El mercado llevaba meses descontando que la Fed bajaría los tipos este mes de julio. Esta presión se ha reflejado en la rentabilidad a la que cotiza la principal referencia de deuda americana. En los últimos dos meses, el rendimiento del bono a 10 años se ha mantenido en el entorno del 2 por ciento, frente al 2,5 por ciento que rondaba entre marzo y mayo y el más del 3 por ciento al que se movió durante parte del último trimestre de 2018. Si se echa la vista atrás, a la última rebaja de tipos en EEUU en 2008, la rentabilidad de un bono a una década, según se compraba y vendía en el mercado secundario, se situaba en niveles similares a los actuales. El interés bajó hasta esa cota justo a finales de diciembre, a raíz de que la Fed activase su primer programa de compras de deuda el mes previo. Anteriormente, el bono venía de cotizar a rentabilidades superiores al 4 por ciento. E incluso de más del 5 por ciento en 2007, justo cuando empezó a pincharse la burbuja en el mercado inmobiliario en EEUU y con unos tipos que también superaron el 5 por ciento de la mano de Ben Bernanke, quien los situaría por primera vez en la historia en el 0 por ciento en poco más de un año. Pero en la era de tipos cero, la rentabilidad del bono no se mantuvo siempre en estos niveles. Rozó de nuevo el 4 por ciento en 2010, antes de anunciarse un nuevo QE. ¿Y a partir de ahora? "Si, como creemos, las expectativas del mercado han ido demasiado lejos, deberíamos ver algunos retornos de volatilidad a renta fija para reajustar precios a las expectativas", creen en Amundi. "Los rendimientos de los bonos del Tesoro a 2 y 5 años podrían aumentar y la curva de rendimiento puede reanudar el aplanamiento", apuntan en Ostrum AM (gestora affiliate de Natixis IM).