Fútbol

La hipocresía nacional contra Piqué

    Piqué, en el Mundial de Suiza ante la selección suiza. <i>Imagen: EFE</i>.

    Sergio de la Cruz

    Se esperaba mucho de la rueda de prensa de Gerard Piqué, y el central ha rebasado todas las expectativas. En un ejercicio de sinceridad casi inédito en el mundo del fútbol, el blaugrana se ha declarado antimadridista sin tapujos, mostrando anécdotas y bromas con sus compañeros de selección del equipo blanco. Hoy, quizá más que nunca, Pique ha demostrado que los pitos le entran por un oído y le salen por el otro, por mucha hipocresía que contengan.

    Sí, con Piqué se ha sido hipócrita hasta decir basta. Dejando absolutamente apartado el tema político (los pitos llegaron justo después de su agradecimiento a Kevin Roldán, no nos engañemos), se le ha vilipendiado por algo que es tan español: querer que al vecino le vaya mal en algo.

    Si el que lee esto es un extraterrestre y nunca ha tenido una conversación de bar sobre el dichoso duopolio Real Madrid-Barcelona, le informo de que no será capaz de dejar correr el reloj 30 segundos sin escuchar un agravio al equipo contrario si alguna vez se desvirga en el asunto. Esto, naturalmente, incluye todo tipo de deseos de desgracias a los jugadores de ese equipo con el que se rivaliza. Así, los seguidores del Real Madrid suelen desear que el Barcelona pierda hasta en las chapas, un sentimiento que al otro lado del puente aéreo late con la misma intensidad.

    La explicación es de parvulario, pero parece que a muchos se les ha olvidado que la salsa del deporte, y más todavía del fútbol, es ese pique sano que te hace ir con la cabeza gacha al trabajo los lunes post-derrota (hay informáticos del equipo rival que se convierten en auténticas pesadillas) o esperar a tu compañero de puesto con la sonrisa puesta y el cuchillo entre los dientes cuando el equipo del vecino naufraga.

    La rivalidad, siempre que sea sana, forma parte de este deporte, y el simple hecho de negarlo es una desfachatez. Imaginen la escena de una final de Champions en casa de un aficionado madridista que, apesadumbrado, ve cómo el Barcelona se lleva el trofeo por un penalti mal pitado. ¿De verdad creen que se lanzará, deportivamente, en un reconocimiento a su contrincante? ¿De verdad piensan que en casa de un hincha del Atlético de Madrid esto no se viviría con una ración ingente de bromas? ¿Que tampoco pasaría si fuese a la inversa? Si es el caso, cierren esta página y pongan una película de dibujos animados en su reproductor. Les rentará más.

    Hacen falta más tipos como Piqué, alejados de los absurdos estereotipos que se le presuponen a los futbolistas. Arbeloa, en el otro lado de la rivalidad, sería el hombre perfecto, otro tipo genuino. Y, desde luego, sobran todos aquellos que se llevan las manos a la cabeza y se rasgan las vestiduras por ver por la televisión lo que ocurre en su círculo de amigos.

    Nos desgañitamos por pedir a los jugadores de fútbol que se alejen de la divinidad y sin embargo, cuando uno de ellos se comporta como cualquiera de nosotros, queremos apedrearle en la plaza del pueblo.

    Por último, un mensaje a los que dudan del compromiso de un jugador por querer que su pueblo tenga derecho a elegir la opción política que más desea: miren la fotografía que preside esta noticia.