Historia

Los "hombres pájaro", pioneros de la aviación sin motor

    Abbas Ibn Firnas, el primer hombre pájaro.

    Javier Sanz

    Abbas Ibn Firnas, nacido en Izn-Rand Onda (hoy Ronda, Málaga) en el 810, fue poeta, astrónomo, ingeniero… y pionero de la aviación sin motor. El Ícaro andalusí, que así se le llamaría, fue un erudito de su tiempo que tuvo la suerte de vivir en Al-Andalus, el centro cultural más importante en Europa durante la Edad Media, y de contar con el apoyo del emir de Córdoba

    Ideó una nueva técnica para tallar el cristal de roca —hasta ese momento se dependía de los expertos cortadores del norte de África—, construyó un reloj de agua llamado Al-Maqata de una precisión casi suiza, desarrolló la primera esfera armilar para realizar cálculos y observaciones astronómicas... e incluso llegó a construir en su propia casa un planetario, articulado mecánicamente, en el que se representaba la bóveda celeste ambientada con efectos sonoros y visuales tales como tormentas, rayos, truenos e incluso nieve.

    "En el año 852 efectuó su primera tentativa para volar lanzándose desde la torre Arruzafa en Córdoba. No salió como esperaba, pero pudo contarlo"

    Pero sobre todo se le considera "el primer hombre en la historia que realizó intentos científicos para volar". En el año 852 efectuó su primera tentativa para volar lanzándose desde la torre Arruzafa en Córdoba con una lona a modo de parapente o paracaídas, según fuese el vuelo. El caso es que la caída no fue como él había previsto y sufrió algunas contusiones y magulladuras, nada grave. De hecho, fue el primer hombre que voló y pudo contarlo.

    Así que se dedicó durante unos años, entre otras muchas cosas, a perfeccionar su técnica de vuelo. En 875, y ya con un equipo más sofisticado, intentó su segundo vuelo. Para esta ocasión, y ante la atenta mirada de muchos curiosos, construyó un armazón de madera cubierto con una enorme tela de seda adornada con plumas de rapaces… y se lanzó al vacío. Durante diez minutos estuvo planeando hasta que decidió aterrizar. A pesar de un pequeño contratiempo a la hora de tomar tierra, había sido todo un éxito. El historiador Ahmed Mohammed al-Maqqari describe su gesta de la siguiente forma:

    Entre otros experimentos muy curiosos que hizo, uno es su intento de volar. Él se cubrió de plumas para el propósito, adjuntó un par de alas a su cuerpo y se dejó caer en el aire, cuando, según el testimonio de varios escritores fiables que presenciaron la actuación, él voló una considerable distancia, como si hubiera sido un pájaro, pero cuando iba a posarse de nuevo en el lugar de donde había comenzado, se dañó la espalda por no saber que las aves cuando se posan bajan sobre sus colas y se olvidó de proveerse de una.

    Durante años, hasta su muerte en 887, estuvo perfeccionando su máquina voladora y, lógicamente, le añadió una cola. En reconocimiento a sus trabajos en el campo de la aviación, un cráter de impacto en la cara oculta de la Luna lleva su nombre, así como un puente sobre el río Guadalquivir en la ciudad de Córdoba o una estatua en la carretera del aeropuerto internacional de Bagdad.

    Otro hombre pájaro

    Para encontrar al otro "hombre pájaro" tenemos que dar un salto en el tiempo hasta finales del siglo XVIII y trasladarnos a tierras burgalesas. Diego Marín Aguilera, que así se llamaba nuestro protagonista, nació en 1757 en la localidad burgalesa de Coruña del Conde. Desde muy joven, y como era habitual en la España rural del XVIII, trabajó en el campo y, sobre todo, de pastor. Además, era un manitas e ideó pequeños inventos que facilitaron el trabajo de sus vecinos.

    Las largas horas de soledad con las ovejas en el campo le permitieron admirar y estudiar el vuelo de las águilas, hasta el punto de obsesionarse por volar. A unos les da por eso y a otros, como a mi padre durante los años que fue pastor, les da por construir flautas de caña. Después de casi 6 años estudiando, observando y tomando notas de las aves de la zona, se decidió, con ayuda del herrero, a construir un armazón y unas alas articuladas cubiertos de plumas de águila y buitre que movería mediante unas manivelas. También le puso una cola con unos estribos, haciendo las veces de timón, en los que metía los pies para dirigir el vuelo. El 15 de mayo de 1793, puso su artefacto plumífero en la peña más alta del castillo del pueblo y, desde allí, emprendió su vuelo...

    Voy al Burgo de Osma, de allí a Soria y en unos días volveré.

    Se lanzó y, después de recorrer unos 350 metros, tomó tierra por una avería en el aparato... sin estrellarse que, por otra parte, habría sido lo normal. Como el primer intento tuvo éxito y aquella máquina funcionaba, estaba decidido a perfeccionarla y seguir adelante con su aventura de volar. Lamentablemente, sus paisanos no estaban por la labor. Pensando que aquello era cosa del diablo, quemaron el invento. Dicen que cayó en una profunda depresión y falleció prematuramente a los 44 años.

    El Ejército del Aire dedicó un monumento a la memoria de este pionero olvidado en el lugar desde donde saltó.