Firmas

Las cuatro estaciones de Pedro Sánchez

    Pedro Sánchez. Foto: Efe

    Víctor Arribas

    El presidente en funciones ha puesto las condiciones para su investidura: o gobierno en julio, o gobierno en julio. Ni en agosto ni en septiembre. Teniendo en cuenta que la máxima inamovible anterior de Sánchez ("o gobierna el PSOE o gobierna el PSOE") duró apenas tres días (lo que Ábalos tardó en poner las elecciones sobre la mesa), sólo nos resta esperar a ver si ésta vez habrá de nuevo corrección sobre la marcha de una posición aparentemente no negociable, un mensaje claro a su socio preferente Podemos y a su pretendido socio de conveniencia Ciudadanos. Lo interesante de este minuto de juego y resultado que nos ha traído la canícula estival es comprobar cómo en julio han sobrevenido las prisas al equipo presidencial, después de un mayo y un junio en los que nada parecía ocurrir en relación con el inicio de la legislatura. El aspirante a continuar en La Moncloa no movió un dedo en toda la primavera para someterse a una investidura sobre la que llegado el verano siente verdadera avidez.

    Lo que ha cambiado ahora respecto a esos dos meses de cómodo limbo institucional es que ya no hay elecciones territoriales por delante, y sobre todo que ahora ha saltado el comodín del adelanto electoral (repetición, mejor), que beneficiaría al partido del gobierno aunque fuera desastroso para los intereses del país, de la economía, de la estabilidad, de la tranquilidad institucional. Y como estamos en una época de la historia política de este país en la que los intereses partidistas y personales se anteponen sin recato a la búsqueda de un interés general, la ecuación de unas nuevas elecciones ha cobrado vigencia definitivamente. Ya dijimos el pasado mes de febrero, cuando Sánchez anunció la convocatoria de las elecciones de abril, que sólo él y sus asesores de la máxima confianza habían visto en lo ocurrido en Andalucía la oportunidad para que los socialistas ganaran los comicios y fueran la primera fuerza política del país. Ahora han hecho una lectura similar, y saben que si se repite la cita con las urnas los españoles les darán una mayoría más estable, en torno a los 140 o 150 escaños, con la que gobernar tranquilamente durante cuatro años. 

    Así pues, España se prepara para combatir el calor con una sesión de investidura que forzará o bien unas elecciones en otoño o bien un acuerdo de gobierno de cooperación, coordinación, colaboración reforzada o como quieran llamarlo entre PSOE y Podemos, con los apoyos puntuales de los mismos independentistas que forzaron la convocatoria anticipada en invierno.

    Hoy además sabemos que desde la constitución de las Cortes el pasado 21 de junio, el Congreso ha paralizado la actividad parlamentaria siguiendo el interés del ejecutivo en funciones. El gobierno se dedica plácidamente a preparar la investidura sin labor de control en la Cámara, eludiendo dar cuentas incluso de la celebración del Consejo Europeo. Como las hemerotecas son entes vivos y demoledores, seguro que hoy volverán a salir a la luz todas aquellas declaraciones en las que los dirigentes socialistas reclamaban a Rajoy y sus ministros que comparecieran en el Congreso para someterse al control de una Cámara que no les había elegido, e incluso llevaban a los tribunales la actitud tan poco democrática de ignorar al órgano de representación de los ciudadanos. En una situación similar durante 2016, el bloqueo a la italiana al que los españoles tristemente ya nos hemos acostumbrado, los grupos de la izquierda habían presentado dos meses después de las elecciones decenas de iniciativas y habían culpado al gobierno de estrangular al Parlamento.