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El Tesoro salta de nuevo a la arena con una emisión a largo plazo
Antes de que Draghi dilucide si las palabras que pronunció la semana pasada se traducen finalmente en medidas contundentes para atajar la crisis de deuda, los inversores estarán pendientes de cómo se desarrolla la subasta española de bonos en la que se espera obtener entre 2.000 y 3.000 millones de euros emitiendo títulos con vencimiento en 2014, 2016 y 2022.
Por lo pronto, esta nueva prueba se produce en un contexto de menor presión sobre la deuda española que el que había hace algunas jornadas, cuando el interés de todos los tramos a más de dos años se situaba por encima del 7%, antes de las palabras del mandamás del Banco Central Europeo (BCE). Sin embargo, sigue siendo mayor al que pesaba sobre la deuda española el pasado 5 de julio. Fecha en la que se hizo la anterior emisión de deuda comparable y que se saldó de manera que el Estado tuvo que afrontar unos costes de financiación que los expertos no titubearon en calificar como insostenibles.
En concreto, para las obligaciones con vencimiento en 2022 en la subasta precedente, el Tesoro tuvo que remunerar un interés del 6,43%, mientras que para las referencias con un perido de maduración hasta 2016 la rentabilidad que tuvo que pagar el organismo fue del 5,54%. En el caso del papel a 2014, con un cupón del 4,75%, no hay una referencia comparable.
Todo ello en una fecha en la que la prima de riesgo española -medida como el interés adicional que los inversores exigen para comprar deuda española a una década en lugar de alemana a igual vencimiento- se encontraba por debajo de los 500 puntos básicos y el rendimiento en el mercado secundario para la deuda española a 10 y 4 años se encontraba en el 6,41 y el 5,19%, respectivamente.
Unas cifras preocupantes, pero aun así más reducidas que las que ahora mismo sobrevuelan la deuda española. No en vano, el diferencial español en la víspera a esta emisión cerró en los 536 puntos básicos.
Mientras, el interés del papel a una década y a un cuatrienio se situó en el 6,73 y el 5,96 por ciento, en cada caso. Con lo que todo parece apuntar a que en la subasta de hoy España afrontará unos costes de financiación superiores a los que tuvo que soportar en la anterior emisión, salvo que en el mercado haya calado fuertemente la expectativa de que el BCE anuncie una reactivación de su programa de compra de deudas.
La lupa puesta en la demanda
No obstante, aunque desde el lado de los intereses no se puedan esperar muchas alegrías, en lo referente a la cantidad que el mercado demande en esta emisión a largo plazo supondrá una oportunidad para el Tesoro de testar si el mercado le mantiene las puertas abiertas para financiarse o si los inversores rehusan comprar deuda española en el largo plazo.
En la colocación anterior en la deuda a una década, el Estado captó 747 millones mientras que la cantidad demandada fue 3,18 veces superior al nominal adjudicado. Por su parte, en los títulos con vida hasta 2016 se obtuvieron 1.015 millones de euros. También en esas ocasión el apetito de los inversores por estos títulos fue superior a la cantidad conseguida. En concreto, la ratio de cobertura alcanzó las 2,56 veces.