Firmas
Registro horario: vuelve la Revolución Industrial
Víctor Arribas
Seis millones de trabajadores en casi tres millones de empresas deben fichar obligatoriamente al llegar al trabajo y volver a fichar cuando se marchen. Sin distinción por el tipo de empleo, características específicas de su puesto de trabajo, modalidad de sus contratos, acuerdos alcanzados según sus responsabilidades, o circunstancias peculiares de sus empresas.
Todos a fichar. Sin tener en cuenta la relación de confianza que se pueda haber establecido entre un empresario y sus empleados. Sin importar los nuevos modelos de relación laboral entre los profesionales con las compañías en las que desarrollan su actividad. Sin tener en cuenta el trabajo telemático que se realiza desde el domicilio del trabajador, en muchas empresas regulado por convenio en más de un día de la semana como norma.
Sin reparar en los viajes que muchos trabajadores realizan con frecuencia, en los que el tiempo es dedicado full time al trabajo, y sin pensar en aquellos cuya actividad es sistemáticamente recorrer las carreteras españolas o europeas. Todos a fichar, como en los Tiempos modernos de Chaplin, con aquél hombrecillo colectivizado apretando las tuercas denodadamente en la cadena de producción.
Si el vagabundo había fichado en el reloj de la factoría, ¿qué más daba que su trabajo fuera mecánico, aniquilador de la persona, asfixiante para el individuo?. Es lo más parecido al concepto que se busca de la igualdad: ficharán directivos, limpiadores, informáticos, notarios, jueces, presidentes de grandes corporaciones y camareros.
Todos iguales ante el decreto
Imaginamos a Messi fichando hoy en su empresa: ingreso a las once de la mañana, entrenamiento, y fichaje de salida a las dos de la tarde. Coincidirá con los taquilleros y los administrativos en el reloj de la empresa y podrán todos charlar sobre sus cosas. Todos iguales ante el Decreto.
En una sola empresa de la media docena que han albergado a este cronista se exigió el control horario, algo intrínsecamente opuesto al oficio del periodista. Esa empresa es RTVE. Por más que traté de hacer comprender al aparato burocrático de la casa que gran parte del trabajo de un programa de televisión diario emitido de diez a doce de la noche se realiza fuera de las instalaciones de la empresa, todo fue inútil.
Intentar hacer comprender a esas empresas socializadas que existe ya en el siglo XXI un hecho que es el trabajo no presencial es como clamar por agua en el desierto
El reloj era y es en esa corporación la regla que te mimetiza, que te hace un número más sin tener en cuenta las condiciones especiales en las que se trabaja en muchas de las responsabilidades profesionales que ejercen sus trabajadores. Intentar hacer comprender a esas empresas socializadas que existe ya en el siglo XXI un hecho que es el trabajo no presencial, y que es de la misma o mayor calidad que el realizado con los pies encadenados a la mesa de la oficina, es como clamar por agua en el desierto.
Es insólito imaginar cómo los mismos partidos que apoyan este control férreo al empleado y a la empresa pretenden defender al mismo tiempo la conciliación de la vida laboral con la familiar. Conciliar es lo contrario a fichar. Conciliar es confiar en la profesionalidad de los empleados y permitir que hagan su trabajo con la flexibilidad necesaria para no descuidar sus tareas domésticas. Ya explicará el Ministerio de Trabajo cómo van a justificar este engendro en pleno siglo de la información y las nuevas tecnologías. Más que una medida para luchar desde el gobierno contra el fraude de horas extraordinarias, parece una forma de compensar a los sindicatos por no derogar la reforma laboral de Rajoy, decisión que ni siquiera llevaba en su programa el partido ganador.
Es la medida típica de quien no ha pagado nóminas de empleados nunca, y de quien pretende controlar la vida de los ciudadanos hasta sus últimos movimientos, por ejemplo obligándoles a conducir un coche determinado, o a matricular a sus hijos en colegios determinados. Tal y como ahora se estudia también obligar a los jóvenes a vivir tres meses en el extranjero, cuando el partido en el gobierno ha hecho bandera contra el exilio forzoso de los licenciados universitarios ante la falta de oportunidades laborales en España. Con Decretos como éste, el marco laboral vuelve a la Revolución Industrial, ya que la mejor medida contra la precariedad y el abuso es liberalizar al máximo la actividad empresarial y las relaciones entre los empresarios y los trabajadores.