Internacional
Desmontando la 'falacia de la bañera': en EEUU hay más muertes en el baño que en ataques terroristas
- Washington gasta 115 billones al año en medidas antiterroristas desde 2001
- Las bañeras se cobran 400 vidas al año en EEUU; el yihadismo, sólo seis
Patricia C. Serrano
Desde el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos ha gastado 115 billones de dólares al año en medidas antiterroristas en el interior del país, muchas de ellas basadas en usurpar la privacidad de los ciudadanos con la excusa de poder protegerles. La suma es objetivamente desorbitada teniendo en cuenta que sólo fallecen seis norteamericanos al año por este motivo desde la tragedia de las Torres Gemelas. Analizando los datos desde 1970 hasta 2016, la probabilidad de morir en un ataque terrorista dentro de las fronteras estadounidenses es de una entre cuatro millones. Bastante menos que la de morir por un accidente en la bañera del hogar.
En el país norteamericano, las bañeras, al igual que los terroristas, también matan. Se cobran 400 vidas al año, según los datos de la investigación llevada a cabo por John Mueller y Mark. G. Stewart, de las universidades de Ohio State y Newcastle, respectivamente. El riesgo de terminar sin vida en el baño de casa asciende hasta una entre 725.000. Y, sin embargo, no hay ningún plan de medidas destinadas a frenar este tipo de accidentes, ni ninguna preocupación de la población hacia esta realidad.
El incesante aumento del gasto del Departamento de Defensa en la lucha contra el terrorismo y los ingentes medios destinados a este fin -incluyendo el análisis masivo de datos recopilados de las comunicaciones electrónicas de los ciudadanos por parte de la Agencia de Seguridad Nacional- ha sido cuestionado en los últimos años utilizando la curiosa comparación de las bañeras. No obstante, toda teoría se acaba topando con su contrateoría, y así fue cómo surgió en 2016 la llamada 'falacia de la bañera' (bathtub fallacy, en inglés), que rechaza establecer cualquier paralelismo entre ambas cifras de fallecimientos con diversos argumentos. Entre ellos, el de que las bañeras carecen de voluntad de provocar bajas entre los humanos, que el número de muertes por ataques terroristas es bajo por el éxito de las medidas de seguridad o que el coste del terrorismo se dispara en una sociedad democrática porque el miedo que genera demanda necesariamente una respuesta política excesiva y cara.
El terrorismo es tan raro fuera de zonas de guerra que, a nivel esencial, no existe allí
Ante la amplia difusión de la idea de la falacia, los investigadores han publicado un estudio que la desmonta, punto por punto, para concluir que "el terrorismo es tan raro fuera de zonas de guerra que, a nivel esencial, no existe allí". "Al igual que sucede con las enfermedades raras por las que mueren unos pocos, tiene más sentido aplicar una política de inversión de fondos para paliar riesgos que impliquen un daño mayor", defienden.
En su investigación "Terrorismo y bañeras: comparación y evaluación de los riesgos", Mueller y Stewart afirman que la mayoría de actos de terror graves son más bien fruto del azar, de uno o varios individuos que tienen suerte, "al igual que el asesinato de Kennedy por Lee Harvey Oswald". El argumento de que, al contrario que las bañeras, los terroristas albergan la voluntad de destruir y van perfeccionando sus estrategias para este fin, es desvirtuado al evaluar cómo se han producido los ataques yihadistas desde el 11-S. La única innovación consiste en haber incorporado los atropellos masivos en ciudades ante la falta de material explosivo. Por lo demás, estos delincuentes no han mejorado ni sus armas ni sus métodos, pese a que desde 2004 se viene advirtiendo del riesgo de que utilizasen armas nucleares para multiplicar los daños.
Reino Unido gasta la mitad que EEUU en medidas antiterroristas y tiene la misma cifra media de muertes al año en atentados: seis al año desde 2001
¿Merece la pena el gasto en seguridad porque éste es efectivo repeliendo ataques? Según el estudio, la respuesta es no. Los números muestran, evaluando los ataques fallidos, que su magnitud era menor, por lo que no se salvan tantas vidas extra al año. De haberse producido estos actos criminales, quedarían traducidos en entre 12 y 18 fallecimientos anuales más.
Resulta revelador asimismo el caso de Reino Unido, que, gastando la mitad que EEUU en medidas antiterroristas, tiene la misma cifra media de muertes al año en atentados de este tipo: seis al año desde 2001. Si consideramos que la población musulmana es mayor en la Unión Europea -y, por tanto, hay más probabilidades para la radicalización de individuos-, la inversión estadounidense en base a los resultados de su defensa parece aún menos coherente. "El terrorismo supone casos aislados de muertes porque los terroristas, al contrario que las bañeras, no existen", aseveran Mueller y Stewart.
Otro de los argumentos sobre los que se construye la falacia de las bañeras esgrime que el terror organizado afecta al comportamiento de las personas y dispara su miedo y ansiedad, lo que no sucede con la ducha de casa. Muy al contrario, las encuestas (NBC, ABC, Fox) reflejan que los ciudadanos estadounidenses sólo expresan sensaciones de inseguridad cuando se les pregunta específicamente sobre el impacto de los actos terroristas en sus vidas. Si la cuestión no está dirigida a este punto, el 88% se siente seguro con respecto al riesgo de sufrir daños físicos y violencia. Desde 2002, el porcentaje de norteamericanos que considera el terrorismo el problema más importante del país no ha alcanzado el 20%.
Si la tasa de muerte ante un peligro es suficientemente baja, sin importar qué beneficio reporte, este riesgo será percibido como irrelevante y no serán consideradas medidas para combatirlo
Tampoco han cambiado los comportamientos en la vida de los ciudadanos, principalmente, relacionados con actividades multitudinarias que podían suponer la diana perfecta para los terroristas. Los espectadores de cine aumentaron desde 1,54 billones en 2001 hasta 1,64 billones en 2002 pese a los ataques terroristas, y han seguido haciéndolo en los años siguientes salvo de modo puntual por la recesión de 2008. La asistencia a encuentros deportivos de fútbol y baloncesto han ido in crescendo y también los viajes dentro del país -las pernoctaciones pasaron de los 337 millones en 2000 a las 354 millones en 2002-.
Los cambios de comportamiento tampoco han sido registrados en ciudades como Londres o Manchester tras los atentados sufridos el 7 de julio de 2005 y el 22 de mayo de 2017, respectivamente. Los datos de la Cámara de Comercio de estas urbes inglesas demuestran que el turismo se recuperó unos meses después hasta los niveles habituales.
El beneficio de las bañeras
Las bañeras proporcionan un gran beneficio, y por eso estamos dispuestos a correr el riesgo de fenecer en ellas, dicen los defensores de la falacia para romper su paralelismo con los ataques terroristas, que no reportan beneficio alguno. Al igual que el beneficio que nos supone el uso de un vehículo propio es tan elevado que aceptamos la igualmente elevada cifra de fallecimientos en accidentes de tráfico. Sin embargo, los investigadores contraargumentan que si la tasa de muertes ante un peligro es suficientemente baja, sin importar qué beneficio reporte, este riesgo será considerado irrelevante y no serán consideradas medidas para combatirlo. Esta situación la comparten los riesgos de morir en la bañera, el de hacerlo por una enfermedad rara o el de ser partido por un rayo en medio de una tormenta eléctrica.
Quizá lo más característico del terrorismo es que, en el caso de EEUU, ha venido acompañado de costosas medidas reactivas a todos los niveles, como las invasiones de Irak y Afganistán tras el 11-S, los exasperantes controles en los aeropuertos, la conversión de edificios en inquebrantables fortalezas o el trillón de dólares lapidado en análisis de datos que socavan el derecho a la privacidad de los ciudadanos. La clase política se escuda frecuentemente en que las medidas desmesuradas son necesarias, porque así las requiere el impacto profundo que sufren las personas ante las situaciones de actos terroristas. Sin embargo, la invasión en Irak y Afganistán no hubiera sido necesaria, ya que la opinión pública hubiera aceptado otras estrategias menos costosas como la cooperación internacional para cercar a los culpables del ataque contra las Torres Gemelas.
A pesar del trillón de dólares gastados en seguridad doméstica, los ciudadanos siguen sin sentirse seguros cuando son preguntados por el efecto del terrorismo en sus vidas
Los investigadores se basan en ejemplos de ausencia de sobrerreacción política que no fue castigada en las urnas por los estadounidenses, como la actuación del presidente Ronald Reagan tras el atentado suicida en Líbano en 1983 en el que murieron 241 marines o la bomba en el avión de Pan Am sobre Lockerbie en 1988, donde se perdieron 187 vidas. En ambos casos, la respuesta oficial consistió en reforzar el trabajo de investigación policial para juzgar a los culpables y compensar a las víctimas. En países europeos como España, Reino Unido y Francia, la opinión pública aceptó como válida una reacción únicamente policial para capturar a los criminales que atentaron el 11-M en Madrid, el 7-J en Londres y el 13-N en la sala Bataclan de París.
Después del atentado contra las Torres Gemelas y el World Trade Center, el objetivo político consistió en "mantener la libertad en América logrando que los ciudadanos se sientan más seguros". Todas las medidas iban dirigidas a cubrir este punto, la seguridad para la libertad. Sin embargo, a pesar del trillón de dólares gastados en seguridad doméstica, los ciudadanos siguen sin sentirse seguros cuando son preguntados por el efecto del terrorismo en sus vidas, según las encuestas citadas anteriormente. Es decir, los estadounidenses no se sienten seguros a pesar de que apenas ha habido casos de ataques terroristas dentro de las fronteras del país, de que no ha vuelto a repetirse un atentado del calibre del del 11-S en ninguna parte del mundo y de que Bin Laden, fundador de Al Qaeda, fuera ejecutado. Las costosas medidas, por tanto, no han tenido éxito en disolver el miedo en las personas.
El miedo, éxito asegurado en política
¿Por qué, entonces, ninguna Administración de EEUU, demócrata o republicana, se ha atrevido a dar un giro en su derrochadora política antiterrorista? Michael Sheehan, militar y experto en antiterrorismo como alto mando en el Pentágono, el Departamento de Estado y la Policía de Nueva York, quien advirtió años antes del 11-S del peligro de Bin Laden y Al Qaeda sin éxito, argumenta que siempre es más seguro predecir el peor escenario: "Si no sucede nada, a aquellos que impusieron medidas exageradas nunca se les pide rendir cuentas. Ningún experto en terrorismo ni líder político quiere aparentar ser blando ante el terrorismo".
Barack Obama o Michael Bloomberg representan casos aislados de líderes que relativizaron el riesgo del terror y que no fueron castigados por ello en las urnas
Se establece así una suerte de paradoja, porque ningún político que apoye costosas medidas de seguridad podrá ser usurpado de razón con el argumento de que la ausencia de ataques responde a la efectividad de las medidas. Y en el caso de que haya alguno, sirve como excusa para alegar que éstas son insuficientes. De lo contrario, un dirigente que defienda bajar el presupuesto en seguridad antiterrorista, siempre estará equivocado ante el siguiente atentado, que será achacado no al azar, sino a la baja vigilancia y prevención. Por este motivo, políticos como Barack Obama o Michael Bloomberg representan casos aislados de líderes que relativizaron el riesgo del terror y que no fueron castigados por ello en las urnas.
El riesgo de ensalzar a los terroristas
Sin abandonar el plano de los representantes de los ciudadanos, nos topamos con otra cuestión, la de la comunicación de los actos terroristas. Los autores de esta investigación defienden la opinión de expertos que reclaman una comunicación más responsable sobre los ataques terroristas. La exageración, argumentan, conduce a glorificar a los terroristas y a dotarles de mayor confianza en sus "altas capacidades", lo que provocará nuevos ataques. En lugar de concederles una atención privilegiada, deberían ser considerados criminales comunes y tratados como tales. El miedo al terrorismo, por tanto, sólo crea más terrorismo porque los atacantes logran el efecto deseado y su éxito apuntala la permanencia de la estrategia.
El miedo a algo que causa la muerte de seis personas al año tanto en EEUU como en Reino Unido sólo puede alojarse dentro de los vericuetos de la irracionalidad de la mente humana. Si ante un acto terrorista vuelve a sentir angustia, recuerde las cifras, trate de relajarse y dése un baño. Aunque quizá un paseo sea mejor opción.