Internacional

May se escuda en su liderazgo ante el 'Brexit' para recuperar votantes

  • Su imagen de estabilidad, afectada por su nerviosismo ante las críticas
<i>La primera ministra británica, Theresa May. Foto: EFE</i>

Eva M. Millán

La carrera por el Número 10 atraviesa un déja vu en el que el verdadero cambio sustancial afecta a la diferencia en las encuestas entre los dos grandes partidos, que ha pasado del dominio incontestable tory a dejar abierta la contienda.

El salvaje atentado de Manchester obligó a suspender una campaña en la que la reputación de Theresa May había quedado seriamente golpeada, tras verse forzada a recular en su polémica reforma de la financiación de la asistencia social. La controversia se tradujo en la demoscopia, por los que los conservadores han decidido retomar para la recta final la carta empleada por la primera ministra para justificar el inesperado adelanto de las generales: solo su liderazgo "fuerte y estable" garantiza un Brexit satisfactorio.

Por ello, una vez la ciudadanía retome su rutina tras el festivo de hoy, ya con la alerta terrorista rebajada del nivel crítico al severo en que llevaba desde hace tres años, sus asesores confían en que el aura de responsabilidad que rodeaba a May, apreciada en segmentos sociales y geográficos hasta ahora vetados por desmarcarse de la imagen tradicional de la derecha, vuelva a dominar en el imaginario colectivo. Su respuesta al ataque terrorista le permitió reforzar la imagen institucional que tanto beneficia a una mandataria a punto de jugarse la reelección, pero bajo el respaldo de Downing Street subyacen incómodos interrogantes.

Falta de experiencia

Desde su entrada en la residencia oficial en julio, May ha tenido que hacer frente a cuestionamientos relacionados con su capacitación para el cargo. A diferencia de la práctica totalidad de sus antecesores en tiempos modernos, no había ejercido ni como líder de la oposición, ni como titular del Tesoro, dos tareas consideradas clave para preparar a un dirigente para el aplastante peso del Número 10. Su única experiencia había sido al frente de Interior, un departamento que apenas decide en gasto y que no cuenta ni con las competencias en materia criminal. Los primeros lances, con todo, fueron esperanzadores: no le tembló la mano para deshacerse de la guardia pretoriana de David Cameron y, pese al criticismo, tampoco dudó en apostar por un Brexit duro.

Sin embargo, en la práctica, su trayectoria revela poco de sus planes para un país que no solo afronta la travesía en solitario tras más de cuarenta años de pertenencia al bloque comunitario, sino que está obligado a decidir por qué modelo aboga para su sostenibilidad, uno de bajos impuestos y reducción del tamaño del Estado, o una relativa expansión de gasto que apoye la recuperación, pese a retrasar la consecución de los objetivos fiscales.

Si bien es cierto que su pasado como ministra de Interior la ha dotado de un notable empaque para abordar materias relacionadas con la seguridad nacional, May se ha mostrado mucho más ambigua, si es que no evasiva, cuando ha tenido que abordar cuestiones de naturaleza diferente, llegando incluso a emplear la negación de hechos verificables con un simple vistazo a las hemerotecas más recientes.

El único desafío a su fama como política aversa al riesgo fue el adelanto electoral, pero el movimiento mismo la dejó en evidencia puesto que, tras haberlo descartado reiteradamente, cuestionó su reivindicada credibilidad de palabra. Por si fuera poco, el envite podría acabar resultando contraproducente, a la vista del reciente cambio en las encuestas. Su ventaja de entre seis y 14 puntos amenaza con dejarla con una hegemonía parlamentaria inferior incluso a los 17 asientos que actualmente ostenta.

Además, el cuadro de contrastes de sus casi once meses de mandato revela nerviosismo ante la contestación. Cuando se la acusaba de inconcreción con su manido mantra 'Brexit significa Brexit', lo sustituyó por un igualmente enigmático 'Brexit rojo, blanco y azul'. En el primer y único presupuesto con ella al frente, obligó a su ministro del Tesoro a recular en una de las medidas estrella, la apuesta por la subida de impuestos a los autónomos, tras el escándalo generado por la supuesta ruptura de una promesa de la administración anterior.

Tras la presentación de su programa electoral, no resistió la crítica a la reforma de la asistencia a los mayores y, pese a efectuar un giro de 180 grados, insistió en que no había cambiado nada. May tiene diez días para recomponer su imagen, pero la arrolladora victoria que esperaba ha tornado en una ansiosa espera que anticipa el tamaño del verdadero desafío que afronta con el divorcio comunitario.