. Son los fieles que acudieron de todo el mundo a escuchar al mejor inversor de todos los tiempos y tercer hombre más rico del planeta, según Forbes. Pero la Junta Anual de Accionistas de Berkshire Hathaway es mucho más que eso. Lo más impactante, descubrir a Munger.
Merece la pena viajar hasta Omaha, en Nebraska, para escuchar al mejor tándem empresarial de la historia en la junta general de Berkshire Hathaway. Compensan las 14 horas de vuelo y hasta la noche que tuvimos que pasar en Irvine, Texas, por culpa de una tormenta que nunca vimos.
¿Por qué recorrer miles de kilómetros para acudir a un evento que este año se retransmitía por primera vez en directo? El Century Link Center de Omaha es el Woodstock del capitalismo. Cada año, el primer fin de semana de mayo, acoge a miles de inversores afines. Tantos, que ni siquiera la incesante lluvia impidió que este año marcara otro récord: 44.000 personas, casi tantas como el último concierto de los Rolling Stones en Madrid. Y unos cuantos más que hace 36 años, cuando solo 20 asistieron a la primera junta de accionistas pública de Berkshire. El único lugar donde los value se sienten entre iguales.
Según el Omaha World Herald, los primeros en la cola llegaron sobre las 4 de la madrugada. Hasta importantes inversores como Mario Gabelli, Monish Pabrai o Guy Spier tuvieron que hacerla. Sólo los consejeros de Buffett tenían un asiento preferente en el estadio. Acuden, acudimos, desde todas las partes del mundo; incluso hay padres que llevan a sus hijos para que lo vivan desde pequeños. "Ver a Buffett en persona da vida a nuestras inversiones", decían. Y aunque no hay estadísticas sobre su procedencia, sin lugar a dudas la china destacaba. Basta un ejemplo: el único idioma para el que había traducción simultánea era el mandarín.
Allí, Warren Buffett, presidente de Berkshire Hathaway, y Charlie Munger, vicepresidente y segundo máximo accionista individual del conglomerado, respondieron durante más de cinco horas a las preguntas de muchos accionistas, periodistas y analistas que se acercaban a los espacios reservados para ello en las gradas. Y fue precisamente allí, a 8.000 kilómetros de España, donde descubrí a Munger, la mano derecha de Buffett y sin el que, dicen muchos, el gurú no habría conseguido el imperio que tiene hoy en día.
Éste permaneció en silencio, en segundo plano, dejando que Buffett fuera el foco de atención defendiendo, entre otras cuestiones, su inversión en Coca-Cola y sin dar pistas sobre su sucesión. Munger, a sus 92 años (7 años mayor que su socio), devoraba una caja de See's Candies -una de las primeras compañías en las que invirtieron, que fabrica chocolate y caramelos- mientras bebía una diet Coke. Una armonía que sólo se rompía cuando Buffett preguntaba en alto: "Charlie?", y éste le remataba, parco en palabras, pero directo y conciso. El Papa junto a su profeta de la inversión value es todo carisma. Si Buffett es a los Rolling Stones Mick Jagger, Munger es Keith Richards.
Quienes le conocen dicen que su sencillez es buscada, siempre ha querido tener un rol secundario. Sin embargo, este inversor residente en Pasadena (California), que previamente estudió matemáticas y derecho, es para muchos el verdadero Oráculo de Omaha. "A mis 92 sigo siendo ignorante en muchos aspectos y todavía tengo muchas cosas en las que seguir trabajando", confesó allí mismo.
Una vez cerrada la sección de preguntas y respuestas, llegó la verdadera junta de accionistas. En primera fila, a la derecha, se encontraba el hombre más rico del mundo, Bill Gates, que también es miembro del consejo de administración de Berkshire y con el que Buffett realizó su mítico concurso de lanzar periódicos antes de que arrancara la jornada. Sin embargo, cuando el gurú dejó de responder a las preguntas de los asistentes, el estadio comenzó a vaciarse.
El espectáculo se extiende más allá de las gradas. El anexo del edificio albergaba una zona de expositores de las compañías en las que invierten. Allí podías encontrar desde botas tipo cowboy de la marca Justin Boots hasta calzoncillos de Fruit of the Loom impregnados con los logotipos de las firmas que Berkshire Hathaway tiene en cartera (que tardaron poco en agotarse). Incluso botes de ketchup de la marca Heinz con sus caras estampadas. Pero, sin lugar a dudas, una de las secciones más éxitosas era la de libros, donde conocidos autores firmaban ejemplares tan codiciados como Buffett: The Making of an American Capitalist, de Roger Lowenstein, o Seeking Wisdom, de Peter Bevelin.
Pero la junta de Berkshire es mucho más. El domingo a las 8 de la mañana tuvo lugar una carrera a la que acudieron unas 7.000 personas bajo el lema Invest in yourself. Había niños, mayores... los había, incluso, disfrazados. Recorrimos 5 kilómetros por los alrededores del Century Link al compás de unos cabezudos disfrazados de Buffett y Munger. Entre ellos, y a pesar de la lluvia, seis españoles corríamos la que para muchos era la primera carrera de nuestras vidas. No sólo, y sobre todo, por conseguir una medalla con la cara de Buffett al cruzar la línea de meta.
El peregrinaje no podía acabar sin pasar por el 3555 de Farnam Street. Allí se encuentra la oficina de Berkshire Hathaway, aunque nada lo indica. Una planta alquilada en la que sólo trabajan 25 personas y por donde paran autobuses llenos de gente para hacerse fotos. En esa misma calle, más adelante, vive Buffett. Podría ir en bici al trabajo, pero lo hace, según dicen, en un coche que él mismo conduce. Es la misma casa que compró en 1958 por 31.500 dólares y a la que durante ese fin de semana acuden emocionados miles de fieles. Así es Omaha.