El ecosistema de la banca central está lleno de animales diferentes. Durante los últimos años, el debate que ha girado en torno a la política monetaria en la eurozona ha estado claramente marcado por la disputa entre los halcones y las palomas. Siempre con el objetivo de cumplir con el mandato de estabilidad de precios que los políticos europeos encargaron a la entidad y que el Banco Central Europeo (BCE) tradujo hace ya décadas en una inflación "en el entorno, o ligeramente por debajo del 2 por ciento", los miembros que optaban por una política más acomodaticia, de tipos más bajos y más estímulos inyectándose en la economía, se han conocido como palomas. En frente han tenido a los halcones, quienes, preocupados por el impacto negativo que pueden tener estas medidas en la economía (castigo a los ahorradores y al sector financiero, entre otras cuestiones), han sido partidarios de implementar políticas más agresivas. Ahora, sin embargo, el BCE va a estar comandado por un nuevo especimen: "No soy una paloma, ni un halcón", explicó ayer Christine Lagarde en su primera reunión como presidenta del organismo; "mi ambición es ser una lechuza, que se asocia con la sabiduría", destacó. Lo cierto es que, después de su primera rueda de prensa al frente de la entidad, en la que las medidas del BCE quedaron en un segundo plano, continuando con la hoja de ruta que dejó marcada Draghi en octubre, lo que ha quedado claro es que el BCE va a experimentar una reforma en profundidad, una revisión estratégica que probablemente necesitará de todo 2020 para terminarse, y en la que se tocarán aspectos tan diferentes como decidir si habrá cambios en el objetivo de inflación, hasta el papel que tendrá el organismo en la lucha contra el cambio climático y la desigualdad creciente.Qué podría cambiarY es que mientras halcones y palomas han discutido durante años qué tipo de políticas eran las más apropiadas para la economía de la zona euro, de cara a alcanzar el objetivo del 2 por ciento sin generar demasiados efectos secundarios negativos, Lagarde ha aterrizado con la intención de plantear si el propio objetivo es el más adecuado. Muchos economistas durante los últimos años han puesto en duda los objetivos de inflación que manejan los grandes bancos centrales, destacando que no se ajustan a la realidad de los tiempos en que vivimos, en los que la inflación está viendose presionada a la baja por el impacto de la revolución digital, entre otras cuestiones. "La clave que nos ha llevado a esta revisión es mirar el objetivo de inflación, examinar cómo debemos definirlo de cara a la estabilidad de precios", señaló Lagarde, anunciando que "la revisión empezará en enero y nuestro objetivo es acabarla antes de 2020".Para la nueva presidenta, "es muy legítimo revisar ahora la estrategia del BCE", ya que "no se ha hecho en 16 años; la última fue en 2003", explicó. No sólo se mirará el objetivo principal del organismo, si no que habrá otros aspectos urgentes que se revisarán. "También va a enfrentar muchos cambios que se han producido en este periodo: el cambio tecnológico masivo que está enfrentando la sociedad; el gran reto del cambio climático que nos afecta a todos e incluirá también aspectos en torno a la desigualdad, que está creciendo en las economías. Todo esto se revisará desde todos los aspectos de nuestro trabajo", explicó Lagarde, y añadió posteriormente, cuando se le preguntó sobre la diferencia creciente que se aprecia entre las expectativas de los mercados y las previsiones que maneja el BCE, que "la manera en la que miramos la inflación también tendrá lugar en la revisión estratégica".Desde Pimco concluyen que "si bien aún es prematuro extraer conclusiones firmes, los primeros indicios sugieren que su objetivo es representar el centro del Consejo de Gobierno y adoptar un estilo de liderazgo más amplio, impulsado por el consenso, abriendo el espacio para debates y acuerdos sin enfrentamientos frontales en las reuniones de política monetaria".La situación va mejorandoAl margen de la presentación de Lagarde y de todas las cuestiones referentes a la primera puesta a punto del BCE desde 2003, la presidenta francesa dejó una sensación de cierto optimismo con el desarrollo de los últimos acontecimientos. "El crecimiento es débil, eso hay que asumirlo, pero creo que hay esperanza ya que los peligros que vemos en el horizonte son menos pronunciados. No sé como acabarán las discusiones entre China y EEUU, pero si comparamos con unos meses atrás, van en la buena dirección", explicó Lagarde.Las previsiones macro del BCE se actualizaron ayer y por primera vez incluyeron datos para 2022, que quedan en el 1,4 por ciento de crecimiento del PIB. Para 2019 se incrementó el dato 10 décimas, hasta el 1,20 por ciento, mientras para 2020 se recortó hasta el 1,10 por ciento, y para 2021 se mantuvo sin cambios, en el 1,40 por ciento.En cuanto a la inflación, las expectativas del BCE son del 1,2 por ciento para 2019, 1,1 por ciento para 2020, 1,4 por ciento para 2021 y 1,6 por ciento para 2022. Este último dato no estaría en consonancia con el objetivo actual del BCE, según explicó la propia Lagarde: "Va en la buena dirección, pero no, no alcanzaría el objetivo que esperamos en este momento", explicó la francesa cuando se le preguntó por ello. La cuestión es si en los nuevos planes del BCE este dato sí les permitirá cantar victoria.