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Algo se está moviendo en el 'tablero' africano: Occidente pierde minas de oro y uranio mientras Rusia toma posiciones

  • Níger nacionaliza la mina de uranio del gigante francés Orano
  • Malí administrará la mina de oro de la canadiense Barrick Gold
  • Varios países del Sahel están cerrando acuerdos con Moscú
Foto: iStock

Mario Becedas

Aunque el foco de atención está ahora mismo en Oriente Medio, con permiso de China y Rusia, Occidente enfrenta una grave amenaza de la que no se está hablando tanto en otra importante región mundial. Ya son varios los gobiernos de África que han roto amarras con la antigua 'metrópoli' (ahora representada por grandes multinacionales) y han empezado a nacionalizar, confiscar, incautar -como se quiera decir- la actividad minera de algunas empresas occidentales en su territorio. Un proceso que está cogiendo velocidad y que se produce bajo la atenta mirada de Moscú, desde donde, mientras esto ocurre, se busca consolidar relaciones con estos países y aumentar su influencia en la zona.

El último movimiento de relevancia se ha producido en Níger. El pasado jueves, el gobierno militar anunció la nacionalización de Somaïr, empresa minera de uranio en la que la francesa Orano poseía una participación del 60%. El comunicado oficial hablaba de "comportamiento ilegal y desleal por parte de Orano, empresa propiedad del Estado francés, un Estado abiertamente hostil a Níger".

Orano, participada en un 90% por el Estado francés, está en el punto de mira del gobierno de Níger desde hace meses: el pasado mes de junio, el Estado se incautó de un rico yacimiento sin explotar en Imouraren sobre el que tenía derechos; en diciembre, perdió el control operativo de Somaïr. En mayo, la empresa declaró que la policía se había incautado de ordenadores y teléfonos en su sede de Niamey.

La junta militar ha ido a por todas tras acusar a Orano de violar su acuerdo de accionistas al extraer más uranio del permitido a través de la filial local, según las actas de la reunión del gabinete. También se critica a la empresa por detener sus operaciones, repatriar al personal francés y señalar que podría vender sus activos. La nacionalización de la mina permitirá una "gestión más sana y sostenible" y garantizará que Níger se beneficie más de su riqueza mineral, según el acta. La expeditiva medida es "un paso más en la estrategia en curso de las autoridades militares para expulsar a Orano de Níger", se defiende Orano en un comunicado. "El litigio es ahora el último recurso posible de Orano", señala la empresa gala.

Otro ejemplo próximo certifica esta dinámica. La minera canadiense Barrick Gold lucha por mantener el control de su complejo aurífero de Loulo-Gounkoto, en Malí, donde la junta militar gobernante puso la mina bajo administración estatal la semana pasada, nombrando administrador provisional nada menos que a un exministro.

El caso ha sido presentado por el gobierno como parte de una disputa entre él y Barrick sobre impuestos, que comenzó en 2023 cuando el gobierno del Presidente Assimi Goïta cambió la legislación minera. El pasado mes de septiembre, cuatro ejecutivos de Barrick fueron detenidos y corrió el rumor de que Mark Bristow, consejero delegado de Barrick, había decidido no viajar a Malí por miedo a ser detenido él mismo (lo que le ocurrió a Terry Holohan, consejero delegado de Resolute, empresa que cotiza en bolsa en Australia). La licencia de Barrick para operar en Malí expira el próximo mes de febrero.

Los militares que han tomado el poder en los últimos años también han revisado los códigos mineros y renegociado los contratos, al tiempo que han aumentado la presión sobre las empresas extranjeras, prometiendo una mayor soberanía y una distribución más justa de los ingresos de la lucrativa industria. El régimen militar de Malí afirma que los cambios han generado más de 700.000 millones de francos CFA (1.200 millones de dólares) en ingresos.

La incautación de las minas pone de relieve el giro de los Estados dirigidos por militares en la región oeste del Sahel contra los intereses occidentales tras una serie de golpes militares en los últimos cinco años. Los gobiernos de Níger, Malí y Burkina Faso han expulsado a las tropas francesas y europeas, al tiempo que han estrechado sus lazos económicos y de seguridad con países como Rusia y Turquía.

Una prueba de este acercamiento se vio también hace unos días, cuando el general Goïta, jefe de Estado de facto en Malí, presidió la ceremonia de colocación de la primera piedra de una refinería de oro en asociación con el grupo ruso Yadran y una sociedad de inversiones suiza. La planta tendrá una capacidad de 200 toneladas anuales, bastante más que la producción oficial total de Malí (que el Servicio Geológico de EEUU cifra en 60 toneladas en 2023). Esto permitirá a Malí convertirse en "un centro regional para el procesamiento del oro extraído en países vecinos como Burkina Faso", como dijo en la ceremonia el presidente de Yadran, Irek Salikhov.

De forma paralela y también de forma muy reveladora, el ministro de Minas y Energía de Burkina Faso, Yacouba Zabré Gouba, estuvo recientemente en San Petersburgo, donde firmó un acuerdo que permitirá a Rosatom, paraestatal rusa de la energía nuclear, licitar la construcción de una central nuclear en su país.

Todos los actores involucrados saben lo que hay en juego. La minería de oro representa una cuarta parte del presupuesto de Malí, mientras que en Burkina Faso aporta alrededor del 14% de los ingresos del Estado. Según la Asociación Nuclear Mundial, Níger disponía en 2023 del 6% de los recursos mundiales de uranio, lo que le situaba entre las 10 principales fuentes de este combustible.

Occidente está perdiendo posiciones y lo tiene que fiar todo a los países 'amigos' que le quedan en la zona. "Las medidas tomadas contra las empresas occidentales desalentarán la inversión en la región por parte de las empresas occidentales, que en su lugar buscarán oportunidades en países más amistosos, como Costa de Marfil", constata François Conradie, analista político de Oxford Economics.

Precisamente, la citada Resolute ha anunciado el descubrimiento de un yacimiento de 100 toneladas de oro en el norte de Costa de Marfil. Está previsto que la construcción comience en el primer trimestre de 2026, y el gobierno afirma que la operación creará más de 2.800 puestos de trabajo. Chris Eger (que en febrero sustituyó a Holohan como director general de Resolute) declaró en la ceremonia: "Trabajamos mucho en África, pero hoy... Costa de Marfil es el país número uno en el sector minero".

Sin embargo, esto no tapa el gran problema. "A pesar de los esfuerzos de los demás Estados de la Cedeao por convencer a Malí, Burkina Faso y Níger de que vuelvan al redil, la división en la región sigue aumentando", certifica Conradie. Occidente ve peligrar la 'gran mina' africana y la partida se juega en más zonas del continente.

Una oportunidad para EEUU

Desde el think tank estadounidense Atlantic Council exponen otro caso. Los minerales críticos -estaño, cobalto y cobre- son uno de los principales objetivos de las naciones poderosas de todo el mundo, lo que convierte a la República Democrática del Congo (RDC), rica en minerales, en el centro de la diana. EEUU, China y los países vecinos se disputan el acceso a las 'joyas de la corona' de la RDC.

Pero esa competencia revela un panorama complejo: mientras las principales potencias y los estados vecinos compiten por el acceso a los minerales del país, el grupo paramilitar M23, respaldado por Ruanda, ha tomado el control de amplias franjas del este del Congo, y el espectro de una guerra a gran escala se cierne sobre la nación. La RDC firmó un acuerdo de minerales por infraestructura con China en 2007 y la mitad de los mismos se exporta al gigante asiático, con gran parte del sector ahora bajo el control de inversores chinos. Sin embargo, en medio de la convulsa situación del país, ahora se vislumbra un acuerdo de minerales por seguridad o minerales por paz con EEUU.

Esta puede ser una oportunidad para Occidente (aunque con la administración Trump cuesta más meter en el mismo paquete a EEUU y Europa) de recuperar terreno. "La administración Trump está prestando atención. Las tenues negociaciones entre representantes de los gobiernos congoleño y ruandés, dirigidas por el enviado especial de la administración, Massad Boulos, pueden estar avanzando. Para afianzarlo, debería incluirse en el proceso a la sociedad civil congoleña, incluidas las ONG adecuadas, los grupos comunitarios, la Iglesia, los sindicatos y las empresas, tal y como se demostró en el Diálogo Intercongoleño de hace dos décadas. Las aspiraciones democráticas de la RDC deberían ser la ventaja comparativa de EEUU", cierran desde el Atlantic Council.