El reciente reencuentro de don Felipe con su hermana Cristina en Girona en un acto oficial del Rey nos conduce a una nueva narrativa institucional: la normalización de sus reencuentros y, también, que los veremos más veces juntos. Incluso, en actos oficiales como este. Fue en el 50º aniversario de la inauguración del Teatre-Museu Dalí el 25 de septiembre. No hubo foto ni posado de ambos, pero estaban, coincidieron y se vieron.
Este acercamiento de Cristina a su hermano la aleja de su hermana y de su padre. Para empezar marca una distancia con el emérito, quien vive una tormentosa semana por las fotos del beso a Bárbara Rey, que ha filtrado su hijo Ángel a una revista holandesa después de permanecer 30 años bajo secreto.
El tsunami informativo que ha causado este reportaje mantiene al emérito enclaustrado en Sanxenxo, donde está previsto que participe este fin de semana en las regatas que llevan su nombre. La infanta Cristina le habría dicho a su padre que "no era el momento" de preparar sus memorias en este momento de crisis reputacional, según Monarquía Constitucional.
Hay más detalles que nos transmiten ese perdón del Rey a su hermana, pero que forman parte de la esfera familiar. Como la decisión de los hijos de la ex duquesa de Palma de vivir unos meses en Zarzuela junto a su abuela materna, doña Sofía, a la que adoran.
En este escenario, como decíamos, también está presente Elena. La primogénita Borbón está volcada en su padre, hace piña con él. Ha viajado a Abu Dabi en numerosas ocasiones, algunas con Cristina, a lo largo de estos cuatro años. También, ha sido la artífice de unir a sus padres y a su hermano y doña Letizia por su 60º cumpleaños en una comida familiar en Madrid. Elena es como el pegamento emocional de la familia. La que tiende puentes entre ambas partes. Adora a don Juan Carlos. También asume labores de representación de la Casa, como cuando viajó a los Juegos Olímpicos de París este verano. Ahora las dos infantas, hermanas, muestran diferentes estrategias.
