Internacional

La cuarentena se extiende por la Casa Blanca: el vicepresidente y el 'Fernando Simón' de EEUU, sospechosos de contagio

  • Trump no quiere usar mascarilla para no dar imagen de debilidad

Víctor Ventura

Mientras el presidente de EEUU, Donald Trump, impulsa la reapertura económica del país pese a que más de 13.000 personas murieron de la enfermedad en la última semana, la Casa Blanca está cerrándose cada vez más. En los últimos días se han dado varios casos de infectados en la residencia oficial y este fin de semana han tenido que ponerse en cuarentena el vicepresidente, Mike Pence, y el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, el doctor Anthony Fauci, el homólogo estadounidense de Fernando Simón. Y mientras la crisis se acerca cada vez más a su residencia, Trump está cada vez más preocupado por la imagen que da.

En concreto, la semana pasada dieron positivo un ayudante de cámara de Trump, uno de los marines que actúan como servicio para las tareas más íntimas del presidente en la Casa Blanca, como servirle la comida, y uno de los empleados del despacho de Pence, que está situado dentro del mismo complejo en Washington. A eso se ha sumado otro empleado del comité de Salud del Senado, al que iban a asistir Fauci y el jefe de la Agencia de Alimentación y Medicamentos, Stephen Hahn, que también ha entrado en cuarentena.

Trump es conocido por tener pánico a los gérmenes y mantiene una higiene constante de manos, pero de poco sirve si está rodeado de posibles infectados. El magnate se ha resistido a llevar mascarilla porque cree que daría una imagen de "debilidad", según explican fuentes cercanas a él a medios estadounidenses, pero ha extremado el resto de medidas de precaución. Todos los empleados de la Casa Blanca deben someterse a un test rápido cada día, y se les toma la temperatura a todos los visitantes al recinto. Además, todos los viajes que tenían programados han sido cancelados, y Trump tuvo que suspender una escapada de fin de semana para jugar al golf tras dos meses de sequía.

El problema es que la sensación de precaución extrema y confinamiento total del presidente puede ser más simbólica aún que una foto con mascarilla, especialmente cuando gran parte de los estados están recuperando una actividad lo más normal posible. Y los ciudadanos no parecen estar tranquilos: en los territorios que ya han levantado sus restricciones, la actividad económica sigue a medio gas por la falta de consumidores, que siguen sin salir de casa ni gastar en niveles anteriores a la crisis.

El mayor riesgo para Trump, sin embargo, es que los casos en el país parecen haberse estancado, con las caídas en Nueva York compensando alzas moderadas en el resto del país. Reabrir la economía con más de 1.000 muertos diarios puede causar más problemas a largo plazo de los que solucione. Y si alguien clave 'cae' en el centro del poder nacional, difícilmente ayudará a tranquilizar la situación.