Firmas
Catarsis final
Ana Samboal
Las vendettas entre excomisarios y agentes secretos se dirimen ahora en las páginas de los periódicos, a golpe de filtraciones, correos, cintas y rumores de escándalo. Los que antes empuñaban armas, se sirven ahora de las firmas de célebres plumillas para airear las vergüenzas ajenas, dejando en evidencia las propias y comprometiendo si pueden a los que las escriben. Y los que quieren derribar el sistema, que son muchos, demasiados, se frotan las manos porque les están poniendo en bandeja la munición necesaria para cargárselo. En el Congreso gozan de mayoría. Con ella, han llevado en volandas hasta la Moncloa a un Gobierno al que pasan al cobro las facturas de su investidura. La burbuja de felicidad ya ha explotado, es solo un Gobierno con un presidente ausente ante la opinión pública que aspira a ir ganando puestos en las encuestas a golpe de espuma, anuncios de primera página que saben que no podrán llevar a término la mayoría. Sin oposición, porque no existe y tardará en recomponerse, porque está fracturada, tiene el camino expedito. Y es demasiado débil. Sólo la Justicia y la Corona resisten de momento el envite. Pero están en el punto de mira. Las grabaciones en Suiza de la que se denominó en su día amiga entrañable del Rey se lo han puesto en bandeja. La ventana de oportunidad que creían cerrada tras la crisis se ha abierto de nuevo, cuando estaban a punto de tirar la toalla.
¿Quién es Juan Carlos I? El Rey que condujo a España de la dictadura a la democracia y que después, envuelto en laureles, perdió el norte. Obligado a abdicar, ya no es nadie en la arquitectura institucional. Ya solo tiene sitio en la Historia, en ella se dirimirán las luces y sombras de su reinado. ¿Quién es Corinna? Es la mujer que, al oído de un expolicía encarcelado que conoce demasiados secretos inconfesables, desgrana los presuntos delitos del que fuera su amante. Desconocemos si son ciertas sus acusaciones, pero los que quieren imponer su dogma totalitario a la sociedad española las usan ya para pedir con el altavoz de la tele en la mano un referéndum sobre la forma de Estado, la monarquía parlamentaria. Y advierten también a los jueces: no se irán de rositas.
Vivimos días complicados en los que se ajustan las cuentas de episodios pretéritos con la finalidad de tomar ventaja en el presente inmediato. Los que vienen serán días tristes y amargos que precederán a otros de luz o de desgracias. Estamos ya en manos de los que mueven los hilos de un sistema tan contaminado que escupe sus excrecencias. La limpieza profunda, aunque dolorosa, puede abrirnos las puertas a un prometedor futuro o hacernos caer en las garras de aquellos que solo aspiran a tomar los resortes del poder para hacer de la casa de todos su parcela particular. Los que observamos, atónitos, frotándonos los ojos, solo podemos escoger de qué lado estamos. El final del ciclo está en marcha, lo único que desconocemos es cuándo y cómo va a terminar.