Miguel Ríos, que cumplió 80 años en junio, se encuentra "bien", según confirman fuentes de la organización del concierto donde se cayó. El andaluz es uno de los íconos más emblemáticos de la música en español. Sin embargo, este sábado, durante el concierto navideño del dúo Ojete Calor en el WiZink Center de Madrid, el legendario cantante granadino protagonizó un inesperado incidente al sufrir una aparatosa caída en pleno espectáculo.

El accidente ocurrió mientras Ríos interpretaba su inolvidable éxito Bienvenidos, tema que electrizó al público presente. En un momento de gran energía, el artista andaluz tropezó con una trampilla abierta en el escenario, preparada para las entradas y salidas de Carlos Areces y Aníbal Gómez, anfitriones de la velada. Pese a la espectacularidad del tropiezo, el músico se levantó rápidamente y continuó cantando con la profesionalidad y el carisma que lo caracterizan, lo que desató los aplausos y vítores de los asistentes. Las redes sociales no tardaron en recoger el momento, con múltiples usuarios destacando la actitud estoica y comprometida de Ríos. "Se cayó por una trampilla del escenario, pero se levantó y siguió como si nada. Eso es ser un profesional de verdad", comentó un espectador en X (antes Twitter). El incidente también recordó otros percances recientes sufridos por artistas, como el resbalón de Laura Pausini o la caída de Mario Vaquerizo, que requirió atención médica. A diferencia de estos casos, Miguel Ríos demostró que ni siquiera un tropiezo puede frenar su pasión por la música. Afortunadamente, el cantante está bien y no sufrió lesiones importantes. Su capacidad para sobreponerse a esta situación es otra prueba de su fortaleza y compromiso con su público, consolidando aún más su posición como una leyenda viva.

Ríos celebró sus 80 años este 2024 con el entusiasmo de quien aún tiene mucho que ofrecer sobre el escenario. Apenas en junio pasado, celebró su aniversario en Granada, su ciudad natal, durante los ensayos para uno de sus conciertos. El menor de nueve hermanos, Miguel creció en el barrio de Cartuja, en una familia humilde, y empezó a trabajar a los quince años como camarero en un bar.

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