Bolsa, mercados y cotizaciones
Demasiado perfecto, demasiado solo
Joan Cabrero
Estuve dudando esta semana entre dos películas muy distintas para hablarles del momento que viven los mercados. Por un lado, El show de Truman, esa obra maestra en la que todo parece tan perfecto, tan armónico, tan feliz… que uno no puede evitar sospechar. Y por otro, El llanero solitario, ese héroe que cabalga solo por el desierto, ajeno al resto, convencido de que su camino es el correcto aunque nadie lo siga.
Y al final, he decidido hablarles de ambas. Porque el mercado americano lleva semanas comportándose como el escenario de Truman: todo encaja, todo sube, los resultados baten previsiones, la Fed no asusta y cada intento de corrección se disuelve en una nueva embestida alcista. Pero como decía Bernard Baruch, "el principal propósito del mercado de valores es hacer que el mayor número de personas cometan el mayor número de errores". Y cuando algo sube tan vertical, tan limpio, tan perfecto, hay que preguntarse si no estaremos dentro de un decorado.
La semana pasada ya pudimos ver el jueves la primera grieta en ese decorado: el cierre del hueco alcista que se abrió tras las palabras de Powell y los resultados de Microsoft. Que un hueco se cierre tan pronto, en plena euforia, es como ver una grieta en la cúpula del cielo de Truman: algo empieza a fallar en el guion perfecto. La presión compradora da signos de agotamiento y, aunque todavía podríamos no haber visto el final del viaje, conviene subir el factor de protección, porque los máximos marcados podrían haber sido ya un techo.
De hecho, si observan con atención el cierre semanal del Nasdaq 100, verán que, por primera vez en las dieciséis semanas que ha durado el rally desde los mínimos de abril, el índice ha cerrado por debajo de los mínimos de la semana anterior. No es solo una vela en el gráfico, es un cambio de ritmo, un aviso para quien sepa escuchar. El mercado, como la música, también se expresa por silencios y disonancias. Y esta ruptura de la melodía ascendente es una de ellas.
Por tanto, disfruten del rally, sí, pero no se dejen deslumbrar por el sol de mediodía. Mantener una exposición excesiva en este punto puede ser como quedarse demasiado tiempo al sol sin sombra cerca. Tener liquidez, como la que vengo sugiriendo desde hace semanas, no es miedo: es disciplina, es estrategia. Es tener el privilegio de la espera y la libertad del disparo en el momento justo. Porque cuando llegue el susto de verdad —que llegará—, solo los que hayan sabido esperar con paciencia tendrán margen para actuar con contundencia.
Y mientras Wall Street irradiaba gloria hasta esta semana, en Europa la historia ha seguido un rumbo muy distinto. Llevamos tres meses atrapados en un rango lateral del que nadie ha logrado salir con convicción. Solo el IBEX 35 lo intentó este jueves, superando tímidamente el techo del canal que acota la consolidación desde abril. Lo hizo él solo. El DAX no. El EuroStoxx 50 tampoco. Ningún otro índice europeo acompañó. Por eso lo llamo el llanero solitario. Y ya saben lo que pienso: en bolsa, si no van todos de la mano, la ruptura es más falsa que Judas.
Y no me sorprendió lo que acabó sucediendo al cierre de la semana: el EuroStoxx 50 no solo no logró acompañar el movimiento del IBEX, sino que acabó perdiendo la base del lateral que venía acotando el mercado europeo desde hace tres meses. La ruptura del soporte clave de los 5.190 puntos, esa línea roja que separaba el bien del mal, activa ahora sí un patrón de doble techo con implicaciones bajistas hacia los 4.900 puntos. Justo ahí coincidiría con una corrección del 61,8% de todo el rally desde los mínimos de abril y, atención, con un ajuste del 10% desde los máximos recientes en los 5.470 puntos (¿recuerdan la regla del 10%?). Todo encaja. Ese es el nivel que marco como caída mínima necesaria antes de plantearnos nuevas compras.
Ahí sí, si llegamos a los 4.900, será momento de desplegar mapas, alinear la artillería y descargar la primera ráfaga de disparos. Hasta entonces, toca esperar agazapados, en la playa, con la pólvora seca y el criterio afinado.
En Wall Street, si me preguntan dónde se encuentra la zona de compra, les vuelvo a decir que no antes de que el Nasdaq 100 se dirija a la zona de los 20.000-20.700 puntos, que es el rango del enorme hueco alcista abierto a comienzos de mayo. Estoy convencido de que ese hueco acabará siendo rellenado. Y si eso sucede, también ahí se alcanzaría una corrección superior al 10% desde su último pico. Europa y Estados Unidos, cada uno a su manera, podrían cumplir esa regla del 10% y darnos la ansiada oportunidad. Solo hay que saber esperar.
Y no olviden que agosto es un mes traicionero. El IBEX ha caído en más del 55% de los últimos treinta agostos, con una media negativa superior incluso a mayo. El VIX, índice del miedo, ha subido en casi el 60% de los casos. Y muchas de las grandes tormentas de mercado de este siglo comenzaron en pleno verano. Porque cuando baja el volumen, los operadores se van a la playa y el mercado queda a merced de cualquier chispa, los sobresaltos pueden ser tan rápidos como inesperados.
Así que sí, estamos en tendencia. El Nasdaq sigue en modo cohete. Pero incluso en el mejor de los decorados, incluso en medio de una fiesta que parece no terminar, conviene recordar que la volatilidad puede llamar a la puerta en cuanto bajamos la guardia. Disfruten del viaje. Pero échense crema. Y si llega esa caída, no se asusten: será la señal para actuar. Con criterio. Y con decisión. Y recuerden que en ese momento, si surgen dudas o necesitan orientación, ahí estaré para acompañarles.