Internacional

Hugo Chávez dejó de aparecérsele a Nicolás Maduro

  • Chávez era populismo en estado puro; Maduro lo intenta pero no llega
  • Hugo Chávez hace tiempo que no se le aparece a su sucesor a dedo
  • No hay progresismo ni revolución social en Venezuela solo tiranía y miseria
<i>maduro frente a un cuadro de Hugo Chávez. Foto: Reuters</i>

Carmelo Encinas

Conocí a Hugo Chávez en una librería de Madrid. Puede que esto les suene a coña pero así fue. Ocurrió en noviembre de 2004 durante aquella visita oficial que realizó a España. El mandatario venezolano quiso darle un toque cultureta a su presencia en nuestro país y se acercó como de improviso a la Casa del Libro de la Gran Vía. Trabajaba justo enfrente y me bajé a ver de qué iba aquel jaleo. Allí estaba rodeado de curiosos y desplegando toda su capacidad de extroversión el entonces líder de moda en América Latina. Simpático a rabiar, Chávez departía abiertamente con los empleados saludando y bromeando con todo aquel que le tendía la mano. Viéndole en aquella situación era fácil entender el poder de atracción que ejercía entre los venezolanos y su capacidad de usar los medios de comunicación. Hugo Chávez era populismo en estado puro.

España vivía entonces conmocionada aún por el 11M de ese mismo año y lo primero que hizo nada mas bajar del avión fue acudir a la estación de Atocha para rendir homenaje a las víctimas de aquellos atentados. En Madrid recibió todos los honores y atenciones de un Jefe de Estado, con audiencia en la Zarzuela incluida. Tres años mas tarde llegaría el "por qué no te callas" del Rey Juan Carlos en la cumbre Iberoamericana y los recelos de medio mundo ante el referéndum que introducía cambios en la constitución con deriva autoritaria. Hugo Chávez ya no resultaba tan simpático y evidenciaba cada vez más su lado histriónico aunque ante los suyos lograba mantener casi intacta su capacidad de liderazgo. Después vendría su lucha contra la enfermedad y la muerte que sería utilizada sin pudor alguno por el sucesor, elegido a dedo, para intentar dotarse de todo su magnetismo. Nicolás Maduro llegó al ridículo de vender a su pueblo aquel episodio del pajarito a través del que supuestamente se comunicaba con Chávez.

Maduro tuvo el cuajo de santificar a su predecesor y sugerir una especie de relación sobrenatural con él. En esa pretendida comunión imitó en lo que pudo su puesta en escena, el tono de los discursos y hasta su gestualidad. Maduro quiso ser Chávez pero carecía de su carisma, de su visión táctica y mucho menos de la fe y el aprecio de sus colaboradores. Inseguro, desconfiado, se siente amenazado y en permanente riesgo de traición. La resultante de todo ello es la actual deriva autoritaria con la que pretende sofocar el rechazo clamoroso que genera ya no solo en la oposición sino en distintos sectores del propio chavismo. El exponente mas claro de esas grietas internas es la depuesta fiscal general del Estado Luisa Ortega a la que Maduro ademas de destituir ha congelado sus cuentas bancarias y prohibido salir del país.

Ortega, quien le plantó cara a Maduro calificando públicamente de "golpe de Estado" las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia que retiraban el poder y la inmunidad a los miembros del Parlamento, ha sido represaliada por defender la Constitución que el propio Hugo Chávez promovió en 1999. Aunque cesarista aquella Carta Magna respetaba al menos la limitación de los mandatos y la separación de poderes. Para la ex fiscal Ortega, Maduro esta traicionando la obra de su antecesor y, aunque por ahora bastante atomizados, en el chavismo hay distintos grupos que comparten su opinión.

Se entiende mal que en España, donde se sigue con la mayor atención lo que acontece en Venezuela, personas que fueron tan próximas a Hugo Chávez como Juan Carlos Monedero defienda como lo hace la deriva de Maduro y acuse a la democráticamente elegida y hoy dinamitada Asamblea Nacional de intentar un golpe de estado contra el gobierno. Monedero, quien ocupó despacho en el Palacio Presidencial a pocos metros del de Chávez, parece olvidar aquella Constitución que entonces defendió, a no ser que su amnesia responda a intereses posteriores. Aun se entiende peor sin embargo que , mientras los líderes orgánicos de Podemos, algunos de los cuales trabajaron también como asesores del chavismo, tratan de ponerse de perfil sobre Venezuela a la vista del cariz que toman los acontecimientos , Alberto Garzón que allí no tocó bola salga a defender lo indefendible.

El coordinador de Izquierda Unida parece empeñado en justificar la evolución de un régimen que aunque se vista de revolucionario carece de armazón ideológico y que lo único que pretende es perpetuarse en el poder. Un régimen decididamente totalitario marcado por las sospechas de sobornos y corruptelas que afectan directamente a Nicolaás Maduro y a su número dos Diosdado Cabello y que también estaban en el punto de mira de la destituida fiscal general Luisa Ortega. Llamar "pulcra, transparente y técnicamente eficaz" la pantomima de elección de la llamada Asamblea Constituyente, como hizo sin sonrojo alguno el responsable de Extensión Internacional de Izquierda Unida Francisco Pérez, es un insulto a la inteligencia de su propia militancia.

No hay progresismo ni revolución social en Venezuela solo tiranía, represión y miseria. Garzón debería aprender a distinguirlo. Hasta en las tripas del chavismo advierten la diferencia. Hace tiempo que Chávez no se le aparece a Maduro.