Internacional

Italia y grecia, solas de nuevo ante la llegada de inmigrantes

  • Alemania busca un cierre de fronteras que puede provocar conflictos
Angela Merkel, canciller alemana.

Jorge Valero

La batalla por la unidad europea, por mantener viva la llama fundacional de "una unión cada vez más estrecha" se ha jugado, y se juega, en Grecia e Italia. Son los lugares en los que Europa hunde sus raíces culturales, históricas y políticas, y también donde ha peleado y pelea por su futuro.

Desde que la crisis financiera pusiera a la Unión en modo supervivencia hace ya una década, Atenas y Roma han sido los eslabones a proteger, el primero por su fragilidad y el segundo por su peligroso efecto devastador. Y siempre, en un peligroso cóctel, la migración y la economía en el mismo vaso.

Sucedió con Grecia en el otoño de 2015, tras la dramática negociación del tercer programa de ayuda y con la llegada de cientos de miles de huidos desde Siria e Irak. Y vuelve a ocurrir ahora con Italia, cuyo gobierno populista ha hecho del gasto adicional y, sobre todo de la migración, sus campos de batalla con sus socios, mientras el endeudamiento de su economía y la fragilidad de sus bancos podrían causar un terremoto en la zona euro suficiente para provocar otra crisis que desgarre la moneda común.

Merkel, en el centro de nuevo

Como comentaba a elEconomista, en privado, la responsable de análisis de riesgos de una institución financiera, es el flanco migratorio el que realmente hace saltar las alarmas en este momento. Porque este desafío ha puesto en la cuerda floja a la canciller alemana Angela Merkel. La capitana del equipo europeo no es solo la que marca el juego comunitario cuando se trata de pasar al ataque y profundizar la unión, sino también la que garantiza la estabilidad de las líneas cuando al bloque le toca defenderse.

A Merkel le ha salido una china muy dolorosa en sus botas, por lo que el grupo ya no solo es incapaz de cambiar el ritmo y profundizar la eurozona, sino que además se ha descolocado justo cuando lidiaban con la bomba italiana.

Su socio de coalición, la CSU bávara, le ha arrastrado a aceptar un acuerdo para reducir las llegadas de refugiados a través de la frontera germano-austriaca. Es el precio de los bávaros para salvar el Gobierno de coalición, pero va camino de cargarse el espacio de Schengen. Porque Austria, donde gobierna en coalición el centro derecha con la extrema, ya ha dicho que cerrarán sus fronteras con Eslovenia e Italia si Berlín le devuelve refugiados. Efecto cascada facilitado por Viena, que además ostenta la presidencia rotatoria de la UE este semestre.

Así, Roma continuará sin ayuda para lidiar con los más de 700.000 sin papeles que han llegado desde hace cinco años. Solo en 2017 hubo más de 130.000 solicitudes de asilo.

Antes de la cumbre europea de la semana pasada, que había debido evitar lo que va camino de suceder, Merkel ya presagió que la migración sería el asunto que podría "construir o destruir Europa".

Ahora, como advirtió esta semana el New York Times "existe una preocupación real" de que el cierre de fronteras desate "una serie de eventos en cascada que degraden significativamente, o incluso fragmenten, la unidad europea". Que ya de por sí es maltrecha.

Esta crisis política actual derivada de la crisis de los refugiados de 2015, por la extensión del discurso antiinmigración, antieuropeo, y xenófobo, está consiguiendo barrer la exigua solidaridad entre socios, y confirmar una dolorosa verdad: la inercia política del bloque no apuntan hacia la unidad sino en sentido contrario. La erosión o incluso ruptura de la UE a través de sus diferentes manifestaciones, ya sea Schengen o el euro, o incluso con nuevos divorcios como el del Reino Unido, no está lejos de colocarse como el escenario central. Porque al mismo tiempo, las fuerzas de centro han permitido que los extremistas y eurófobos les ganen el relato y no solo impongan su agenda, sino también den forma al debate. Y el mejor ariete para arremeter contra la unidad y estabilidad de la Unión es la migración. Si las emociones se pegan más que los argumentos en política, más aun cuando se agita el miedo al extranjero.

El primer poblema

La inmigración consiguió superar ya en 2015 a la situación económica como el principal desafío para los europeos, según las series de encuestas de los Eurobarómetros. Año también en el que ya se coló en segundo lugar el terrorismo. No es una casualidad, porque las formaciones radicales aprovecharon los ataques en suelo europeo para acusar a los recién llegados, "como si todo solicitante de asilo fuera un potencial criminal o terrorista", se quejaba el líder de los Verdes en la Eurocámara, Phillip Lamberts.

Así, la solidaridad que inspiró a los socios fundadores, el pegamento que da sentido al proyecto comunitario desaparece, ya sea al repartir los cientos de miles de refugiados que se agolpan en Italia o Grecia, o para completar la zona euro con una garantía común para los ahorradores o una unión fiscal para protegerse en épocas de fuertes turbulencias.