Internacional

¿Y si no gana nadie en las primarias demócratas? La avalancha de candidatos dificulta que haya una mayoría

  • La carrera a la nominación está tan fragmentada como el congreso español
  • Si nadie obtiene la mayoría absoluta, tocará negociar
De izquierda a derecha: Pete Buttigieg, Bernie Sanders, Joe Biden, Elizabeth Warren y Amy Klobuchar. Foto: Reuters

Víctor Ventura

Tras las dos primeras votaciones, dos candidatos están a la cabeza de las primarias presidenciales demócratas. El exalcalde moderado Pete Buttigieg lidera en número de delegados, con 23, mientras que el senador izquierdista Bernie Sanders le sigue de cerca con 21 (y más votos, aunque peor repartidos). Hasta ahí, todo parece normal. Pero, al contrario que otros años, por detrás siguen tres aspirantes más -Joe Biden, Elizabeth Warren, Amy Klobuchar-, con fuerza en las encuestas y los fondos para seguir en marcha. Entre ellos, suman 21 delegados, los mismos que Sanders. Y a la espera está el exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg, que se lanzará a la campaña en dos semanas y ya ronda más del 10% de intención de voto en las encuestas. Ese dato, que media docena de candidatos siga en pie y con apoyos suficientes para que ninguno se plantee tirar la toalla, aumenta el riesgo de que nadie obtenga la mayoría absoluta de delegados necesaria para ganar la nominación. Y, entonces, ¿qué?

Normalmente, Iowa y New Hampshire, los dos primeros estados en votar en las primarias estadounidenses, tienen una labor clara: no decidir quién gana, sino marcar a los perdedores y reducir al mínimo la lista de aspirantes de cara al momento clave, el 'Súper Martes' de marzo en el que votan una docena de estados grandes a la vez y se reparten de golpe el 35% de todos los delegados totales. Históricamente, para entonces ya solo quedan dos candidatos claros, quizá con un tercero muy lejano pero con poca fuerza real. Pero las primarias demócratas de este año, en el que había un número récord de candidatos, han ignorado este filtro: nadie quiere abandonar hasta probar su fuerza el 'Súper Martes'. Y eso puede trastocar todos los planes.

Reparto proporcional

Primero, es útil revisar las normas del congreso del Partido Demócrata. El sistema electoral es simple: un reparto estrictamente proporcional de dos tercios de los delegados por cada una de las 435 circunscripciones a la Cámara de Representantes en las que se divide el país, y otro tercio por cada uno de los 50 estados. El único requisito es que cada candidato supere el 15% del voto en cada circunscripción en juego para recibir sus delegados. Es decir, que si un estado como Iowa tiene cuatro circunscripciones a la Cámara, y un candidato supera el 15% en dos de ellas y a nivel estatal, no recibirá delegados por las dos circunscripciones en la que se quedó corto, pero sí por las otras dos y por el global estatal. Curiosamente, la barrera del 15% significa que solo un máximo de seis candidatos pueden obtener delegados a la vez: los mismos que siguen aún en pie.

Este sistema es completamente diferente al republicano o al que usan las propias elecciones presidenciales de noviembre, que otorga todos los delegados de cada estado al candidato más votado, y que permitió que Trump arrasara en la nominación de su partido pese a contar solo con un 35% de los apoyos.

El momento clave será en el congreso del partido en junio. Para elegir a un candidato a presidente, hacen falta 1.990 delegados (de 3.979) en la primera vuelta, es decir, un 50,1% de todos los que se eligen en las primarias. Si nadie obtiene la mayoría, hay una segunda vuelta en la que se añaden los "súperdelegados", cargos del partido que pueden votar a quien quieran. En ese momento, harán falta 2.376 votos de un total de 4.750 delegados. Y si nadie supera la cifra mágica tampoco en el segundo intento, será la hora de las negociaciones en habitaciones oscuras. La última vez que ocurrió algo así, en 1968, el congreso acabó a puñetazos.

Y el alto número de candidatos que quedan dificulta que uno se lleve el premio en primera vuelta. Cuando solo había dos aspirantes, uno tenía por fuerza que superar la cifra mágica, salvo un rarísimo e improbable empate. Pero con seis, y cuando los ganadores no han pasado del 25% de los votos en las dos primarias hasta ahora, es muchísimo más fácil que nadie lo consiga: no hay más que ver lo que ocurre en elecciones tan fragmentadas como han sido las españolas, por ejemplo. Además, el 3 de marzo se repartirán un tercio de todos los delegados totales de golpe. Si acaban divididos entre tres, cuatro o seis bandas, para que alguien llegue al 50% final por sí solo ya tendría que arrasar en todas las votaciones posteriores, en las que se repartirán el 60% de delegados restantes.

Este jueves, Sanders dijo en una entrevista que le parecería "injusto" que si un candidato consigue la mayoría simple pero no la absoluta, no sea nominado de todas formas. Pero hace cuatro años, el veterano senador se mantuvo en la carrera hasta el final con la esperanza de que Hillary Clinton no sobrepasara la mayoría absoluta y él pudiera ganar en la segunda vuelta con el apoyo de los súperdelegados. Y no parece que nadie vaya a regalar la victoria mientras tenga esperanzas.

De hecho, una de las teorías es que el empresario Bloomberg está invirtiendo tanto dinero en publicidad de cara al 'Súper Martes' con ese dato en la cabeza: si no gana, al menos puede obtener los suficientes delegados como para evitar que Sanders gane y convertirse él en el 'hacedor de reyes', apoyando al moderado que esté en mejor posición. Por el momento, el multimillonario neoyorquino está sorprendiendo con grandes resultados en las encuestas en estados tan conservadores como Alabama y enormes mítines en la "América profunda" como Tennessee, donde se presenta como el 'Trump bueno'. El 3 de marzo sabremos si el congreso del partido apunta a ser histórico.