Firmas

Iglesias toma el mando

    Pablo Iglesias. <i>Foto: Efe</i>.

    Ana Samboal

    Silentes, durante años han crecido en la sombra permeando instituciones y organizaciones. Con perseverancia, radicales de extrema izquierda, antisistema e independentistas -todos ellos partidarios de la voladura del pacto constitucional vigente- han logrado controlar importantes resortes de poder en la universidad y las escuelas, en los medios de comunicación y las instituciones. Y la gran clase media no había caído en la cuenta hasta que observó atónita, en la víspera de la fiesta nacional, a Pablo Iglesias dando el abrazo del oso a Pedro Sánchez en el mismo corazón de la Moncloa, dispuesto a igualar a la baja a todos los ciudadanos con su proyecto de presupuestos, al tiempo que alentaba en Cataluña la reprobación de la Corona, la jefatura del Estado, símbolo y garantía de unidad y ley. Hay miedo en las empresas y en las oficinas, en las salas de vistas y en la calle. Se creía al Partido Socialista garantía de estabilidad, uno de los pilares del andamiaje democrático, pero se ha perdido toda esperanza, al verlo caer en manos de un hombre dispuesto a todo con tal de conservar el poder, a cederle incluso el bastón de mando, de igual a igual en el mejor de los casos, a su peor enemigo.

    Esta semana será decisiva para sus ambiciones y para nuestra estabilidad como país.

    Llevamos a las espaldas demasiados días importantes, muchas semanas cruciales para ese futuro en común y ésta puede enhebrar un hito más en el proceso de destrucción de todo lo que nos une, pero puede también constituir un freno o, tal vez, el punto de inflexión que desbarate una estrategia destructiva cuidadosamente estudiada y trabajada a la espera de golpear en el momento adecuado, desde que se abrió con la crisis económica la gran ventana de oportunidad que Iglesias y los suyos esperaban en el campus de Somosaguas.

    La debilidad del presidente, la precariedad de su grupo parlamentario, le convierten en objetivo vulnerable ante la presión de los independentistas. Y los de Torra y Junqueras van a echar el resto con el fin de doblegar a la Fiscalía General del Estado. Ése es el precio que han puesto al voto para el presupuesto de 2019. Y el Gobierno escucha sus demandas.

    En las salas donde se cuelgan las togas han puesto sobre aviso a los periodistas: esta semana la Fiscalía pedirá las penas para los golpistas catalanes en prisión preventiva y serán por rebelión. Lo han filtrado a los medios para cubrirse ante una presión que puede haber alcanzado a estas alturas cotas insoportables. Aunque los fiscales aguanten el tirón, no habrá elecciones, porque a ninguno de los que apoyan a Sánchez le convienen, pero habremos salvado un partido, habremos preservado la Justicia, al menos de momento, de esa contaminación chavista que ha capitalizado todos los estratos de la sociedad.