En España no avanzamos
Ana Samboal
"Avanzamos", dice Sánchez haciendo balance de cien días de gobierno, tratando de conjurar con una palabra lo que es más que un titular de prensa. La sensación de que el gobierno hace agua se ha generalizado tras rectificaciones, dimisiones y la sombra de duda que planea sobre la propia honorabilidad del presidente a cuenta de su tesis y será necesario mucho más que un eslogan para acabar con esa imagen de anarquía que ellos mismos han creado.
Ni siquiera el anuncio de la ministra de Sanidad, equiparando los vientres de alquiler con el tráfico ilegal de órganos, logró desviar el debate público sobre la solvencia del ejecutivo. La comunicación puede embellecer las acciones positivas y explicar o mitigar el impacto de las negativas, pero no es el bálsamo de fierabrás que acaba con el adanismo, la ausencia de dirección política o la incompetencia.
Sánchez hizo un gobierno a golpe de marketing para premiar a fieles y adornar su estancia en la Moncloa como rampa de lanzamiento electoral y se ha dado de bruces con la realidad al comprobar que son hombres y mujeres que tienen pasado, piensan, toman decisiones e incluso odian al compañero de gabinete y le filtran papeles a la prensa para desgastarle. Y cuando el mandato es decir una cosa y su contraria para contentar a todos, surge el caos.
El presidente ha tratado de poner orden con un discurso en el que ha desgranado la que debe ser la acción del gobierno. Busca la complicidad del ciudadano proponiendo acabar con los aforamientos, aunque pretenda hurtarle el derecho al voto al tratar de reformar la Constitución. Hace guiños a la izquierda radical anunciando la marcha atrás en la reforma laboral o en la ley de seguridad ciudadana y una ley de eutanasia, concebida como un derecho, porque lo que persigue realmente es desgastar al PP y a Cs.
Muy probablemente, sus iniciativas se quedarán en el limbo de las intenciones. Es un ejercicio más de malabarismo sustentado sólo en la comunicación para fragmentar el centro derecha y asegurarse como fuerza hegemónica en la izquierda, porque sólo eso le garantizará el poder. Necesita tiempo para lograr que cale su discurso, tanto como Podemos para revertir la tendencia a la baja que le pintan las encuestas. Ambos se disputan los votos en el mismo caladero. Sánchez trata de robarle a Iglesias las banderas políticas con sus políticas. Iglesias intenta hacer ver que Sánchez es su marioneta. En eso vamos a estar entretenidos hasta que se convoquen elecciones o hasta que se agote el tiempo. Sánchez tiene frialdad y resistencia para aguantar lo que le echen. Pero avanzar no avanzaremos. La economía desacelera y las medidas de Calviño y Montero agudizarán la pendiente bajista. Cuando los ciudadanos lo noten en su bolsillo, ningún sortilegio sacado de la chistera de Iván Redondo logrará que la magia del gobierno de las estrellas se evapore por completo. El recuerdo de los estragos de la crisis está demasiado reciente.