Tras las noticias del mal rollito entre Cristiano Ronaldo y Georgina porque ella les da a los niños pizzas y otros caprichos, no podemos sustraernos a la tentación de imaginar los desencuentros del portugués con la española. ¿Estaba Cristiano sentado en la terraza de su mansión, observando el horizonte de Arabia Saudí cuando el aroma de una pizza margarita extra de queso le perturbó? Tal vez los niños corrían por el jardín con botellas de refrescos gaseosos en la mano, cuando sus risas como cuchillos regatearon los oídos de Cristiano. "Esto no es saludable", debió pensar el ex madridista, quizás, golpeando la mesa con el dedo índice, como si estuviera trazando estrategias para un partido. ¿Cómo le miró su hijo mayor desde lejos con esos ojos de "papá está otra vez en plan entrenador"?

¿Se levantó Cristiano y se fue hacia Georgina, sentada en su sillón de oro y revisando Instagram? Tal vez ella sonrió con que risa que usa cuando sabe que algo va mal.—Gio, qué es esto—preguntaría Cristiano, levantando una caja de pizza como si fuera un trofeo maldito.—Comida—respondería ella, sin apartar la mirada de su teléfono.

Imaginamos a Cristiano respirando más hondo que cuando ha fallado un penalti. La verdad es que tanto Cristiano como Georgina saben que la pizza contiene grasa, carbohidratos, colesterol. Y las Coca-Cola tienen azúcar que entra en los cuerpos como si fueran un coche al que le echas combustible equivocado. Pero Georgina es condescendiente. Sabe que los niños no son atletas olímpicos.

Otra cosa es que el futbolista crea que en el futuro podrían serlo, y eso le lleva a ser severo y a educarlos con la intensidad de un entrenador en los minutos finales del partido. Georgina no está tan de acuerdo en que Cristiano ame más el brócoli hervido que cualquier manjar que pueda afectar al estómago. Cristiano lleva las de perder. Pero él no es que ame el brócoli. Ama el futuro. Un futuro sin diabetes, sin colesterol alto, sin grasa de más. Georgina en cambio se preguntará qué futuro tendrán los niños si no pueden disfrutar de una hamburguesa con patatas fritas.

Cristiano deberá reflexionar mientras hace flexiones y los niños devoran pizza la noche que les toca. Aunque es mejor que el capricho sea una cena excepcional y acostumbrar a los niños al pescado hervido y las verduras al vapor, aunque los críos niños lo miren con odio velado, y Georgina soporte la severidad con un aire de resignación.

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