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Los éxitos y patinazos de Francisco González

  • BBVA pasó de ser el mayor banco en bolsa a valer la mitad del Santander
Las gestión de FG destroza el valor de BBVA. <i>Foto: Archivo</i>

Amador G. Ayora

Desde el 1 de enero, Francisco González, al mando del BBVA durante más de 22 años, pasará a ser un jubilado de oro, con 74 años de edad. Pero no será un cualquiera. Se marcha con 79 millones de fondo de pensiones como reconocimiento a su trabajo, que deja como balance una caída de la cotización de un 66%.

González es fruto del capitalismo de amiguetes. Llegó a la cúpula del BBVA gracias a la fusión con el banco público Argentaria, al frente del que le colocó el exvicepresidente de Economía, Rodrigo Rato, que cumple dos años en la cárcel de Soto del Real.

Su mentor fue Manuel Pizarro, propietario de una agencia de cambio y bolsa como él o como el también expresidente de Telefónica, César Alierta. Pizarro lo recomienda a Rato, que impone su nombramiento frente a Urgoiti, el candidato de Aznar. Es justo reconocer que la relación de González con Rato en los últimos años fue similar a la de Rajoy con Torra o Puigdemont. Un tobogán de desencuentros y desplantes.

En las negociaciones de fusión con BBV rechazó una prima del 30% de Argentaria a cambio de acceder a la copresidencia de la nueva entidad, en detrimento del interés legítimo de los accionistas.

Después de apagarse los focos, las felicitaciones se tornaron en una relación fría y distante con Emilio Ybarra. Pronto surgieron las discrepancias a cuenta de la adquisición de Bancomer, la joya de la corona del BBVA, que aporta más de la mitad de su beneficio. González se opuso desde el comienzo con todas sus fuerzas. Al final, Ybarra y su lugarteniente, Pedro Luis Uriarte, aceptaron rebajar el porcentaje de la adquisición del 50% al 30%. Unos años después, tras los buenos resultados, ya como presidente único, tuvo que renegociar y lanzar una opa a un coste mucho más alto.

González aseguraba a sus amistades que se sentía ninguneado por Ybarra. Hasta que un buen día encontró en Jersey la excusa para quitárselo de en medio. Aunque había sido informado a finales de 1999 de las cuentas secretas en las islas del Pacífico, que habían permanecido ocultas a los ojos de Hacienda durante décadas, en 2001 filtró a la prensa su descubrimiento.

Se cesó al consejo entero del exBBV, gracias al apoyo del expresidente del Banco de España, Jaime Caruana. Antes de seguir, es preciso aclarar que Caruana era otro de los amiguetes del todopoderoso vicepresidente económico, como se les conocía por su nombramiento a dedo.

Los consejeros resultarían luego absueltos y el coste fiscal para el banco fue nulo. Pero el ardid resultó perfecto. Ybarra, guardián de las esencias de la burguesía de Neguri durante décadas, cayó en las redes oficiales y jamás se desenredó. Junto con Uriarte abandonó la entidad, dejándole el trono de rey absoluto.

El comodín del Banco de España lo salvó también de la quema cuando el presidente de Sacyr, Luis del Rivero, y el exministro de Industria, Miguel Sebastián, orquestaron el asalto a la torre negra, la antigua sede de BBVA en el Paso de la Castellana de Madrid. El vicepresidente económico, Pedro Solbes, se puso de canto, y el gobernador, Jaime Caruana, salió en su rescate al manifestar que no aprobaba la operación.

González aprovechó para eliminar el último alfil de la anterior etapa, José Ignacio Goirigolzarri, considerado como uno de los mejores directivos de la banca. El problema es que todos lo ponían como futuro presidente del banco, lo que restaba protagonismo a su gestión. 

González se quedó, por fin, solo al mando de la nave. Su sueño dorado. Para mostrar su profesionalidad, nombró un consejo de administración de industriales y eminencias internacionales, que acabó echando por la borda cuando comprobó cómo ponían trabas a sus deseos y lo sustituyó por un órgano de gobierno hecho más a su medida.

Deslumbrado quizá por el éxito de Bancomer, quiso emular la hazaña con una amplia ofensiva en el mundo en desarrollo. Se fijó en dos destinos llamados a convertirse en las superpotencias del siglo XXI: Turquía y China.

De la República Popular aseguró que quien no está allí no existe. Compró una pequeña participación del 15% en un banco público, Citic, y el 30% de su filial en Hong Kong, del que salió escaldado y con minusvalías superiores a los mil millones. La superpotencia del futuro no contaba, por lo visto, entre sus planes ni con BBVA ni con su presidente.

A Turquía, con la que aún sigue obsesionado, la denominó el emergente europeo, con una población joven y un devenir envidiable. Como en Bancomer, tomó una participación cercana al 30%, que elevó en dos ocasiones hasta el 49,9% para hacerse cargo de la gestión.

Las minusvalías de BBVA en su filial turca, Garanti, ascienden a 5.000 millones. La crisis de la lira turca y la falta de seguridad jurídica en un país controlado de manera dictatorial por Tayyp Erdogán y su yerno, Berat Albayrak, como ministro de Finanzas, castigaron la cotización y arrojaron una sombra de duda sobre el futuro del Garanti, en el que invirtio 7.124 millones. 

Para colmo de males, González decidió seguir en Venezuela cuando Chávez le ofreció comprar su filial, oportunidad que aprovechó Botín. El banco está atrapado ahora bajo el régimen de Maduro, con una inflación superior al cien por cien y sin poder repatriar un bolívar.

Su visión de futuro tampoco fue muy afortunada en Estados Unidos, donde BBVA adquirió pequeñas entidades en torno al texano Compass, por un importe total próximo a los 10.000 millones. FG puso su ambición en los miles de millones en remesas que los mexicanos envían a su patria. La aparición de firmas especializadas en transacciones más baratas y las plataformas de Internet arruinaron otra vez su sueño. Recientemente afloró fondos de comercio superior a los mil millones.

El mundo online es el protagonista de sus futuros éxitos o patinazos. Desde hace muchos años, advirtió de la amenaza que representan para la banca tradicional las fintech o las tecnológicas como Apple o Google. Gracias a ello, BBVA goza de una reconocida fama como una de las entidades más avanzadas tecnológicamente del planeta.

 El inconveniente es que el coste es elevadísimo y su eficacia está muy cuestionada. Aún incapaz de rentabilizar ni de cuantificar qué parte del negocio es ya virtual, asegura con todo que la mayoría de sus clientes proviene de estos canales. Su anterior consejero delegado, Ángel Cano, se despachó contra su política en una entrevista en El País, en la que aseguraba que los avances logrados eran copiados en meses por la competencia con un coste infinitamente inferior. Probablemente, las discrepancias en temas digitales le costó su salida.

 Su heredero, Carlos Torres, un ingeniero del MIT, es por el contrario, un convencido del Internet de las cosas, los smartphones o la inteligencia artificial. Un exMackinsey que le recomendó su buen amigo Manuel Pizarro, con el que trabajó en Endesa. 

Su otra gran amistad y el valedor de su trono, Jaime Caruana, entró en el consejo como premio a sus desvelos por la entidad. González, que presume de ser un hombre frío y con pocos amigos, sabe ser agradecido en las grandes ocasiones.

Su última batalla la libró con el vicegobernador del BCE, Luis de Guindos, que en los últimos años pretendió emular la operación de Ybarra mediante la fusión de BBVA con Bankia y jubilar a FG. Pero él no dio su brazo a torcer y menos con Goirigolzarri 

Experto en mares procelosos, neutralizó los deseos de Guindos cuando fue ministro de Economía y desechó su idea de colocar al exconsejero del BCE, José Manuel González-Páramo, al frente del BBVA.

Aunque para conseguir el visto bueno del nuevo organigrama por parte del BCE, Torres tuvo que aceptar compartir el poder con el nuevo consejero delegado, Onur Genç, tras bloquear el nombramiento de Ricardo Forcano. 

Lo que sí logró el BCE es jubilar a González. Solo mantendrá coche y despacho como presidente de honor. Su currículum está plagado de grandes fracasos en Turquía, China o Texas. Cuando llegó a la presidencia, la cotización estaba en 13,06 euros y se va en 4,64 euros. BBVA era la entidad con mayor valor en bolsa tras adquirir Argentaria. Este viernes su capitalización era de 31.032 millones, menos de la mitad que la del Santander, con 64.589. Más de veinte años que sirvieron para enriquecer a FG y empobrecer al resto de los accionistas. Así se escribe la historia. ¡Feliz año!