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El país que abandonó el cobre en el peor momento posible quiere volver a ser una potencia minera: Argentina se prepara para ser un productor gigante

  • La Cámara Argentina de Empresas mineras cree que puede llegar a superar el millón de toneladas al año
  • Glencore ha suscrito oficialmente una solicitud para invertir 13.000 millones en dos minas
  • La estabilidad que promete Milei con su programa RIGI atrae inversión y puede llevar a Argentina a ser líder
Mina de cobre Cerro Verde, en Perú. Foto: Bloomberg

Víctor Blanco Moro
Madrid,

Argentina no sólo parece estar en camino para dejar atrás los años de estancamiento y crisis inflacionista: el país está dando pasos adelante para convertirse en un gran productor de materias primas, y ahora tiene como objetivo recuperar la producción de uno de los metales industriales más codiciados en este momento en todo el mundo: el cobre. Después de conseguir dar un impulso a la producción de petróleo, con las reformas legislativas que han terminado generando un aumento en la actividad de Vaca Muerta, el país está convirtiéndose en un punto de interés para las mineras de cobre.

La historia de Argentina con el cobre en los últimos años es la de una oportunidad perdida, pero el país parece querer dejar atrás esta tendencia para situarse incluso entre los mayores productores mundiales del metal. Los datos de producción de cobre que publica la Cámara Argentina de Empresas Mineras (CAEM) muestran cómo el país alcanzó una producción récord de cobre en el año 2002, cuando logró minar más de 203.000 toneladas del metal.

Desde ahí, en adelante, la producción fue cayendo paulatinamente: en 2015 ya sólo alcanzaba las 61.800 toneladas, y en 2019 desapareció prácticamente por completo. Al cierre de 2024 la producción había empezado a despertar, con 14.500 toneladas, cifras todavía insignificantes si se comparan con los niveles que alcanzaba a principios del siglo XX. De hecho, según explica CAEM, "durante casi una década el cobre fue la principal exportación minera" en el país.

El descenso de la producción hasta desaparecer por completo se fraguó por la combinación de una política hostil para los productores, además de los problemas que acumulaba la economía argentina, con una crisis de confianza, de inflación y de divisa que llevaron a las empresas mineras a buscar sus fuentes de cobre en otros lugares, incluso a pesar de que los principales yacimientos del planeta, las minas más rentables, se iban agotando a pasos de gigante.

De hecho, Argentina perdió con el cobre una oportunidad de oro: en los últimos años el precio del metal industrial se ha disparado, impulsado por las expectativas de un fuerte crecimiento del consumo mundial por el aumento de la demanda que genera la transición hacia energías renovables y también, más recientemente, por el desarrollo y el crecimiento de los centros de datos.

Si en 2002 el cobre se vendía por debajo de los 2.000 dólares la tonelada en la Bolsa de Metales de Londres, en 2007 llegó a superar los 8.000 dólares, y desde 2021 en adelante el precio del metal ha sido, de media, de 9.029 dólares por tonelada, sin que Argentina haya capitalizado su potencial minero.

El país hispanoamericano ahora parece dispuesto a recuperar el tiempo perdido, y poco a poco se está preparando para volver a convertirse en un importante productor de cobre, hasta el punto de que las proyecciones apuntan a que puede alcanzar niveles históricos de producción, y colocarse entre los 10 países más importantes del mundo en la industria del cobre.

El camino para recuperar la producción es largo

Este mes de agosto ejecutivos de las mineras Rio Tinto y Glencore visitaron Buenos Aires y se reunieron con el Gobierno, y están proyectando varias inversiones mineras en el país, que pueden terminar siendo, especialmente en el caso de la de Glencore, el impulso necesario para volver a convertirse en una potencia de la minería de cobre.

La compañía minera habría enviado oficialmente dos propuestas para llevar a cabo proyectos de minería que supondrían una inversión de más de 13.000 millones de dólares, incluyendo las subvenciones que ofrece el gobierno argentino, con las que están tratando de atraer capital al país con un programa que promete estabilidad legislativa para las inversiones que lleguen a Argentina, el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI).

Una parte crucial de este programa tiene que ver con la protección de las empresas contra cambios normativos, que en el pasado han sido un lastre para las inversiones en proyectos de minería, que requieren procesos de muy largo plazo. El Régimen que ha aprobado el Gobierno argentino incluye mecanismos de resolución de disputas que permiten a las empresas recurrir a arbitrajes internacionales si hay conflictos con el Gobierno, algo que trata de blindar la seguridad jurídica para conseguir convencer a las compañías de invertir en un país que, en el pasado, fue el paradigma de la inconsistencia normativa.

Gary Nagle, CEO de Glencore, ha declarado que "este marco normativo ha cambiado el contexto de inversión en Argentina, y provee un catalizador clave para atraer a grandes inversores al país".

Ahora, si finalmente se confirma la entrada de Glencore a los dos proyectos mineros que tiene en mente, El Pachon y Agua Rica, esto puede ser un disparador que convierta a Argentina en una potencia minera de cobre en los próximos años, siendo la primera un proyecto con la capacidad de convertirse en los más importantes del mundo en producción de cobre.

Tanto es así, que CAEM proyecta incrementos vertiginosos de la capacidad productiva de cobre de Argentina en los próximos años, si se ponen en marcha los 10 proyectos más avanzados que se han planteado en el país. Según la Cámara, en 2028 se incrementarían en 190.000 toneladas la capacidad productiva, una cifra que iría escalando año a año, hasta llegar en 2031 a una cifra acumulada en esos cuatro años de casi 1,1 millones de toneladas de capacidad productiva.

Esta cifra supondría quintuplicar los mayores niveles de producción que ha conseguido mantener Argentina en su historia, los del año 2002, y la situaría como uno de los mayores productores del planeta del metal. A día de hoy, Chile es el mayor productor, con 5,3 millones de toneladas en 2024, seguido por la República Democrática del Congo, con 3,3 millones, Perú, con 2,6 millones, China, con cerca de 2 millones de toneladas, y Estados Unidos, con 1,1 millones de toneladas. Argentina sería el sexto mayor productor del planeta, suponiendo que consiga sacar adelante los proyectos y alcance la cifra proyectada, algo que no será nada fácil.

Un alivio para el mercado

La entrada de Argentina en el mercado del cobre como uno de los mayores productores del planeta contribuiría a aliviar un mercado que se encuentra en una situación crítica. Los precios a los que se paga la tonelada del metal son buena prueba de ello: desde 2020, cuando llegó a caer por debajo de los 5.000 dólares la tonelada, el cobre ha vivido una recuperación muy rápida que lo ha llevado a volver a cotizar en el entorno de los 10.000 dólares, más del doble de los precios de hace 5 años.

El problema de fondo es que las minas más rentables del metal se han agotado en los últimos años, y falta oferta para cubrir la ingente demanda de ha llegado por la transición renovable, y por otros desarrollos, como los de los centros de procesamiento de datos. El año pasado, CRU Group, una firma dedicada al análisis e investigación del mercado, tasó en 150.000 millones de dólares la inversión necesaria en los próximos 8 años para poder equilibrar el consumo proyectado con la oferta. Serían necesarios más de 10 proyectos como los que planea Glencore en Argentina para poder satisfacer esta demanda, lo cual refleja la importancia que puede tener el regreso de Argentina como un gran productor mundial.

Además, el hecho de que apenas queden minas tan rentables como las del pasado, convierte al país hispanoamericano en una de las principales esperanzas del mercado para que los precios vuelvan a niveles normalizados.