Internacional
Todas las claves de las elecciones de EEUU: cómo funcionan y qué estados serán decisivos
- El objetivo es ganar 270 delegados para ser nombrado presidente
- Casi todos los estados dan todos sus delegados al candidato más votado
- Las urnas llevan ya abiertas un mes, y hay millones de votos ya emitidos
Víctor Ventura
Este 3 de noviembre, el primer martes después del primer lunes del mes, es el día en el que, como cada cuatro años, se celebrarán las elecciones generales en EEUU para escoger al presidente y a las dos cámaras del Congreso. Unos comicios cuyas normas son una mezcla de leyes antiguas pensadas para el siglo XVIII y tecnología e innovaciones modernas. elEconomista.es recoge aquí todas las claves para entender cómo funciona el sistema que decidirá quién será el presidente del país más influyente del mundo para los próximos cuatro años.
El Colegio Electoral
Lejos de lo que es común en muchos países con sistemas presidenciales, al presidente de EEUU no lo eligen directamente los ciudadanos sino indirectamente los 538 delegados del Colegio Electoral, una cámara creada específicamente para ese fin y que se reúne una sola vez, en diciembre del año electoral, para nombrar al nuevo mandatario. La mayoría absoluta necesaria para salir elegido como presidente son 270 votos.
Aunque en las papeletas aparezca el nombre de los candidatos presidenciales, lo que los estadounidenses votan, en realidad, es a listas de personas propuestas por cada partido como delegados. Esos delegados, normalmente personas de confianza de los aparatos, cargos locales y figuras honoríficas, están obligados a votar por el aspirante de su partido, bajo cuyo nombre se presentaron.
Por si acaso, este año el Tribunal Supremo prohibió el transfuguismo, ya que cada año un puñado de ellos -especialmente los del candidato perdedor, o los del ganador una vez ya había recibido votos suficientes para confirmar su elección- solían saltarse la disciplina de voto y dar votos simbólicos a terceros.
Cómo se eligen los delegados
Los 50 estados, más la ciudad de Washington DC, tienen tantos delegados como la suma de diputados y senadores. Cada estado tiene dos senadores, independientemente de su población, y todos tienen un mínimo de un diputado, por lo que el suelo es de tres delegados, lo que supone que 153 son 'fijos'. Los 385 restantes se reparten por población. Es decir, que Wyoming, que tiene un diputado, tiene 3 delegados (2+1), el mínimo, mientras que California, que tiene 53 diputados, tiene 55 delegados (2+53).
En 48 estados y en Washington, el candidato más votado recibe todos los delegados del estado, independientemente de su porcentaje de voto o la diferencia sobre el segundo. En las históricas (y conflictivas) elecciones del año 2000, George W. Bush se llevó los 25 delegados clave de Florida por 450 votos, un 0,0009% del total.
En dos estados, sin embargo, el sistema es algo distinto. En Maine (tradicionalmente demócrata) y Nebraska (tradicionalmente republicana), cada circunscripción al Congreso elige un delegado, y el candidato más votado a nivel estatal se lleva dos más. Eso significa que varios candidatos pueden llevarse algún escaño en las zonas más igualadas, y, de hecho, ha ocurrido: en 2008, Barack Obama se llevó un escaño en la segunda circunscripción de Nebraska, y Trump hizo lo propio en la segunda de Maine en 2016.
Esto significa que no es necesario ser el candidato más votado a nivel nacional, solo ser el más votado en los estados suficientes para sumar una mayoría de delegados. En 2016, Donald Trump se llevó 306 delegados frente a los 232 de Hillary Clinton, pese a recibir tres millones menos de votos, gracias a sus ajustadísimas victorias en varios estados clave. Y este año existe un hipotético escenario en el que Joe Biden podría ganar las elecciones por exactamente un solo delegado, gracias al escaño suelto de Nebraska en el que es el favorito.
¿Y si hay empate?
En el rebuscado pero matemáticamente posible escenario de que los dos candidatos empataran a 269 delegados (o que hubiera tres o más candidatos con delegados y ninguno llegara a la mayoría, algo que no ha ocurrido desde 1824), sería el Congreso el que desempataría. La Cámara de Representantes surgida de estas elecciones elegiría al presidente y el Senado, al vicepresidente.
La votación en el Senado sería sencilla: los 100 senadores -dos por cada estado- votarían y el más votado sería elegido. La votación del presidente en la Cámara Baja, sin embargo, sería más extraña: cada delegación estatal se reuniría y escogería a un candidato único al que dar un solo voto en nombre de su estado. En otras palabras, habría 50 votos, uno por estado, y la decisión de cada uno dependería de qué partido tenga la mayoría de diputados electos en cada estado. Si un estado está dividido al 50% entre diputados de ambos partidos, su voto quedaría anulado.
En este momento los republicanos lideran en número de estados con mayoría de diputados republicanos porque el liderazgo demócrata en la Cámara Baja se debe, en gran parte, a sus mayorías aplastantes en California (45 de 53) o Nueva York (21 de 27). En este escenario, esos dos estados tendrían el mismo peso que Dakota del Norte y Dakota del Sur, ambas con un único diputado -republicano- y una población conjunta similar a la de la isla de Manhattan. Aunque todo dependería de los resultados de las elecciones, en las que los demócratas son los favoritos para ampliar la mayoría parlamentaria que consiguieron hace dos años.
¿Y si hay empate entre los 50 estados o los 100 senadores? En ese caso, se seguiría votando de forma indefinida hasta que alguien sumara una mayoría. Y si todos siguen en sus trece hasta el día 20 de enero, cuando el nuevo presidente debe tomar posesión del cargo, el presidente sería el vicepresidente electo por el Senado, o, si ambas cámaras siguen empatadas, el presidente del Congreso -en este caso, Nancy Pelosi- ascendería a la presidencia, y ella nominaría a un candidato a vicepresidente, que sería votado por mayoría simple de ambas cámaras.
¿Qué estados importan?
El hecho de que el objetivo sea ganar los estados suficientes para sumar 270 delegados por el margen que sea hace que muchos estados en los que un candidato es el favorito claro sean ignorados. ¿Para qué iba a hacer campaña Joe Biden en Misuri, donde Trump ganó por más de 10 puntos en 2016, o Trump en Maryland, donde los demócratas han enlazado victorias por amplio margen en todas las elecciones desde 1988?
La clave, entonces, está en los estados que Clinton ganó por poco y que Biden necesita mantener; los que Trump ganó por un margen más estrecho en 2016 y que Biden necesita arrebatarle para vencer; y, por último, de otros estados que no solían estar tan igualados pero que las encuestas apuntan a que sí lo estarán este año.
La lista concreta es: Minnesota, New Hampshire y Nevada como estados en los que Hillary Clinton ganó por escaso margen en 2016; Michigan, Wisconsin y Pensilvania como los tres estados clave que le dieron la victoria a Trump por un puñado de votos; Florida, Arizona, Carolina del Norte y la segunda circunscripción de Nebraska (que es Omaha, la ciudad de Warren Buffett) como victorias ajustadas de Trump en 2016; y Ohio, Iowa, Georgia, la segunda circunscripción de Maine y Texas como estados con victorias amplias de Trump que este año están muy igualados en las encuestas. El que gane la mayor parte de estos estados será el próximo presidente de EEUU.
¿Cuándo se vota?
En realidad, las elecciones llevan celebrándose desde el pasado 5 de septiembre. La gran mayoría de estados lleva un mes recibiendo votos por correo y casi todos han abierto ya las urnas, para que vaya a votar todo el que quiera en persona. Este lunes ya habían votado 97 millones de personas, más del 50% del censo electoral.
Aun así, la jornada electoral 'oficial' suele ser el día que atrae a más votantes de todo el ciclo. Pero este año, con la pandemia de Covid-19 y una movilización histórica, nadie sabe bien cuánta gente acabará acercándose a las urnas este día.
¿Y cuánto se tardará en contar los votos?
La gran mayoría de estados tendrán ya contados los votos emitidos por correo y los de los días anteriores al 3 de noviembre para el momento en que se cierren los colegios de forma oficial, por lo que solo habrá que contar los del propio día 3 antes de dar los resultados oficiales. Por supuesto, es delito revelar datos de las papeletas ya contadas hasta que cierren las urnas, y los funcionarios encargados de ello se juegan sus carreras. Hasta ahora, nunca se han producido filtraciones.
Sin embargo, algunos estados clave, como Michigan o Wisconsin, no tienen permitido empezar a contar las papeletas ya emitidas hasta la misma mañana del día 3, por lo que sus resultados podrán hacerse de rogar hasta bien entrada la noche local, o incluso tardar varios días, lo que puede generar grandes problemas en el recuento. Y luego están estados como Washington o California, que permiten enviar el voto por correo hasta el mismo día 3, por lo que muchas papeletas legales no llegarán hasta varios días después. Por suerte, ninguno de esos dos estados se antoja decisivo este año.